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domingo, 10 de enero de 2021

¿Cómo gestionar las amistades de nuestros hijos adolescentes?

 

TEENAGE GIRLS


Las amistades son fundamentales para vida de los adolescentes. Como padres tenemos que estar pendientes para ayudarles en caso de verles en peligro.

Las amistades adolescentes tienen mucha relevancia en el desarrollo afectivo del niño. Por eso, como padres, hay que supervisar las relaciones de amistad. Pero cuidado, conviene encontrar el justo equilibrio entre ser intrusivos y darles libertad.

Thérèse abre los ojos como platos: Su hijo Paul, de 16 años, entra en el apartamento familiar acompañado de un energúmeno de tez pálida cubierta de piercings. Ya la semana anterior lo había pillado tirado en el sofá delante de la consola con un grupo de adolescentes bebiendo cerveza. “Quizás no sean chicos malos, pero su aspecto no habla en su favor”, suspira la madre. “No sé cómo reaccionar”.

La edad de la amistad

La adolescencia es la edad del grupo y de los amigos, una etapa esencial que hay que respetar. “Estas amistades permiten construir su personalidad, forjar su identidad, su estima personal, apoyándose en los demás”, señala el padre Arthur de Leffe.

Identificarse con un grupo, compartir un mismo lenguaje y unos mismos valores son elementos capitales que tienen un impacto fuerte sobre la autoestima. Pero ¿de qué tipo de amigos se trata?

Existen grados en la amistad, desde un simple colega a un amigo íntimo. Para favorecer este discernimiento, corresponde a los padres dar, antes de la adolescencia, unos criterios para conocer qué es una buena amistad, para saber respetar al otro, para fomentar una admiración recíproca, sin olvidar la búsqueda del bien…

“Cuidado, la amistad puede ser un lugar de autoconstrucción, ¡pero también de destrucción!”, advierte el padre Arthur de Leffe. “Se lo digo a los adolescentes: cuando, el día después de una salida entre amigos, no te sientas orgulloso de ti mismo, significará que sabes que esa amistad no es buena. Es labor de los padres ubicar muy pronto a los jóvenes en lugares donde vayan a desarrollar amistades hermosas que les libren de relaciones malsanas”.

El equilibrios de los padres de adolescentes

Para desempeñar ese papel estructurador necesario para el adolescente, los padres no tienen otra solución que implicarse y permanecer vigilantes. Pero es muy importante encontrar el equilibrio entre intrusión y libertad total, porque no se supervisa a un adolescente igual que a un niño de 7 o de 10 años.

Sin embargo, el adolescente no tiene todos los derechos, y aún siguen vigentes las reglas enunciadas en la infancia –como el respeto a los demás, la participación en las tareas domésticas, la cortesía–.

“Es todo un arte crear para esta edad unos límites flexibles, elásticos, que tengan en cuenta la individualidad de cada uno”, expresa la psicoterapeuta Virginie Tesson.

Felices en casa

“Mi hija Madeleine, de 14 años, conoció a una amiga más joven que ella en un club de equitación”, cuenta Camille. “De hecho, la pequeña confiaba en Madeleine y le contaba anécdotas sobre la vida más bien revuelta de su madre. Tuve una buena discusión con ella y, como observé su propia fragilidad y su inquietud, le pedí que pusiera fin a esta relación nociva. Desde que eran niños, he tenido el hábito de repasar los acontecimientos con mis hijas”.

Si se instalan desde la infancia buenos hábitos de confianza, diálogo y vida de oración, los padres encontrarán menos dificultades en la adolescencia. Un niño feliz en familia se verá menos tentado por las conductas de riesgo.“El vínculo se construye antes de la adolescencia”, confirma Virginie Aubry, consejera familiar y conyugal.

Permiso para salir

Con la irrupción del grupo en la vida del adolescente, se plantea muy rápido la delicada cuestión de la autorización de las salidas. Anne llama sistemáticamente a los padres de los amigos que invitan a su hija Clémence, de 14 años, incluso cuando no los conoce. “Quiero saber si estarán allí durante la actividad, de lo contrario, mi hija no va”.

Para Pierre, de 16 años, la cantinela del viernes es: “Por cierto, vamos a ir a casa de un colega esta noche con los amigos”, murmura en un arte de confusión que los adolescentes adoran especialmente. ¿Quién es el colega, quiénes son “los amigos”? El diálogo permite averiguar quién forma parte del grupo y en casa de quién es la actividad. La intervención del padre es bienvenida para definir juntos un marco y acordar la hora de regreso a casa.

¿Puedo dormir en casa de …?

Muy a menudo, los adolescentes que salen de noche reclaman dormir en casa de algún amigo. Para Camille, no es discutible: “Como si tengo que levantarme a las 3 de la madrugada, pero voy a recogerla en coche. Es importante si mi hija se siente incómoda que pueda contar con nosotros. Hay que asumir las responsabilidades”.

Isabelle, que tiene cuatro hijas adolescentes, repite a menudo: “No tenemos que creernos más fuertes de lo que somos. Ahora no es el momento de dejarlas a su aire”. Estas situaciones son con frecuencia la oportunidad para una conversación profunda sobre la vida afectiva y sexual y las relaciones entre niños y niñas.

Elemento importante: interesarse por sus salidas. “No con forma de interrogatorio”, continúa Isabelle, “sino para hacerles reflexionar sobre las condiciones de una buena salida de ocio: ¿Cómo te sentiste con tus amigos? ¿Qué pensaste del ambiente y de la actitud de todos? Eso le permite afinar su discernimiento”.

Según explica Virginie Tesson: “El objetivo es, sobre todo, saber si se reúnen las condiciones para que sea un buen fin de semana y que el niño esté cómodo. ¿Quién estará allí? ¿Cómo se organizará?”.

En cuanto al recurso de la prohibición, hay que usarlo con moderación. “Para mí, la prohibición es similar a las vallas quitamiedos en una carretera”, prosigue Virginie Tesson. “No es una forma de educación, es un último recurso cuando sentimos que el niño está en peligro. Si la prohibición es sistemática, corremos el riesgo de desplazarlo del grupo, de hacer que se rebele o incluso que se esconda para actuar a su antojo”.

Confiar incluso desde la diferencia

Una actitud receptiva y bondadosa por parte de los padres es necesaria para mantener el vínculo y la confianza. Es la elección que toma Anne, madre de tres hijos, partidaria de un modelo de hogar abierto.

“Estos vínculos amistosos que se crean con nosotros permiten supervisar mejor las relaciones que frecuenta que a través de una palabra categórica o una desconfianza visible. Ven que no desconfiamos de sus amigos”. Para algunos adolescentes más inconformistas, invitar a amigos diferentes es quizás un medio de poner a prueba a los padres y ver si pueden desestabilizarlos. “Hay un mensaje que descifrar. El joven pide implícitamente a sus padres si pueden confiar en él hasta en la diferencia”, sugiere Virginie Aubry.

Evitar la crítica sistemática

Una vez los padres están solos con los hijos, conviene evitar la crítica sistemática a cualquier precio. No haría sino reforzar los vínculos de banda, según afirma Maryse Vaillant, especialista en adolescentes.

En cambio, podemos plantear preguntas sobre aquello que el o la adolescente comparta con sus “amigos”, para invitarle a reflexionar. Camille admite que “el secreto es no descuidar el pasar un poco de tiempo en su habitación después de cenar, interesarse por él, por su vida. A menudo, ese es el momento en que confiesan en pocas palabras algún temor o alguna anécdota. También aprovecho ese momento para decir lo que pienso de algún amigo, con delicadeza, para que conozcan nuestro punto de vista”.

Escuchar

Saber escucharles y conservar el vínculo pase lo que pase es todo un arte. “Que los padres cuiden con todo su ser la relación con sus hijos”, aconseja Virginie Tesson.

“Que no lo vean únicamente como un títere, con sus buenas notas y su buena apariencia, sino como una persona con sus penas y alegrías. Si tiene una buena autoestima, no se verá tentado por amistades peligrosas, cosa que hay desarrollar a través de una relación de amor basada en la confianza y el respeto mutuos”.

La relación se construye a contracorriente, insiste Virginie Aubry: “Cuando la connivencia se ha instalado desde la infancia, es raro que se pierda en la adolescencia”. Depende de los padres hacer entender a su hijo que quieren colaborar, no contra él, sino con él, para su felicidad.

Florence Brière-Loth, Edifa

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