Recuerda y medita sobre el pasado año para enfocar el 2021 con alegría y confianza
Quiero mirar agradecido el año que ha terminado. Quiero mirarlo sin rencor, sin enojo, sin lágrimas. Sólo quiero detenerme a agradecer por todo lo bueno que he recibido.
En medio de muertes, enfermedad, cubrebocas, distancias sociales, conflictos, crisis y miedos. ¿Es posible agradecer por lo bueno mientras estoy llorando por lo malo que ha sucedido?
Creo que sí, aunque no es tan fácil.
Mi tentación es echarle en cara a Dios, o a los hombres, las maldades que padezco. Como si fueran otros los culpables y no yo.
Por lo general, tiendo a dar gracias por lo bueno, pero no tanto por lo malo. Estoy feliz por los éxitos cosechados y me duelen los fracasos que he sufrido. Me llenan de paz los abrazos que recibo y no tanto las distancias o el rechazo del amor que deseo.
Por eso no es tan evidente que al acabar el año pueda agradecer.
Mirar las cosas como María
Hoy me detengo y miro a María en Belén, al empezar el año y de rodillas le doy gracias. ¿Acaso no ha estado Ella presente en medio de todos mis días? ¿No sujetaba Ella el timón de la barca en medio de la tormenta?
Sí, mire donde mire la veo caminar al ritmo de mis pasos. ¿Por qué voy a tener miedo si Ella no ha dejado de abrazarme? Ella siempre está ahí, ha estado durante este año y estará conmigo el que empieza.
Y me enseña una forma diferente de vivir la vida, agradeciendo, meditándolo todo en el corazón:
«María, por su parte, conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón».
Quiero aprender a meditar sobre mi vida como lo hizo Ella. ¿Qué he vivido este año? ¿Cuáles son los regalos que me han caído del cielo? ¿Y las cruces y dificultades que me han hecho sufrir? ¿Qué impresiones guardo como un tesoro dentro del alma?
Año 2020
La resonancia de los acontecimientos ha dejado una huella. Ha sido el año de la pandemia, de la enfermedad, de la soledad, de los límites, de los planes imposibles, de los proyectos truncados, de las injusticias y las crisis. Un año tan difícil para todos…
En medio de los dolores compartidos, medito en silencio, dejo que pasen las horas por mi alma meditando en el silencio de mi corazón.
No tengo miedo a los sentimientos que afloran. Sé que no me voy a encontrar con nada malo. Simplemente necesito tiempo y fuerza para ponerme en presencia de Dios, sólo eso.
Y miro hacia atrás conmovido. ¡Cuántos recuerdos corren por mi alma queriendo dejar su impronta y no ser olvidados! Tantas cosas han pasado. Tanta vida como ríos desbordados.
Corro el riesgo de olvidar lo importante y quedarme sólo con un regusto amargo en los labios al pensar en todo lo que no ha sido posible.
¿Qué cosas pasaron y qué mensaje llevan?
No quiero acordarme solo de lo doloroso. Pongo la mirada en lo vivido, en todo lo bueno que se me ha regalado. No ha sido un año vacío. Han pasado muchas cosas en mis días.
Quizás menos viajes, menos movimiento, menos estar fuera de casa. Tal vez más angustias, más ansiedades, más preocupaciones y más miedos. Y mucha vida honda, callada, calmada.
Quiero mirar a María que me ayuda a meditarlo todo en mi corazón. ¿Qué me querrá decir Dios con todo lo que ha pasado?
Quizás Él quiere que no le dé tanta importancia como antes a lo superfluo. Que me fije en lo realmente valioso y fundamental de mi vida.
Que comprenda que es un lujo tener libertad y hacer lo que quiero, un lujo abrazar a los que amo sin barreras prudentes. Un lujo levantarme cada mañana con salud, pudiendo respirar, estando sano y con unas mínimas seguridades. Un lujo tener un lugar donde vivir y personas que me quieren.
Es un lujo poder amar a los míos y saberme amado por ellos. Un amor incondicional, limitado, pero que trasparenta el amor de Dios en mi vida.
Entresaco con paciencia todo lo bueno de estos meses. Todo lo que he aprendido.
He tenido más tiempo para conocer mi alma, saber mejor cómo soy, quién soy y cómo reacciono ante las dificultades.
Agradecimiento por ayer, confianza para mañana
Aprender de la vida es mi tarea cada año. Por eso miro agradecido hacia atrás. Y muy confiado hacia delante. Dios bendice mis pasos con su paz:
El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor. El Señor te muestre tu rostro y te conceda la paz».
Una mirada de Dios sobre mi vida me calma. Me ama y eso que sabe perfectamente cómo soy. Ha visto mi pecado y mi debilidad. Ha contemplado mis pensamientos llenos de rencor o maldad.
No se sorprende al ver mis límites y conocer mis impurezas. Me sonríe y me hace creer que puedo ser mejor de lo que yo creo.
Miro este nuevo año con un corazón alegre. Dios puede hacer muchos milagros en mi vida si me dejo hacer por Él. No tengo miedo.
Él sabe que soy de barro y eso me gusta. El barro en sus manos puede llegar a ser una obra de arte.
Me dejaré hacer al comenzar este año. Soñaré con el que puedo llegar a ser. Y sonreiré a la vida feliz por lo que me ha dado. Los sueños se harán realidad en medio de tantas dificultades. No importa, nada es imposible para Dios.
Carlos Padilla Esteban, Aleteia
Vea también Reglas de Discernimiento de Espíritu - S. Ignacio de Loyola
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