La hoja de ruta trazada por los discursos de Francisco en Canadá tras la Evangelii nuntiandi de Pablo VI y la Evangelii gaudium
ANDREA
TORNIELLI
El corazón de la
“peregrinación penitencial” del Papa Francisco a Canadá es su cercanía personal
a los pueblos indígenas y su petición de perdón por los desastres provocados
por la mentalidad colonial que pretendió desarraigar las culturas
tradicionales, incluso mediante el dramático experimento de las escuelas
residenciales queridas por el gobierno y gestionadas por las Iglesias
cristianas. Los encuentros con los pueblos originarios marcaron cada etapa del
viaje y fueron conmovedores. La comprensible concentración en los sufrimientos
padecidos por los pueblos indígenas y por el camino de reconciliación
emprendido, hizo pasar en segundo plano algunas preciosas indicaciones
diseminadas en las intervenciones de Francisco, que ofrecen recorridos útiles
para la evangelización hoy y en cualquier latitud.
El Papa, después
de haber dicho que experimentaba vergüenza por lo ocurrido cuando los creyentes
“se dejaron mundanizar y, en lugar de promover la reconciliación, impusieron su
propio modelo cultural”, continuó subrayando que “esta actitud es difícil de
morir, incluso desde el punto de vista religioso”. Trasladando así a la
actualidad su reflexión que había partido de los acontecimientos del pasado. Se
trata, es decir, de una mentalidad aún presente. “Parecería más conveniente
inculcar a Dios en las personas en lugar de permitir a las personas que se
acerquen a Dios, una contradicción. Pero jamás funciona, porque el Señor no
actúa así: no constriñe, no sofoca y no oprime; en cambio, siempre ama, libera
y deja libres. Él no sostiene con su Espíritu que somete a los demás, que
confunde el Evangelio de la reconciliación con el proselitismo. Porque no se
puede anunciar a Dios de un modo contrario a Dios”.
También hoy, dice
el Sucesor de Pedro, se corre el riesgo de confundir el anuncio del Evangelio
con el proselitismo, porque la tentación del poder, la búsqueda de la
relevancia social y cultural, así como los proyectos de evangelización fundados
en estrategias y técnicas de marketing religioso, son fenómenos contemporáneos
para nosotros. “Mientras Dios se propone simple y humildemente, nosotros
tenemos siempre la tentación de imponerlo y de imponernos en su nombre. Es la
tentación mundana de hacerlo descender de la cruz para manifestarlo con la
potencia y la apariencia. Pero Jesús reconcilia en la cruz, no descendiendo de
la cruz”. También hoy existe la tentación de manifestar a Jesús con el poder y
la influencia de la institución y de sus estructuras, con la apariencia de
proyectos que creemos hacer funcionar “sin Dios, sólo con las fuerzas humanas”.
En cambio, la vía
que ha propuesto el Papa es la de “no decidir por los demás, no encasillar a
todos en esquemas preestablecidos, sino ponerse ante el Crucifijo y ante el
hermano para aprender a caminar juntos”. Es el rostro de una Iglesia que busca
adherirse cada vez más al Evangelio y que no tiene un conjunto de ideas y
preceptos que inculcar a la gente, sino que sabe ser una casa acogedora para
todos dando testimonio de Jesús “como Él desea, en la libertad y en la
caridad”.
Evangelizar en un
tiempo marcado por el secularismo y la indiferencia, nos recuerda Francisco,
significa proponer el primer anuncio. Porque la alegría de la fe no se comunica
“presentando aspectos secundarios a quien aún no ha abrazado al Señor en la vida,
o sólo repitiendo algunas prácticas o replicando formas pastorales del pasado”.
Es necesario encontrar nuevas vías, ocasiones de escucha, de diálogo y de
encuentro, dejando espacio a Dios y a su iniciativa, no a nuestro protagonismo.
Y volver así “a la esencialidad y al entusiasmo de los Hechos de los
Apóstoles”.
Vacitan News
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