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viernes, 1 de enero de 2021

Evangelio del día

 


Evangelio según San Lucas 2,16-21.

Los pastores fueron rápidamente y encontraron a María, a José, y al recién nacido acostado en el pesebre.
Al verlo, contaron lo que habían oído decir sobre este niño,
y todos los que los escuchaban quedaron admirados de lo que decían los pastores.
Mientras tanto, María conservaba estas cosas y las meditaba en su corazón.
Y los pastores volvieron, alabando y glorificando a Dios por todo lo que habían visto y oído, conforme al anuncio que habían recibido.
Ocho días después, llegó el tiempo de circuncidar al niño y se le puso el nombre de Jesús, nombre que le había sido dado por el Angel antes de su concepción.


Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.


Bulle

San Pío X (1835-1914)
papa 1903-1914
Encíclica “Ad diem illum laetissimum” (Libreria Editrice Vaticana), trad. sc©evangelizo.org


Llamados hijos de María

¿María no es la Madre de Dios? Es también nuestra madre. Un principio a establecer es que Jesús, Verbo hecho carne, es al mismo tiempo el Salvador del género humano. Tiene un cuerpo como los otros hombres en tanto que Dios-Hombre. En tanto que Redentor de nuestra raza, tiene un cuerpo espiritual, místico, que es la sociedad de cristianos ligados a él por la fe. “Todos nosotros formamos un solo cuerpo en Cristo” (Rom 12,5). La Virgen concibió al Hijo de Dios no sólo para que recibiendo de ella la naturaleza humana se hiciera hombre. También, para que por medio de la naturaleza recibida de ella, fuera el Salvador de los hombres. Esto explica la palabra de los ángeles a los pastores: “Les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor” (Lc 2,11).
En el casto seno de la Virgen, dónde Jesús ha tomado una carne mortal, ahí mismo se ha unido un cuerpo espiritual de todos los que debían creer en él. Podemos decir que, teniendo a Jesús en su seno, María tenía también a aquellos para quienes la vida del Salvador contenía la vida. Nosotros, que unidos a Cristo somos “los miembros de su cuerpo” (Ef 5,30), conformados de su carne y sus huesos, tenemos origen en el seno de la Virgen, del que salimos un día, como cuerpo unido a su cabeza.
Por eso, en sentido espiritual y místico, somos llamados hijos de María y ella es Madre nuestra. (…) Si la bienaventurada Virgen es a la vez Madre de Dios y de los hombres, sin dudas ella se ocupa con todas sus fuerzas, junto a su Hijo, “cabeza del cuerpo que es la Iglesia” (Col 1,18), para que sobre nosotros, sus miembros, derrame los dones de su gracia. Particularmente, aquellos para conocerla y para que “tengamos Vida por medio de él”, su Hijo. (1 Jn 4,9). (EDD)





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