El Papa ha proseguido este miércoles con las catequesis sobre la vejez y a partir de una lectura de Daniel ha hablado sobre “El Anciano de los días: la vejez tranquila sobre el destino a la vida que ya no muere”.
“El cabello blanco como la nieve es el símbolo antiguo de un tiempo muy largo, de un pasado inmemorial, de una existencia eterna. No hay que desmitificar todo con los niños: la imagen de un Dios anciano con el pelo blanco como la nieve no es un símbolo tonto, es una imagen bíblica, noble e incluso tierna", explica Francisco.
De este modo, señala que “la figura que se encuentra entre los candelabros de oro en el Apocalipsis coincide con la del ‘Anciano de los Días’ de la profecía de Daniel. Es tan antiguo como toda la humanidad, e incluso más. Es tan antiguo y nuevo como la eternidad de Dios. Pero incluso más, es antiguo y nuevo como la eternidad de Dios. Porque la antigüedad de Dios es así, antigua y nueva”.
De hecho, -recalcó el Santo Padre- “Dios nos sorprende siempre con su novedad. Siempre viene a nuestro encuentro de una forma especial para cada momento para nosotros. Se renueva siempre, pero Dios es eterno y desde siempre. Es eterno y se renueva”.
En su opinión, “la vejez debe dar testimonio -esto para mi es lo central de la vejez- a los hijos de su bendición: consiste en su iniciación -bella y difícil- en el misterio de un destino a la vida que nadie puede aniquilar. Ni siquiera la muerte”.
De este modo, el Papa considera que “dar testimonio de la fe delante de un niño es germinar esta vida".
Es más, afirma que “dar testimonio de humanidad y de fe es la vocación de los ancianos. Dar a los niños la realidad que han vivido como testimonio, dar el testigo. Los ancianos estamos llamados a esto, a dar el testigo para que ellos lo lleven adelante”.
“El testimonio de los ancianos es creíble para los niños: los jóvenes y los adultos no son capaces de hacerlo tan auténtico, tan tierno, tan conmovedor, como los ancianos. Cuando la persona mayor bendice la vida que le llega, dejando de lado todo resentimiento por la vida que se va, es irresistible. No está dolido porque pasa el tiempo y está por irse, no. Es la alegría del buen vino, del buen vino que se ha hecho bueno con los años”, añade.
Por todo ello, Francisco ha dejado una frase importante durante su catequesis en la Audiencia General: “La alianza de ancianos y niños salvará a la familia humana. Donde los niños y jóvenes hablan con los ancianos, hay futuro. Si no se da este diálogo entre los ancianos y jóvenes, el futuro no se ve claro. La alianza de ancianos y niños salvará a la familia humana”.
“¿Podríamos devolver a los niños, que deben aprender a nacer, el tierno testimonio de los ancianos que poseen la sabiduría de la muerte? ¿Podrá esta humanidad, que con todos sus progresos nos parece una adolescente nacida ayer, recuperar la gracia de una vejez que encierra el horizonte de nuestro destino?”, se preguntó ante los fieles presentes en el Aula Pablo VI.
“La muerte es, sin duda, un pasaje difícil en la vida, para todos nosotros, todos debemos pasar por allí, pero no es fácil. Pero también el pasaje que cierra el tiempo de la incertidumbre y desconecta el reloj. Porque la belleza de la vida, que ya no tiene fecha de caducidad, comienza precisamente entonces. Pero comienza de la sabiduría, de aquel hombre y mujer ancianos que son capaces de dar a los jóvenes el testigo. Pensemos en el diálogo, en la alianza de ancianos y niños, y busquemos que esta unión no sea interrumpida. Que los ancianos tengan la alegría de hablar y expresarse con los jóvenes. Y que los jóvenes busquen a los ancianos para coger de ellos la sabiduría de la vida”, concluye.
ReL
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