El amor de muchas parejas se ve reflejado en las miradas que se dedican entre ellas.
¿Cómo es la mirada de quienes se aman? Al comienzo de su relación, los amantes se miran con fascinación y admiración. Pero unos pocos años después del matrimonio, esta chispa se desvanece. ¿Qué se puede hacer para asegurar que aún brille en los ojos de la pareja?
Es algo conmovedor: sorprender a dos amantes que se miran, que incluso sin decirse una palabra se contemplan, deslumbrados y felices. La cara es la parte del cuerpo que más revela a la persona y subraya su singularidad. Aunque el rostro no lo dice todo sobre el otro, es la pantalla donde cada uno trata de percibir la agitación del corazón del amado, de penetrar su misterio, la sinceridad de sus sentimientos, sus emociones más ocultas.
¡Qué tristeza cuando ves la indiferencia en los ojos de tu cónyuge! No puedes dejar de preguntarte si todavía hay amor, si todavía tiene interés por ti, ya que ya no intenta leer el universo de tus sentimientos en tu cara. Tu sufrimiento es entonces comprensible porque la indiferencia mata. Más que el odio, que a menudo no es más que un amor frustrado.
Pero entonces, ¿qué puedes hacer para despertar más deseo y admiración en los ojos de tu cónyuge?
Recrear las condiciones adecuadas
La solución a tu frustración sería averiguar primero por qué tu cónyuge ha perdido el hábito de mirarte. Si se tratara de un declive o de una ausencia de amor, sería importante recrear las condiciones en las que puede renacer: no hay que sobrecargar al cónyuge abrumándole con la atención; no hay que ser ese mendigo de amor que, más que la admiración, puede despertar un sentido de lástima.
Y no hay que ser, como dijo Nietzsche, «el dragón de su tesoro», obligándole a amar, porque el amor solo florece en la libertad. Se trata de recuperar la auto-confianza, de ser atractivo/a porque sí, y no, en primer lugar, para recuperar el afecto perdido.
Otras razones también podrían explicar esta lejanía. Por ejemplo, puede ser que las preocupaciones diarias de tu cónyuge, la sobrecarga de las tareas familiares, se hayan convertido en una prioridad para él o ella: «¡No tenemos tiempo para acurrucarnos! ¡Hay cosas más urgentes que hacer!». La rutina se ha arraigado progresivamente en la relación. También puede atribuirse a un agravio fundamental recurrente, revelado por una actitud a menudo agresiva.
El asombroso poder de la mirada
Finalmente, es posible que quien duda del amor del otro se incline a buscar esa mirada que espera: ¡se te mira menos cuando miras demasiado! «Me está agobiando con sus miradas», dijo una mujer. Y en este caso, a menudo basta con mirar menos para que tu cónyuge, temiendo entonces no contar más, trata de adivinar lo que está pasando y mira más.
Cuidado con cualquier reproche, podemos decir cuánto nos gustaría revivir los momentos de antaño en los que cada uno leía en los ojos del otro esa pequeña luz de admiración, esa pequeña estrella de amor que hace brillar los ojos y los ilumina.
El poder de una mirada es asombroso.
Denis Sonet, Edifa Aleteia
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