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sábado, 7 de septiembre de 2019

2 historias sorprendentes de personas que han saludado a Jesús en el sagrario



Desde que era un niño en la ciudad costera de Colón, el buen Jesús ha sido mi mejor amigo. Solía visitarlo en una capilla enfrente de mi casa, cada mañana, antes de ir al colegio. Cruzaba ilusionado por verlo en aquél hermoso sagrario. Me detenía por momentos a ver los vitrales. Se respiraba tanta paz. Me encantaba saludarlo, decirle que le quería.
Al pasar los años mi familia se mudó a Panamá, crecí, me casé y empecé a escribir artículos y libros compartiendo mis experiencias con Jesús Sacramentado. Así llegué a Aleteia. Un día sentí la necesidad de pedirle un favor a los lectores: “Cuando vayas al sagrario dile a Jesús: Claudio te manda saludos”.
Desde aquélla tarde empecé a recibir cientos de mensaje maravillosos. Personas que saludaban a Jesús y me compartían sus experiencias. Muchas historias me han sorprendido, pero hay dos que las llevo en el corazón.
La primera es un saludo sincero que una noche me llegó.
“Le escribo desde un pueblito en África. Aquí hay una capillita. He venido a saludar a Jesús en el sagrario y le dejé sus saludos”.
El segundo me lo compartió un sacerdote con el que suelo escribirme. Vive en Ecuador.
“No vas a creer lo que me acaba de ocurrir Claudio. Visité a un gran amigo en Quito. Fui en avión desde Guayaquil. Tenía un problema y quise escucharlo, consolarlo y confesarlo. De vuelta al aeropuerto me dijo: Cada mañana antes de ir al trabajo me desvío media hora por una vereda del camino, llega una capilla en un pueblito olvidado y allí descubro a Jesús en un sagrario.  Me quedo un rato haciéndole compañía y antes de marcharme le dejo saludos de un tal Claudio de Castro que escribe en Aleteia”.
Mi amigo sacerdote abrió los ojos de par en par sorprendido y le dijo impresionado: “¡Es increíble! Claudio es amigo mío. Vive en Panamá. Nos escribimos a diario”.
“Tenía que contártelo Claudio”, me dijo.
“Qué bueno es Jesús, que nos da estas alegrías”, le respondí”.
Hace poco me escribieron desde la Basílica de Guadalupe. Era un sacerdote: “En este momento entro a la basílica.  Le dejaré tus saludos a la Guadalupana y a Jesús en el sagrario”.
Jesús merece saber que lo amamos. Anda a verlo al sagrario. Díselo una y otra vez: “Jesús te amo”.
Y por favor ayúdame, ¿podrías saludarlo de mi parte?, dile: “Claudio te manda saludos”.
 Claudio de Castro, Aleteia


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