"Aquí no entra nadie porque lo merezca", dice la priora del Convento de Santa Catalina de Arequipa (Perú)
A los 17 años Sor Rosa Elvira Cáceres decidió ingresar al Monasterio de Clausura Santa Catalina de Siena en Arequipa. «Era un 26 de diciembre de 1985, esa Navidad fue muy dura para mí», recordó la religiosa dominica, actual priora del monasterio.
“Dejé a mi familia por mi vocación”. «La priora de aquel entonces, fue firme y clara conmigo; ella me dijo: – si entras, entras hasta la muerte, ni muerta vas a salir -«.
Detrás del portón de éste monasterio viven enclaustradas 17 jovencitas y 6 que han viajado a Cochabamba (Bolivia) para establecer la nueva casa de la orden dominica, además de otras tres aspirantes que se preparan para ingresar.
¿Para qué vivir enclaustrada?
En las sinuosas calles del monasterio Santa Catalina en Arequipa, aún vive Ana de los Ángeles Monteagudo. Luego de más de 300 años de su muerte, Sor Elvira Cáceres asegura que Ana, sigue siendo un referente para las jovencitas que desean abstraerse del mundo y crecer en santidad.
Para la madre superiora del monasterio de clausura, Ana llama a todos a una vida íntima. A un volver hacia adentro y cultivar la vida interior. Y es a eso a lo que se dedican las religiosas de clausura a través de una comunicación interna con Dios, tal como lo hacía Ana, desde que ingresó a éste recinto a la edad de 3 años.
En el monasterio aún permanece la máquina que utilizaban las religiosas para fabricar las hostias, como lo hacen hasta el día de hoy. Además de dedicarse a la oración, sor Ana tuvo una serie de dones extraordinarios: bilocación, penetración de corazones, sanación y don de la profecía son algunos de ellos.
Vocaciones para la clausura
La superiora del monasterio afirma que “la santidad no puede vivir enclaustrada”. Debemos dejarnos enamorar por Dios en todo momento. En declaraciones a Aleteia dijo sentirse preocupada porque en los últimos años se ha recibido jovencitas que vienen con diversas heridas afectivas al monasterio ocasionadas por su familia, lo que afecta su proceso de formación.
«Aceptamos el ingreso de jóvenes con algún indicio de vocación, durante unos meses o un año para que vivan la experiencia. Las futuras religiosas llevan un proceso de formación de 5 años, para conocer el carisma de la orden, se afianza en la vida espiritual y luego hacen su profesión solemne para ser religiosas».
La religiosa recordó que no son llamadas porque se lo merecen, sino más bien por la misericordia de Dios: «Lo que él nos pide es una respuesta generosa», finalizó. Esta respuesta al llamado no va acompañada por una seguridad personal, sino por la fuerza de Dios.
Todavía hay muchas jóvenes enamoradas de Dios que buscan algo más de lo que el mundo les ofrece. Aquí lo pueden encontrar. Incluso son también acogidas las viudas que en su etapa de vida adulta deciden acercarse a Dios.
Esther Núñez Balbín, Aleteia
Vea también Vocación cristiana: Vocación a la Santidad
(tiene como para escoger el tema que la interesa)
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