Si algo nos ha hecho valorar esta pandemia es a la familia. Cuidarla nos resulta hoy más importante que nunca.
¡Cuántas veces habremos escuchado ese viejo adagio que dice “no valoramos lo que tenemos hasta que lo perdemos”! Si algo nos ha hecho valorar esta pandemia es a la familia. Renunciar a los abrazos, el hecho de no poder sentarnos todos alrededor de la mesa en Nochebuena son cosas que nunca ocuparon nuestras pesadillas. Lo dábamos por hecho como si fuera inalterable o nos perteneciera.
La realidad es que esta pandemia, además de un virus mortal, nos trajo dos lecciones inolvidables:
- Podemos quedarnos sin esos momentos que nos parecen tan nuestros, como abrazar a quien quieres con los ojos cerrados para concentrar los innumerables beneficios del abrazo.
- Valoramos como se merece a la familia.
Año de la familia
Me niego a que el 2020 se le conozca como el año del Covid. Para mí es el año de la familia, el año en que hemos sido conscientes del inmenso tesoro que Dios nos ha regalado. Precisamente Él, que quiso nacer en una familia, nos mostró su valor en la primera Navidad pues la familia es la gran embajadora del amor de Dios en la tierra. Además, Jesús, en sus 33 años de vida, dedicó 30 a hacer familia, a ser el hijo del carpintero y el hijo de María.
Es en la familia donde te quieren a pesar de haber padecido tu peor parte. Te quieren incluso sin el café de la mañana. Solo por ser tú, así se quiere en la familia y así, aunque de un modo más perfecto, nos quiere Dios que nos conoce hasta los huesos desde toda la eternidad.
La familia es una pieza clave en el plan de Dios, en ese plan diseñado de forma personalizada para cada uno y para toda la humanidad en su conjunto. Y aquí la Sagrada Familia juega un papel primordial, pero también la tuya, sea como sea, e incluso la mía con todas sus imperfecciones.
Por eso tenemos que cuidar a la familia a todos los niveles:
Cuidar el matrimonio
Cuidar el matrimonio, sin dar categoría de problemas a asuntos a solucionar. Benigno Blanco en una conferencia explicaba que el hecho de que un día tengas ganas de tirar a tu mujer por la ventana no significa que tu matrimonio no funcione. La convivencia puede traer dificultades pero el sacramento del Matrimonio tiene el poder para superarlas.
Una de estas tardes de Navidad he tenido el gran privilegio de pasar la tarde con una amiga joven que se acaba de quedar viuda. Su marido falleció recientemente por culpa del Covid, y me habló de la fuerza de Sacramento. Y para que nos hagamos una idea, las alianzas, los anillos de oro que nos ponemos en las bodas son auténticos sacramentales, como el agua bendita.
Cuidar a los hijos
Cuidar la educación de los niños. Tenemos que educar a nuestros hijos para que vivan cerca de Dios pues esta prioridad nos asegura el resto de su educación. Porque cuando estamos cerca de Dios las capacidades humanas se potencian al 100%. Los niños que quieren entrar en el cielo, lucharán por ser buenas personas, buenos estudiantes y tendrán la capacidad de discernir acertadamente con sus amistades.
Cuidar a los que nos cuidan
Cuidar a los que cuidan a las familias. Muchas veces, esos abuelos que con sus oraciones solitarias y silenciosas sostienen a toda una familia . A ellos es importante recordarles que confíen que Jesús nunca nunca llega tarde a pesar de que te parezca que se duerme en el peor momento en la tormenta. Y es que, cada vez que van a Misa y ponen en el Sagrario a sus hijos, nietos y bisnietos, consiguen dos cosas:
- Sacarle las entradas al cielo a todos sus seres queridos
- Obtendrán la paz de saber que es la Sagrada Familia la que seguirá cuidándolos cuando a falten las fuerzas pues el Sagrario es el mejor horno donde meten la masa de problemas y lo convierte en un bizcocho de soluciones.
Y para terminar te dejo con una jaculatoria que repetía mucho San Josemaría: “Jesús, María y José, que esté siempre con los tres”.
Mar Dorrio, Aleteia
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