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viernes, 16 de septiembre de 2022

Evangelio del día


 

Evangelio según San Lucas 8,1-3.

Jesús recorría las ciudades y los pueblos, predicando y anunciando la Buena Noticia del Reino de Dios. Lo acompañaban los Doce
y también algunas mujeres que habían sido curadas de malos espíritus y enfermedades: María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios;
Juana, esposa de Cusa, intendente de Herodes, Susana y muchas otras, que los ayudaban con sus bienes.


Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.

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Bulle

San Juan Pablo II (1920-2005)
papa
Mulieris Dignitatem, § 16


«Lo acompañaban los Doce y algunas mujeres»

Desde el comienzo de la misión de Cristo, la mujer muestra, con relación a él y a todo su misterio, una particular sensibilidad que corresponde a una de las características de su feminidad. Además conviene señalar que esta verdad se confirma de manera particular en el misterio pascual, no solamente en el momento de la crucifixión sino todavía más al amanecer del día de la resurrección. Las mujeres son las primeras en estar junto al sepulcro. Son las primeras que lo encuentran vacío. Son las primeras en oír: «No está aquí: ha resucitado, como había dicho» (Mt 28,6). Son las primeras en abrazar sus pies (Mt 28,9). También son las primeras llamadas a anunciar esta verdad a los apóstoles (Mt 28,1-10; Lc 24,8-11).
El Evangelio de Juan (cf también Mc 16,9) pone de relieve el papel particular de María de Magdala. Es la primera que se encuentra con Cristo resucitado... Por eso mismo se la ha llamado «apóstol de los apóstoles». María de Magdala fue, ante los apóstoles, testimonio ocular de Cristo resucitado y, por esta razón, fue también la primera en dar testimonio de él ante los mismos.
Este acontecimiento es, en un sentido, como el coronamiento de todo lo que se ha dicho anteriormente sobre la transmisión, hecha por Cristo, de la verdad divina a las mujeres, en un plano de igualdad con los hombres. Se puede decir que así se han visto cumplidas las palabras del profeta: «Derramaré mi Espíritu en toda carne. Vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán» (Jl 3,1). Cincuenta días después de la Resurrección de Cristo, estas palabras son de nuevo confirmadas en el Cenáculo de Jerusalén, al descender el Espíritu Santo, el Paráclito (Hch 2,17). Todo lo que aquí se ha dicho sobre la actitud de Cristo respecto a las mujeres confirma e ilumina, en el Espíritu Santo, la verdad sobre la igualdad del hombre y la mujer.(EDD)

Oración

Gracias, Dios Padre Bueno, por el amor que nos tienes;
porque nos has creado a tu imagen y semejanza
en la condición de varón y mujer;
para que, reconociéndonos diferentes,
busquemos complementarnos:
el varón como apoyo de la mujer
y la mujer como apoyo del varón.

Gracias, Padre bueno, por la mujer y su misión en la comunidad humana.

Te pedimos

Te pedimos por la mujer que es hija:
que sea acogida y amada por sus padres,
tratada con ternura y delicadeza.

Te pedimos por la mujer que es hermana:
que sea respetada y defendida por sus hermanos.

Te pedimos por la mujer que es esposa:
que sea reconocida, valorada y ayudada por su esposo,
compañero fiel en la vida conyugal;
que ella se respete y se dé a respetar,
para vivir ambos la comunión de corazones y anhelos
que se prolongan en la fecundidad de una nueva vida humana,
participando así en la máxima obra de la creación: el ser humano.

Te pedimos por la mujer que es madre:
que reconozca en la maternidad el florecimiento de su feminidad.
Creada para la relación,
sea sensible, tierna y abnegada en la educación de cada hijo;
con la dulzura y la fortaleza,
la serenidad y la valentía,
la fe y la esperanza
que van forjando la persona, el ciudadano, el hijo de Dios.

Te pedimos por las mujeres buenas y generosas
que han entregado su vida para realizar la nuestra.

Te pedimos por las mujeres que se sienten solas,
por las que no encuentran sentido a su vida;
por las marginadas y usadas como objeto de placer y de consumo;
por las que han sido maltratadas y asesinadas.

Que colaboremos juntos

Te pedimos, Padre Bueno, por todos nosotros,
varones o mujeres;
que nos sepamos comprender, valorar y ayudar mutuamente,
para que en la relación, amable y positiva,
colaboremos juntos al servicio de la familia y de la vida.

Te lo pedimos por intercesión de la siempre Virgen María de Guadalupe,
Mujer, Esposa y Madre Buena,
llena de fe humilde y valiente,
que nos acompaña, sostiene y conduce
a tu Hijo Cristo Jesús,
el cual vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

(Aleteia)
























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