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miércoles, 27 de noviembre de 2024

Pensamiento MSC del día

 


Las tres concupiscencias del mundo, ¿cómo combatirlas?

 

Gourmandise



San Juan señala tres deseos desordenados de posesión que nos impiden entregarnos a Dios. Para vivir mejor en Cristo, identifiquemos estas tres "concupiscencias"

En su primera carta a los cristianos de Asia Menor, san Juan menciona tres concupiscencias que son la sede de nuestra voluntad:

"Todo lo que hay en el mundo, la concupiscencia de la carne, la concupiscencia de los ojos y la soberbia arrogancia de las riquezas, no es del Padre, sino del mundo" (1 Jn 2,16).

Así pues, según Juan, las tres principales concupiscencias que afectan al hombre son la carne, la curiosidad y la soberbia. ¿Cómo podemos reconocerlas en nosotros mismos?

Estas tres concupiscencias se centran en el yo: La "carne" consiste en querer poseer "por sí misma"; la curiosidad en saber "por sí misma"; y el orgullo en ser "en sí mismo".

Examinemos estas tres variantes del "yo" y su propensión a querer reducirlo todo a sí mismo. De este modo, podremos combatir las malas inclinaciones que impiden que Cristo viva en nosotros.

1PARA SÍ mismo

La carne codicia poseer para sí. Es la manifestación del egoísmo puro. Para la carne, las realidades externas se juzgan por su utilidad y potencial para el disfrute humano.

El sujeto sometido a esta lujuria se convierte en un mero consumidor, replegado en sus instintos y deseos.

Para él, los demás no representan más que un medio de placer. Y esta lujuria se extiende no solo a la sexualidad, sino a toda la esfera económica.

2POR SÍ MISMO

La curiosidad quiere saber por sí misma. ¿En qué sentido esta inclinación es codicia? De hecho, este deseo de saber es ya el signo, el síntoma, de una voluntad de poder. Por supuesto, saber no es malo.

En cambio, querer hacerlo "por uno mismo" indica un deseo de aprehender el mundo exterior según nuestros cánones, nuestros criterios de conocimiento, nuestras categorías.

De este modo, este conocimiento conduce a reducir la realidad exterior a nuestra medida, a juzgarla según nuestros intereses. Subyace a este deseo una voluntad de dominar el objeto aprehendido.

La lujuria de los ojos genera un conocimiento frío que equivale a una verdadera profanación de las criaturas, hasta el punto de engullir el misterio que ocultan.

De hecho, esta codicia no es una cuestión de conocimiento neutro, ni mucho menos de un deseo de encontrar el mundo de forma empática, sino más bien de un deseo impuro de tener poder sobre el objeto. Este enfoque se asemeja a la magia.

3En sí mismo

Por último, el orgullo consiste en el deseo de "estar en uno mismo". Es la forma más monstruosa de codicia. Ya no se trata solo de egoísmo o manipulación, sino de elevarse por encima de todos.

Estar "en uno mismo" significa ya no depender de nadie, sino constituir una realidad cerrada en sí misma, autosuficiente. Es como si el diablo nos susurrara al oído: "¡No eres el primero, eres el único!" Una tentación demoníaca por excelencia.

De hecho, ¿qué es el orgullo, sino la ilusión de que eres una persona tan notable, tan excelente que existes "en ti mismo", independientemente de los demás, sin necesidad de los demás?

La revelación divina pone las cosas en su sitio

No hemos dicho casi nada de Dios en relación con estas tres concupiscencias. Sin embargo, es Dios quien nos permite comprender lo peligrosas que son y, así, desbaratarlas. La fe nos permite superar el egoísmo porque sabemos que Dios provee a nuestras legítimas necesidades y deseos.

El pensamiento de Dios en nosotros supera la curiosidad al enseñarnos que el conocimiento supremo deriva de la revelación que Dios hace de sí mismo. No hay mejor conocimiento de los seres y de las cosas que esta revelación divina.

Por último, lo contrario a la concupiscencia de los ojos, conocimiento de sí mismo, consiste en conocer a nuestro prójimo "en Dios"; es decir, en reconocer el misterio inscrito en él, misterio que será para nosotros fuente de asombro y de alabanza.

En cuanto al orgullo, la fe desinfla el globo haciéndonos conscientes de que solo somos criaturas dependientes del Creador por todo lo que somos y hacemos.

Jean-Michel Castaing, aleteia 

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Visión general Amar al mundo o amar al Padre



¿Sabías que la Biblia sí manda hacer imágenes sagradas?

Quien confunde las abominaciones paganas con las sagradas imágenes tacha la Biblia de contradictoria

Es frecuente la acusación, en el ámbito de la religión, de que las imágenes significan “idolatría”. Sin embargo, en la propia Biblia encontramos ejemplos de imágenes que nada tienen que ver con los ídolos.

Querubines sobre el Arca de la Alianza (cf. Éxodo 25, 18):

– A la izquierda, las imágenes de los Querubines sobre el Arca de la Alianza, conforme Éxodo 25,18.

– Delante del Arca con las imágenes, el Santo Rey David se regocija y salmodia (2 Sm 6, 5-6)

– Era a través de esas imágenes como Dios hablaba a Moisés (Ex 25,22).

Jesús Crucificado:

– Directamente, Jesús suspendido en su Cruz dando cumplimiento a una “figura bíblica” que hablaba sobre él: la de la imagen de la serpiente de bronce del desierto (Num 21, 8; Jn 3, 14)

De ahí la afirmación de San Pablo: “Conviene que nos gloriemos en la Cruz de Nuestro Señor Jesucristo” (Gal 6, 14)

La Biblia manda hacer imágenes

1 – ¿Qué son imágenes? Son, en general, representaciones esculturales de personas de cualquier naturaleza, o de conceptos morales. Por ejemplo, las imágenes de los Querubines, de Moisés, de la Libertad etc.

2 – Y las imágenes sagradas, ¿qué son? Son representaciones de Santos, de Ángeles, de la Virgen María, de Jesús etc.

3 – ¿Quién mandó hacer imágenes? Fue el propio Dios, conforme la Biblia nos enseña. Dios mandó hacer imágenes de querubines (ángeles) para la Arca de la Alianza (Ex 25,18). El Arca de la Alianza con los querubines estaba en el lugar más sagrado del Templo, el “Santo de los Santos”, que, una vez al año el sacerdote asperjaba con la sangre de las víctimas inmoladas a Dios (Hb 9,1 a 7). También Salomón llenó de imágenes el Templo (1 Reyes 6, 23 a 29), y Dios lo aprobó (1 Reyes 8,6 a 11).

4 – ¿Para qué sirven las imágenes? Para recordar a los ángeles, los santos y al propio Dios. Es lo que también enseña la Biblia. En el Libro de los Números, 21, 8, Dios mandó a Moisés hacer y levantar en un poste de madera una serpiente de bronce y dijo que quien la mirase quedaría curado de las mordeduras de las serpientes. Y Jesús se refería a ese hecho como siendo una “figura” de su crucifixión (Jn 3,14). Los falsos creyentes, sin embargo, detestan la Cruz, así como Satán también la detesta. Escuchemos a la Biblia: “Nosotros, por nuestra parte, rezamos a Cristo crucificado” (1 Cor 1,23).

5 – Entonces ¿era la serpiente la que curaba? No. Era Dios. Pero la imagen de la serpiente sirvió para recordar la ofensa hecha a Dios; sirvió, en suma, para recordar a Dios.

6 – ¿Y la imagen de Cristo en la Cruz? Ella recuerda muchísimo más: recuerda el pecado, la Redención por la Cruz, el amor de Cristo por nosotros. Esta es la cumbre de las imágenes: nos ayuda a pensar en Dios, a ir a Dios.

7 – ¿Para qué más sirven las imágenes? Ellas contribuyen a dar a los lugares de culto un aspecto sagrado e invitan al recogimiento y a la oración (Ex 25,22; 1 Reyes 6,23 a 28). Por eso, los querubines del Arca de la Alianza no eran simples adornos: recordaban la mediación secundaria de los Ángeles (Hb 1,14) e integraban los objetos del culto.

Además de esos casos, la Biblia está llena de “imágenes” y “cuadros” que el Artista Divino “pintó” con letras divinas. Esos cuadros inspiraron a los artistas humanos en sus lindos retablos, esculturas e imágenes. De nuevo respecto de la serpiente de bronce: para que siga siendo símbolo de la Pasión de Cristo, no importa el hecho de que el rey Ezequías la destruyera cerca de cinco siglos después (2 Reyes 18,4). El bastón de Moisés, levantando en un poste por orden de Dios, fue aprobado por Jesús dos mil años después. Conserva todo su valor simbólico, a pesar de haber sido destruida.

8 – Nosotros, católicos, ¿adoramos las imágenes? No. Quien lo afirma no entiende el catolicismo, o miente y actúa contra la Biblia.

9 – Nosotros veneramos las imágenes. ¿Por qué? Porque son representaciones de personas santas y amigas de Dios, o del propio Dios. Y porque inspiran amor a las virtudes y llevan a imitar a las personas santas a las que representan. Por eso, las imágenes sagradas son muy útiles. Nada hay de idolatría en esto. Es semejante a esa, también, la razón por la cual respetamos y veneramos la bandera nacional: ella simboliza la patria e inspira el patriotismo.

10 – ¿Qué es entonces lo que la Biblia condena? La Biblia condena los falsos dioses y sus ídolos, como los “dioses mudos” (Sal 134, 15 a 17) y las “imágenes y esculturas de cosas del cielo, de la tierra y de las aguas” (Ex 20, 3-5). Se trata de los ídolos que los paganos hacían para representar a sus falsos dioses (Rm 1,23). De hecho, los gentiles antiguos adoraban como “dioses del cielo” a ciertos astros (Júpiter, Venus etc.); “de la tierra”, ciertas aves y cuadrúpedos; “de las aguas”, ciertos anfibios y reptiles (Ex 32, 1-6; Rom. 1,23). Para los egipcios, por ejemplo, el cocodrilo era un animal sagrado.

Quien confunde las abominaciones de los gentiles con las sagradas imágenes injuria a la Biblia y la vuelve contradictoria, afirmando una cosa en un lugar y negando esa misma cosa en otro.

11 – Quien está contra las imágenes que la Santa Iglesia venera no está sólo contra la Biblia. Está también contra el sentido común. No podemos siquiera pensar sin formar imágenes en nuestra mente. El uso de imágenes es connatural a nuestra forma de entender la existencia y de comunicarla; es un modo natural de encender el corazón, preservando la imagen de aquellos a quien amamos, como hacemos con los retratos de los padres, hijos, familiares y amigos.

Tomado de “Folhetos Católicos”, via blog Tradição Católica

Aleteia Team

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¿En qué sentido fuimos hechos a imagen y semejanza de Dios?

 

Hechos a imagen y semejanza de Dios



Una duda que asalta a muchos creyentes tiene que ver con que la Biblia dice que fuimos hechos "a imagen y semejanza de Dios"

La sagrada Biblia dice en el Génesis narra cómo fueron creados los primeros seres humanos que existieron en el mundo: Adán y Eva. Y especifica que fueron hechos por Dios a su imagen y semejanza:

"Y Dios creó al hombre a su imagen; lo creó a imagen de Dios, los creó varón y mujer" (Gén 1, 27).

¿Hombre o mujer?

Por esto, muchos creyentes se preguntan: "Entonces, ¿Dios es hombre o mujer?" Para entender esta cuestión, veamos qué dice el Catecismo de la Iglesia católica:

"Por haber sido hecho a imagen de Dios, el ser humano tiene la dignidad de persona; no es solamente algo, sino alguien. Es capaz de conocerse, de poseerse y de darse libremente y entrar en comunión con otras personas; y es llamado, por la gracia, a una alianza con su Creador, a ofrecerle una respuesta de fe y de amor que ningún otro ser puede dar en su lugar".

(CEC 357)

Hasta aquí, el Catecismo nos dice que el ser humano es alguien porque tiene dignidad de persona, y es por él que Dios hizo toda la creación. Pero fue más allá, porque por su amor por el hombre y la mujer no perdonó ni siquiera a su Hijo para rescatarlos del pecado.

Sin embargo, aún no despejamos la incógnita, ¿Dios es hombre o es mujer?

Dios es Espíritu

El ser humano está hecho de cuerpo y alma, como lo destaca el Catecismo:

"La persona humana, creada a imagen de Dios, es un ser a la vez corporal y espiritual. El relato bíblico expresa esta realidad con un lenguaje simbólico cuando afirma que 'Dios formó al hombre con polvo del suelo e insufló en sus narices aliento de vida y resultó el hombre un ser viviente' (Gn 2,7)". 

(CEC 362)

Así es que, el alma que Dios dio al ser humano "es aquello por lo que es particularmente imagen de Dios: 'alma' significa el principio espiritual en el hombre" (CEC 363).

Y para dejarlo claro, leemos lo siguiente:

"Dios no es, en modo alguno, a imagen del hombre. No es ni hombre ni mujer. Dios es espíritu puro, en el cual no hay lugar para la diferencia de sexos. Pero las 'perfecciones' del hombre y de la mujer reflejan algo de la infinita perfección de Dios".

(CEC 370)

Cuidar a la persona completa

Por lo tanto, entendemos que somos como Dios porque tenemos un alma espiritual e inmortal, y que la persona completa, alma y cuerpo, tienen una dignidad que le hacen capaz de amar a Dios y relacionarse con otras personas.

Por eso, el respeto a la persona completa implica cuidar su cuerpo y su alma, y trabajar para perfeccionarse cada día para parecerse cada vez más a su Creador.

Mónica Muñoz, aleteia

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