¡Cuántas personas esperan que su esposo o esposa cambie por fin a lo largo del año que comienza! ¿Se verá su deseo cumplido finalmente?
Con el año nuevo, la espera de una renovación vuelve a surgir en muchas parejas. Cuántas veces, esperando un cambio en nuestro cónyuge, pensamos: ¿mi pareja cambiará por fin este año? Y nos hacemos muchas preguntas…
“¿No podría pisar un poco el freno en el trabajo para dedicar más tiempo a su familia?”, “¿Cuándo se dará cuenta de que a menudo necesito que hablemos de nosotros, de nuestra pareja, de nuestros problemas?”, “¿Se da cuenta del lugar prioritario que concede a su madre?”, “Me gustaría tanto que me acompañara a la misa del domingo”, “Cuando nos conocimos, veía sus defectos, pero pensaba que cambiaría”, etc.
La lista de deseos insatisfechos podría continuar hasta el infinito, deseos que chocan naturalmente contra la prodigiosa fuerza de inercia del otro, cuando se considera víctima de un acoso sin fundamento.
Pero entonces, ¿el cónyuge decepcionado debe dejar de esperar un cambio de comportamiento en su pareja? ¿Debe resignarse a vivir con alguien inmutable? Eso supondría pensar que el ser humano es incapaz de evolucionar.
Invitar a cambiar, pero no forzar
Los deseos no deben percibirse como órdenes disfrazadas
En cambio, hay actitudes que producen el efecto contrario. Así, querer cambiar a cualquier precio y por todos los medios al otro (lo mismo ocurre con el adolescente que queremos formatear), sólo puede generar una “resistencia” en el cónyuge.
Como consecuencia, es importante en un primer momento aceptar al otro tal y como es. Puede ser paradójico, pero nos volvemos capaces de evolucionar cuando primero nos hemos aceptado y amado tal y como somos.
Prueba de ello es una mujer que me dijo un día: “Durante veinte años intenté cambiar a mi marido. Cuando renuncié a intentarlo, ¡cambió!”.
¿Esto implica que hay que ocultar nuestros deseos? En absoluto. Pero sobre todo es importante que no se perciban como órdenes disfrazadas, como suele ser el caso, sino como una invitación no forzosa que significa:
“Me gustaría que escucharas mi petición, pero te querré igual si no lo haces. Eres libre y, si lo haces, que no sea por obligación, sino como un regalo, un regalo de amor que me hagas”.
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Por Denis Sonet, Edifa Aleteia
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