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miércoles, 16 de julio de 2025

Evangelio del día


 


Libro del Exodo 3,1-6.9-12.

Moisés, que apacentaba las ovejas de su suegro Jetró, el sacerdote de Madián, llevó una vez el rebaño más allá del desierto y llegó a la montaña de Dios, al Horeb.
Allí se le apareció el Angel del Señor en una llama de fuego, que salía de en medio de la zarza. Al ver que la zarza ardía sin consumirse,
Moisés pensó: "Voy a observar este grandioso espectáculo. ¿Por qué será que la zarza no se consume?".
Cuando el Señor vio que él se apartaba del camino para mirar, lo llamó desde la zarza, diciendo: "¡Moisés, Moisés!". "Aquí estoy", respondió el.
Entonces Dios le dijo: "No te acerques hasta aquí. Quítate las sandalias, porque el suelo que estás pisando es una tierra santa".
Luego siguió diciendo: "Yo soy el Dios de tu padre, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob". Moisés se cubrió el rostro porque tuvo miedo de ver a Dios.
El clamor de los israelitas ha llegado hasta mí y he visto cómo son oprimidos por los egipcios.
Ahora ve, yo te envío al Faraón para que saques de Egipto a mi pueblo, a los israelitas".
Pero Moisés dijo a Dios: "¿Quién soy yo para presentarme ante el Faraón y hacer salir de Egipto a los israelitas?".
"Yo estaré contigo, le dijo Dios, y esta es la señal de que soy yo el que te envía: después que hagas salir de Egipto al pueblo, ustedes darán culto a Dios en esta montaña".


Salmo 103(102),1-2.3-4.6-7.

Bendice al Señor, alma mía,
que todo mi ser bendiga a su santo Nombre;
bendice al Señor, alma mía,
y nunca olvides sus beneficios.

El perdona todas tus culpas
y cura todas tus dolencias;
rescata tu vida del sepulcro,
te corona de amor y de ternura.

El Señor hace obras de justicia
y otorga el derecho a los oprimidos;
él mostró sus caminos a Moisés
y sus proezas al pueblo de Israel.


Evangelio según San Mateo 11,25-27.

Jesús dijo:
"Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños.
Sí, Padre, porque así lo has querido.
Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, así como nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar."


Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.

Bulle

San Hilario (c. 315-367)
obispo de Poitiers y doctor de la Iglesia
La Trinidad 2, 6-7


“Nadie conoce al Padre sino el Hijo y al que el Hijo se lo quiere revelar”

El Padre es aquel de quien procede todo, en quien existe todo. El mismo, por Cristo y en Cristo, es el origen de todo. Además, tiene su ser en si mismo, no lo recibe de otro... Es infinito porque no está en algún lugar sino en todas partes y todo está en él... Existiendo antes del tiempo, éste procede de él. Que tu pensamiento se dirija a él si piensas tocar a sus límites...Lo encontrarás siempre porque cuando tu avanzas sin cesar hacia él, la meta a la que te diriges se aleja cada vez más... Esta es la verdad del misterio de Dios, ésta es la expresión de la naturaleza impenetrable del Padre... Para expresarlo, la palabra tiene que cesar, el pensamiento quedar quieto, y para aprehenderlo, la inteligencia se encuentra limitada.
Y no obstante, el nombre de Padre designa su naturaleza. Dios no es sino Padre. Pero no recibe desde fuera, a la manera de los hombres, el ser de Padre. Es el eternamente engendrado... Es conocido sólo por el Hijo porque “Nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiere revelar.” Y “nadie conoce al Hijo fuera del Padre.” Los dos se conocen el una al otro y este conocimiento mutuo es perfecto. También porque “nadie conoce al Padre sino el Hijo”. No pensemos del Padre más que lo que el Hijo nos ha revelado ya que él es el testigo fiel (cf Ap 1,5).
Es mejor pensar sobre quien es el Padre que no hablar de ello. Porque toda palabra es impotente para expresar sus perfecciones... No podremos más que reconocer de alguna manera su gloria, teniendo de ella cierta idea e intentar precisarla con nuestra imaginación. Pero el lenguaje humano es impotente y las palabras no explican la realidad tal cual es... Así, aunque se reconozca a Dios, hay que renunciar a nombrarlo: sean cuales sean las palabras empleadas, no sabrán expresar el ser de Dios, su grandeza... Hay creer en él, intentar comprenderlo y adorarlo. Haciendo esto, hablaremos de él. (EDD)

Reflexión sobre el cuadro

En el acelerado mundo de hoy, a menudo se descuida la virtud del discernimiento. Enfrentados a decisiones importantes, podemos caer en la tentación de aferrarnos a respuestas rápidas y superficiales, en lugar de tomarnos el tiempo necesario para buscar otras más profundas y sabias. Sin embargo, cuando se trata de decisiones importantes en la vida, ya sea sobre la vocación, las relaciones o el propósito, necesitamos adoptar un ritmo mucho más lento, que deje espacio para la reflexión y la oración.

En el Evangelio de hoy, Jesús alaba a quienes se acercan a Dios con la confianza y la sencillez de los niños pequeños. Ésta es la clave del discernimiento. Como un niño que se apoya en el amor y la sabiduría de sus padres, estamos llamados a confiar en la guía tranquila y sosegada del Padre. Cuando renunciamos a nuestra necesidad de control y escuchamos con la apertura de un niño, el camino que tenemos ante nosotros comienza a despejarse. Ya no confiamos únicamente en nuestro propio razonamiento, sino que permitimos que Dios dé forma a nuestro entendimiento y dirija nuestros pasos.

Discernir correctamente es, por tanto, arraigarse profundamente en Cristo, y esto lleva tiempo. Así como no podemos forzar a una semilla a crecer hasta convertirse en un árbol fuerte de la noche a la mañana, tampoco podemos apresurar el crecimiento espiritual o la claridad en el discernimiento. Algunos árboles tardan veinte años en madurar plenamente, y lo mismo ocurre con la vida del alma. La paciencia y la confianza son esenciales, porque lo más importante no es el progreso rápido, sino establecer raíces firmes, raíces de entrega tranquila. Sin ellas, no es posible un crecimiento duradero. Pero cuando esas raíces son profundas, los frutos llegarán a su debido tiempo. Desde ese lugar enraizado, las respuestas que buscamos no sólo serán más claras, sino que estarán cimentadas en el amor y la sabiduría de Aquel que mejor nos conoce.

La pintora Erika Pochybova-Johnson es una artista autodidacta que infunde a sus obras un estallido de color y alegre energía. En su serie de cuadros de árboles, hace una observación sorprendente: la verdadera explosión de color no se encuentra en las ramas, sino en las raíces ocultas bajo la tierra. Bajo la superficie, pinta un mundo vivo y próspero, que nos recuerda que los cimientos invisibles son los que dan vida y fuerza a lo que aparece arriba. Del mismo modo que el discernimiento espiritual requiere unas raíces profundas e invisibles en Cristo, sus árboles también obtienen su vida de lo que se establece primero abajo. El cuadro también nos hace reconsiderar la idea de juzgar un libro por su cubierta o, más acertadamente, un árbol por sus ramas. Las ramas de nuestro árbol no han florecido (todavía), pero bajo la superficie se despliega una vida rica y vibrante.

by Padre Patrick van der Vorst


Letanías de la Humildad

(del Cardenal Merry del Val)

Jesús manso y humilde de Corazón, -Óyeme.

(Después de cada frase decir:Líbrame Jesús)

Del deseo de ser lisonjeado,

Del deseo de ser alabado,

Del deseo de ser honrado,

Del deseo de ser aplaudido,

Del deseo de ser preferido a otros,

Del deseo de ser consultado,

Del deseo de ser aceptado,

Del temor de ser humillado,

Del temor de ser despreciado,

Del temor de ser reprendido,

Del temor de ser calumniado,

Del temor de ser olvidado,

Del temor de ser puesto en ridículo,

Del temor de ser injuriado,

Del temor de ser juzgado con malicia

(Después de cada frase decir:Jesús dame la gracia de desearlo)

Que otros sean más amados que yo,

Que otros sean más estimados que yo,

Que otros crezcan en la opinión del mundo y yo me eclipse,

Que otros sean alabados y de mí no se haga caso,

Que otros sean empleados en cargos y a mí se me juzgue inútil,

Que otros sean preferidos a mí en todo,

Que los demás sean más santos que yo con tal que yo sea todo lo santo que pueda,

Oración:

Oh Jesús que, siendo Dios, te humillaste hasta la muerte, y muerte de cruz, para ser ejemplo perenne que confunda nuestro orgullo y amor propio. Concédenos la gracia de aprender y practicar tu ejemplo, para que humillándonos como corresponde a nuestra miseria aquí en la tierra, podamos ser ensalzados hasta gozar eternamente de ti en el cielo.

Amén.

 





















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