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martes, 27 de septiembre de 2022

Dedicar la vida a Dios es el acto más razonable que puede hacer el hombre

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El monasterio es una central de comunicaciones, silenciosas pero muy operativas. Una entrevista al hasta 2014 abad del Valle de los Caídos

El domingo de la Santísima Trinidad, cada año, se celebra la «Jornada Pro Orantibus». Una jornada dedicada al conocimiento y la oración por todos aquellos religiosos y religiosas dedicados a la vida consagrada contemplativa.

Aleteia quiso conversar con Fray Anselmo Álvarez, ex abad de la abadía benedictina de la Santa Cruz del Valle de los Caídos, uno de los monasterios más conocidos de España y Europa.

«Dios es lo único necesario», afirma Fray Anselmo, «dedicarle íntegramente la existencia, como hacen los contemplativos, viene a ser el acto más razonable, que ellos practican en su nombre y en el de todos los hombres».

El día a día en la abadía está centrado en la oración y el trabajo y en los últimos años ha crecido la inquietud de los jóvenes por este tipo de vida: «Nunca será ésta, tal vez, una vocación mayoritaria, pero la extrema pobreza humana de los tiempos empieza a suscitar no pocas preguntas e inquietudes», explica.

– La vocación específicamente contemplativa, ¿es actual y necesaria en la Iglesia y en el mundo?

Puede considerarse la actividad más decisiva, para la Iglesia y para el mundo. De hecho, Dios es lo único necesario, puesto que de Él dimana todo lo demás, en todos los órdenes: la vida y cuanto la hace humana. Dedicarle íntegramente la existencia, como hacen los contemplativos, viene a ser el acto más razonable, que ellos practican en su nombre y en el de todos los hombres. Entonces ellos ponen en acción algo vital: la presencia de Dios entre los hombres; la presencia del hombre ante Dios.

Hay sed de Dios

– Llama la atención a los jóvenes la vida contemplativa de clausura. ¿Cómo van las vocaciones? ¿Está en crisis o hay un florecimiento?

Hay, en un número creciente de jóvenes, un despertar subterráneo de la curiosidad y del interés por esta realidad que ha sobrevivido al rechazo masivo de lo sagrado. Intuyen que en esa forma de vida se esconde algo relacionado con lo esencial de la existencia humana, con la profundidad del ser, con la verdad de sí mismo, y con la posibilidad de empezar a asimilarlo y realizarlo.

Nunca será ésta, tal vez, una vocación mayoritaria, pero la extrema pobreza humana de los tiempos empieza a suscitar no pocas preguntas e inquietudes. Muchas de ellas se responden en los monasterios. Pero el recorrido será todavía largo hasta alcanzar las cotas del pasado en cuanto a número de vocaciones.

– ¿Cómo es el día a día en un monasterio benedictino?

Se resuelve en una alternancia de oración y trabajo. Oración que eleva a Dios los sentimientos de alabanza, adoración, acción de gracias y súplica que brotan del interior de cada monje, pero en la que éste presenta también la voz, o los silencios, las necesidades y preguntas de todos los demás corazones.

Ora et labora

Una oración, sobre todo en la lectio divina, que indaga también en el conocimiento de Dios con el objeto de penetrar en su misterio. Porque ese descubrimiento es la puerta de todos los demás que están ante nosotros: sólo quien conoce a Dios conoce toda la realidad que ha salido de sus manos.

También el trabajo es oración: la plegaria de las manos y del esfuerzo corporal y mental. Un trabajo muy variado, que no busca el lucro, sino la actividad que ocupa fructuosamente el tiempo y desarrolla las facultades y talentos personales de cada monje.

Es el ora et labora, que se ha revelado como una de los hallazgos más fecundos de la cultura humana, y que se ha expansionado en multitud de actividades en el campo del pensamiento, del arte o del servicio a la sociedad y a la civilización.

El monasterio, una central de comunicación entre el hombre y Dios

– En el mundo de las comunicaciones y del ruido. El dedicarse al silencio y a la oración, impresiona. ¿Por qué este tipo de vida?

La vida del monje es una actividad de comunicación, no de ruido, que se identifica con la misma acción contemplativa, propia de todos los hombres. El monasterio es una central de comunicaciones, silenciosas pero muy operativas, entre la tierra y el cielo, entre el hombre y Dios, muchas veces entre el monje y los hombres cuando entran en diálogo en la tranquilidad del espacio monástico, acogidos a su hospitalidad.

El silencio de los monjes les permite escuchar y pronunciar las palabras más eficaces que a todos nos interesa oír, aunque tantas veces las evitamos para no trastornar nuestro sistema.

– ¿Tienen muchas peticiones de oración? ¿Es consciente la sociedad y sobre todo los católicos, de la fuerza de la oración?

Sí. Son muchas las personas que solicitan el que oremos por ellos o por otras que saben necesitadas. Y son bastantes más las que dicen creer que la oración de los contemplativos es uno de los soportes que sostienen nuestra sociedad. Pero en esa actividad les pueden acompañar todos los demás creyentes que mantienen  abiertos sus intercambios con Dios.

Alvaro Real, Aleteia 


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