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domingo, 12 de diciembre de 2021

Evangelio del día


Evangelio según San Lucas 3,10-18.

La gente le preguntaba: "¿Qué debemos hacer entonces?".
El les respondía: "El que tenga dos túnicas, dé una al que no tiene; y el que tenga qué comer, haga otro tanto".
Algunos publicanos vinieron también a hacerse bautizar y le preguntaron: "Maestro, ¿qué debemos hacer?".
El les respondió: "No exijan más de lo estipulado".
A su vez, unos soldados le preguntaron: "Y nosotros, ¿qué debemos hacer?". Juan les respondió: "No extorsionen a nadie, no hagan falsas denuncias y conténtense con su sueldo".
Como el pueblo estaba a la expectativa y todos se preguntaban si Juan no sería el Mesías,
él tomó la palabra y les dijo: "Yo los bautizo con agua, pero viene uno que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de desatar la correa de sus sandalias; él los bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego.
Tiene en su mano la horquilla para limpiar su era y recoger el trigo en su granero. Pero consumirá la paja en el fuego inextinguible".
Y por medio de muchas otras exhortaciones, anunciaba al pueblo la Buena Noticia.

Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.


Comentario


Bulle

San Claudio de la Colombière (1641-1682)
jesuita
Reflexiones cristianas (Écrits spirituels, Christus n° 9, DDB, 1982), trad. sc©evangelizo.org


La voz de la gracia

La conciencia es la voz de Dios. En la mayoría de los hombres, esta voz es despreciada o escuchada mal o apagada totalmente. Es despreciada en los que no quieren hacer lo que ella dice, mal escuchada en los que le hacen decir lo que ellos quieren, apagada en los que la rechazan sin reprocharse nada. Este último estado es sin dudas el peor, ya que es difícil salir, es una situación desesperada. Pero los otros estados conducen a él, así que resultan peores aún, aunque se hubiera podido salir más fácilmente de ellos. El último estado es la pena de los otros.
Despreciar esta voz es el primer paso. Ella nos advierte sobre el mal que hemos hecho, el que debemos evitar, el bien que podemos hacer. Por una vez que la obedecemos, ¿cuántas veces no la escuchamos? Sin embargo, es la voz del hombre, la voz con la que juzgamos, la voz de lo que estimamos razonable. Por eso Dios sólo nos condenará con el juicio que hemos hecho nosotros, de nosotros mismos. Es la voz de la gracia. Este aviso, este buen consejo que reciben en lo profundo del corazón, tiene el precio de la sangre de Jesucristo, germen de eternidad, voz del Espíritu Santo.

Oración

Oh, glorioso San Juan Bautista, apiádate de esta alma acongojada, que en ti puso sus esperanzas; líbrala, te ruego, de sus miserias. Santo precursor de Jesucristo, príncipe todopoderoso del cielo concédeme la gracia que te solicito, así como tu bienaventurado amparo.

























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