Aproximadamente 45.000 fieles asistieron este domingo a la misa de Pascua y a la bendición Urbi et Orbi en la Plaza de San Pedro, que presentó un lleno bastante notable en comparación con lo que ha venido siendo tónica habitual en los últimos meses.
La ceremonia comenzó con el Resurrexit, rito en el cual dos diáconos abrieron un antiguo icono que representa a Cristo para que Francisco lo inciensase. Seguidamente, el Papa llevó a cabo el rito de aspersión de los fieles con agua bendita.
Después de las lecturas se cantó la secuencia de Pascua y el Evangelio fue proclamado en latín y en griego. Dado que Francisco había predicado en la Vigilia Pascual y dirigiría al mundo el tradicional mensaje de Pascua, no hubo homilía, sustituida por unos minutos de silencio. Las lecturas se hicieron en español y en francés, y las oraciones de los fieles fueron leídas en chino, alemán, inglés, árabe y ucraniano.
Finalizada la misa, se cantó el Regina Coeli, oración que en tiempo pascual sustituye al tradicional Ángelus.
Luego Francisco recorrió la Plaza de San Pedro en papamóvil, sentado y bendiciendo a la multitud, hasta acercarse las doce horas, en las que estaba prevista la tradicional bendición Urbi et Orbi, con la que se podía ganar indulgencia plenaria.
El acto de la bendición fue solemnizado por la formación de la Guardia Suiza y por la banda de música de la Gendarmería Vaticana y de los Carabineros italianos, que tocaron los respectivos himnos antes de que el Papa se dirigiese a la multitud.
Como es costumbre, Francisco citó en su mensaje de Pascua diversos lugares del mundo donde hay conflictos, mencionando expresamente a Ucrania, Siria, Jerusalén, Líbano, Túnez, Haiti, Etiopía, Sudán del Sur, República Democrática del Congo, Burkina Faso, Malí, Mozambique, Nigeria y Myanmar.
Recordó igualmente "a las comunidades cristianas que hoy celebran la Pascua en circunstancias particulares, como en Nicaragua y en Eritrea" y pidió a Dios por "todos aquellos a quienes se les impide profesar libre y públicamente su fe".
"Inspira, Señor, a los responsables de las naciones", añadió, "para que ningún hombre o mujer sea discriminado y pisoteado en su dignidad; para que en el pleno respeto de los derechos humanos y de la democracia se sanen esas heridas sociales, se busque siempre y solamente el bien común de los ciudadanos, se garantice la seguridad y las condiciones necesarias para el diálogo y la convivencia pacífica".
Francisco, que estuvo de pie para escuchar los himnos, saludar a los fieles e impartir la bendición estando de pie, leyó el mensaje sentado. Comenzó su mensaje de Pascua proclamando que con la Resurrección "en Jesús se realizó el paso decisivo de la humanidad: de la muerte a la vida, del pecado a la gracia, del miedo a la confianza, de la desolación a la comunión".
Él es "Señor del tiempo y de la historia", es "el Viviente" que "está con nosotros para siempre": "Sí, hermanos y hermanas, en Pascua el destino del mundo cambió", es "el día más importante y hermoso de la historia".
En la línea de lo que había dicho en la Vigilia Pascual, Francisco recordó que la Pascua puso en movimiento a los discípulos, impulsados por la "esperanza" por una "alegría incontenible", como la de San Pedro al lanzarse al agua desde la barca para llegar cuanto antes a la orilla y encontrar a Jesús Resucitado: "En Pascua el andar se acelera y se vuelve una carrera, porque la humanidad ve la meta de su camino, el sentido de su destino, Jesucristo, y está llamada a ir de prisa hacia Él, esperanza del mundo".
"Apresurémonos también nosotros", exhortó Francisco, "a crecer en un camino de confianza recíproca: confianza entre las personas, entre los pueblos y las naciones. Dejémonos sorprender por el gozoso anuncio de la Pascua, por la luz que ilumina las tinieblas y las oscuridades que se ciernen tantas veces sobre el mundo".
G. de A., ReL
Vea también la celebración de la Vigilia Pascual con el mensaje del Papa
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