Ante el altar dedicado a María, Reina de la Paz, el Papa reflexionó sobre las bienaventuranzas, que como “hace dos mil años, tiene la misma fuerza, el mismo fuego que enciende hasta los corazones más fríos”.
Las bienaventuranzas “son el carnet de identidad del cristiano. Si alguno de nosotros se plantea la pregunta: “¿Cómo se hace para ser un buen cristiano?”, la respuesta es sencilla: es necesario hacer, cada uno a su modo, lo que pide Jesús en las bienaventuranzas”, expresó.
Lo dijo el Papa ante una multitud de 100.000 fieles que han venido de Mauricio y de las demás islas de esta región del Océano Índico para participar a la misa.
En la bienaventuranzas – afirmó- se “dibuja el rostro del Maestro, que estamos llamados a transparentar en lo cotidiano de nuestras vidas”, tal como hizo el llamado “apóstol de la unidad mauriciana”, el beato Jacques Désiré Laval, tan venerado en estas tierras”.
Bienaventuranzas que toman forma en “el amor a Cristo y a los pobres”, así como marcó la vida de Laval que fue un religioso francés que falleció en Mauricio en 1864 y beatificado en 1979.
De tal manera que Dios “lo protegió de la ilusión de realizar una evangelización “lejana y aséptica”. El Papa destacó que Laval fue un médico llamado por Dios al sacerdocio.
“Sabía que evangelizar suponía hacerse todo para todos (cf. 1 Co 9, 19-22): aprendió el idioma de los esclavos recientemente liberados y les anunció de manera simple la Buena Nueva de la salvación”.
El Obispo de Roma presidió la celebración eucarística que recordó también la solemnidad del 155º aniversario de la muerte del sacerdote y beato, Laval, cuyas reliquias se exhibieron en el altar.
“Fue solícito en brindar confianza a los más pobres y descartados para que fuesen ellos los primeros en organizarse y encontrar respuestas a sus sufrimientos”.
El Papa exhortó a cuidar este “impulso misionero” porque “puede darse que, como Iglesia de Cristo, caigamos en la tentación de perder el entusiasmo evangelizador refugiándonos en seguridades mundanas”.
El impulso misionero – destacó – tiene rostro joven y rejuvenecedor. Pero, indicó, “esto no siempre es fácil, porque exige que aprendamos a reconocerles y otorgarles un lugar en el seno de nuestra comunidad y de nuestra sociedad”.
Francisco advirtió que a pesar del crecimiento económico que tuvo la isla en las últimas décadas, “son los jóvenes los que más sufren, ellos son quienes más padecen la desocupación”.
“Un futuro incierto que los empuja fuera del camino y los obliga a escribir su vida al margen, dejándolos vulnerables y casi sin puntos de referencia ante las nuevas formas de esclavitud de este siglo XXI”.
El Papa pidió de apoyar a los jóvenes, pues “debemos invitar a encontrar su felicidad en Jesús; pero no de forma aséptica o lejana, sino aprendiendo a darles un lugar, conociendo “su lenguaje”, escuchando sus historias”.
Los jóvenes “son bienaventurados de Dios”. ¡No nos dejemos robar el rostro joven de la Iglesia y de la sociedad; no dejemos que sean los mercaderes de la muerte quienes roben las primicias de esta tierra!”.
En ese santuario mariano, exclamó con fuerza: “No nos olvidemos que quien convoca con fuerza, quien construye la Iglesia, es el Espíritu Santo”.
“La imagen de María, la Madre que nos protege y acompaña, nos recuerda que fue llamada la “bienaventurada”.
“A ella que vivió el dolor como una espada que le atraviesa el corazón, a ella que cruzó el peor umbral del dolor que es ver morir a su hijo, pidámosle el don de la apertura al Espíritu Santo, de la alegría perseverante, esa que no se amilana, ni se repliega, la que siempre vuelve a experimentar y afirmar que “el Todopoderoso hace grandes obras, su nombre es santo”.
En su homilía, celebró la iglesia misionera, la población multiétnica, tolerante, y la diversidad de esa pequeña isla situada al este del continente africano, que tiene una población predominantemente hindú, aunque con importantes minorías católicas y musulmanas.
Alrededor de 30% de la población de Mauricio es formada por cristianos, en su mayoría católicos.
Sucesivamente, el Papa visitará el mausoleo de Laval. Cada año, cerca de 100.000 peregrinos visitan su tumba, al noreste de Port Louis, en la noche del 8 de septiembre, para conmemorar su muerte. Este año, sin embargo, esa peregrinación fue adelantada un día para hacer lugar a la visita de Francisco.
Al final de la misa, el obispo de Port Louis, cardenal Maurice Piat, C.S.Sp., dirigió su saludo al Papa e informó que la población de la isla comenzó a plantar unos 200.000 árboles antes de la visita, y, le ofreció el compromiso de la Iglesia para seguir con la preservación del ambiente natural local.
Antes de la bendición final, el Papa pronunció algunas palabras de agradecimiento para despedirse de los fieles de la isla. Esta tarde se encontrará con el presidente del país y las autoridades civiles, antes de viajar de regreso a Roma.
Ary Waldir Ramos Díaz, Aleteia
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