Alma. Cuerpo. Templo. Cada creyente afirma esto. Aunque para la industria del mercadeo, la publicidad, las ventas y sobre todo de la moda, el maquillaje, y la cosmética somos "consumidoras".
Lo sabe muy bien la famosa super modelo de los años noventa, Paulina Porizkova. Hace unos días colgó en sus redes una fotografía suya actual que acompañó con el siguiente mensaje: 57 años sin maquillaje y sin filtros. No pasó mucho tiempo para que un cirujano plástico le dejara este mensaje: “Su rostro necesita ser arreglado”.
Ella respondió:
“Esos molestos huecos debajo de mis mejillas, podrían eliminarse con rellenos, podría usar botox para mi frente; esas arrugas en el lado de mi boca y las arrugas en mi cuello también podrían desaparecer, y además aplicarme un montón de láseres para apretar y suavizar todo el rostro. Pero no lo hago y no lo haré, no estoy dispuesta a ser descartada», dice tajante. Esto es, a lo que una mujer en el ojo público tiene que ser sometida.
Afortunadamente con esta posición nos influye a muchas mujeres a reflexionar en torno a ello, pues la industria de la cosmética bombardea ferozmente a la mujer con mensajes subliminales que le dicen: “No tienes por qué parecer mayor de lo que eres”. Soy una mujer que proviene del mundo de la moda y la belleza y que ahora piensa o trata de pensar diferente.
Coherencia
La ciudad donde vivo está llena de spas para todos los bolsillos. Esto quiere decir que inclusive mujeres que se dedican a limpiar casas pueden inyectarse los labios, borrarse las arrugas y hacerse la liposucción para detener el paso de los años. Pero, ¿por qué se está dispuesta a soportar el dolor que produce el láser, la inyecciones de bótox y el relleno en los labios? ¿Por qué arriesgamos la vida? No lo haré en este artículo, pero la cantidad de mujeres que muere cada año, debido a un procedimiento quirúrgico es alarmante.
Sé que lo que planteo es difícil de responder en unos tiempos radicales. Creo que esto sólo puede responderse atreviéndose cada una a colocarse más allá del espejo para encontrar sus propias respuestas en el interior.
No estoy para nada en contra de ir a la sala de belleza, a un spa y a cuidar de una misma. Para la mujer cristiana se hace importante meditar en toda esta industria de la vanidad y el yo. Es importante porque de acuerdo a la Sagrada Escritura, sabes que vives en el mundo , pero no perteneces a él. Por lo que la coherencia de vida entre lo que profesas y proyectas, especialmente cuando te vas haciendo mayor, es muy importante.
Tampoco soy quién para señalar a nadie pues yo misma alguna vez me he sometido a este tipo de tratamientos. El resultado, como la belleza, es efímero. Desaparece en unos meses. Y si quieres seguir teniendo los labios carnosos y las líneas de la sonrisa eliminadas, hay que volverse a inyectar….
No cedas a la presión aunque ya lo mires en tus amigas
La presión por medio de las redes sociales a parecer siempre joven, nunca cansada, siempre delgada, sin una arruga… es tal, que muchas jóvenes se enferman de anorexia, bulimia y ansiedad, y llegan al punto de quitarse la vida.
Estoy tan preocupada por esto, que les he preguntado a mis amigas Edith Stein y Jutta Burgaff: «Pero, amigas, ¿y el alma dónde queda aquí? ¿Puedo ponerme bótox, hacerme cirugía plástica y seguir teniendo la misma relación con Dios? Por favor necesito que me respondan. Ahora las mujeres de treinta decimos que somos de veinte y las de cincuenta, cuarenta y así.»
Mira en tu interior
«Mira en tu interior«, me han respondido.
Además, recuerdo que hace poco conversé sobre esto con un sacerdote muy bien formado que me respondió así: “Si esto representa algo que va ayudarle a su autoestima y es algo que se ha discernido con cabeza fría y se tienen los recursos, adelante”.
Estoy de acuerdo. Sin embargo, la mayoría de mujeres no lo hace por esto. Más bien es el miedo a ya no parecer y ser joven. A no aceptar que el tiempo va dejando su huella. A darle más importancia a esto que a lo que se ha venido perfeccionando y cuidando adentro: la propia alma. Edith Stein además me dijo que antes de ponerme bótox o hacerme un relleno lo llevara a la oración y ahí a solas con Dios encontraría la verdadera razón por la que quiero parecer que sigo siendo joven, cuando ya he pasado de los cuarenta.
Instagram busca hipnotizarnos
La verdad es que Instagram te distrae, te atonta y te arrebata la seguridad en ti misma. Es como si en el momento en que ves conocidas, influencers y celebrities se te diluyerán los valores que te sostienen. Cuando eso pasa y te pones el bótox, Instagram ha logrado su objetivo: hipnotizarte.
No te dejes. Instagram regala filtros para cambiarse la nariz, definirse los labios, elevar las cejas y hacer desaparecer cada arruga. No creo que haya nada malo en usarlo. Pero cuando se hace hasta el extremo de parecer otra persona, no sólo eliges vivir de apariencias, sino también eliges el mundo y no la vida eterna.
¡Qué exagerada, Sheila !
Lo digo porque uno de mis saboteadores (figura dentro del coaching) me lo está diciendo al oído en este mismo instante en el que escribo. Pero le doy un batazo y sigo escribiendo. Te parecerá exagerado todo esto, pero conozco muchas mujeres que me han dicho “he pasado toda mi vida aprendiendo a estar en paz con mi cuerpo”.
«Soy demasiado flaca, gracias a Dios ahora hay rellenos…».
«Soy demasiado gorda, ya puedo hacerme la liposucción…».
«No tengo cintura». «Conozco un médico que te la deja divina, como la de Thalía», te dice otra que es tu amiga.
«Mis brazos están gordos. ¿Ya probaste Sonobello? ¡Te va a encantar! Y lo mejor es que no hay tiempo de recuperación después del proceso.»
Puedo seguir con muchos más ejemplos y todos, de mujeres que se mueven en mi círculo de colegas, amigas y conocidas.
¿Qué se necesita para no caer en esta trampa sicológica?
1. Se necesita que tengas la fortaleza de no comparar tus años ni tu belleza con la de nadie más. No cuentes tus años, ni sumes tus libras. Cuenta a todas esas jóvenes que has orientado y hasta formado, gracias a la claridad de tus principios y la seguridad de una autoestima, cuya raíz está en Dios.
2. Se necesita aprender a tener un amor incondicional por ti, como lo tiene el Dios que te creó. Esto quiere decir que te ames por lo que auténticamente eres: un alma creada para la eternidad.
3. Se necesita que tengas presente, que el templo de tu cuerpo, merece más que nunca, el cuidado del alma para unos tiempos de escasez en vida interior .
4. Se necesita que tengas la fortaleza de mirar un alma en un templo en lugar de un cuerpo en una talla de vestido. O una cara en el espejo sin arrugas.
5. Se necesita que te aceptes a ti misma con tu rostro, con tu cuerpo, con tu cabello, con tus años pase lo que pase. Te vendan lo que te vendan. Aunque las redes sociales te griten: «Ya no eres joven». Lo que pasa es que todos ellos no saben que tu alma y la mía son eternas. Eternamente joven.
Sheila Morataya, Aleteia
Vea también Teología del cuerpo: Profundizando en el legado de San Juan Pablo II
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