Un texto colgado en el corcho de un ambulatorio en España se ha hecho viral en las redes: ¿conoces a "niñatos de 10 años con móviles de 600 pavos"?
La sala de espera de una consulta médica es un microcosmos. En unas horas sueles haber visto todo tipo de personajes, como desfilando por el escenario del gran teatro del mundo. Las conversaciones, las miradas, las posturas… todo explica las preocupaciones y los afanes de unas personas y otras.
El hecho de estar más o menos cerca del dolor te hace sentir más vulnerable. Para los inquietos, que no pueden resistir tanto tiempo pegados a la silla, queda la posibilidad del paseo para estirar las piernas y de la lectura minuciosa de todo lo que está colgado en las paredes: desde una reclamación sindical hasta el programa de un curso para familiares de pacientes.
La cartelería es un sistema de comunicación casi prehistórico. Y curiosamente muy pronto ocupó un lugar importante en la transmisión de quejas y reivindicaciones. La imprenta hizo, además, que el sistema cuajara más allá de los bandos clavados sobre la madera de los portones y los mensajes a lo Robin Hood, sobre el tronco de un árbol.
Una reflexión para los padres de ahora
En la era digital, el sistema ha tomado nuevos bríos. Pongamos por caso el de un ambulatorio de Marín (Pontevedra), en Galicia, donde un trabajador imprimió y colgó en el corcho una reflexión sobre los niños malcriados. Ha sido tal el éxito de su contenido, que en las redes vuelve a tener un nuevo ímpetu. De la red llegó al papel y del papel ha regresado a la red.
El texto, de un folio, arremete contra esos niños que lo tienen todo y esa educación permisiva de los padres que lo consienten:
“Niñatos de 10 años con móviles de 600 pavos, crías de 15 con extensiones de pelo de 500 euros, imberbes de 18 con cochazos de 24.000 euros, gafas de sol de 300 pavos, pantalones de 200 euros, zapatillas de 150 euros, estudiantes que se pagan unos viajes al extranjero por 1.500 pavos a países donde sus padres no irán jamás en la vida”.
Mimar es el camino fácil
Seguramente el éxito del folio radica en que todos nosotros hemos visto a niños y adolescentes que responden a esa descripción. Y vemos familias en las que los padres no tienen la fortaleza suficiente como para poner rumbo en otra dirección. Mimar es más cómodo que dirigir.
“Y mientras -sigue el texto de la pared- los padres o sin trabajo, o con trabajo, con sueldos de mierda, con la misma ropa año tras año, sin ir de vacaciones y con coches de hace 20 años… A mí no me vale eso de le doy a mi hijo todo lo que yo no he tenido. A mí me vale lo de cuando seas padre comerás huevos”.
La reflexión va dirigida a los progenitores de niños de generación Z (nacidos entre 1995 y 2010) o padres de niños más pequeños. “Les damos la libertad de decidir que no tuvimos, les damos estudios que no tuvimos, vacaciones que no tuvimos y muchas más cosas que nosotros solo pudimos soñar. Esa es la buena educación. Lo demás es malcriarlos… y deformar la realidad de sus vidas, ya que vivirán más acomodados de niños que de adultos”.
Una lección acerca de lo que importa
El autor o autora del controvertido texto, no quiso despedirse sin lanzar una alternativa a esa educación tan deficiente: “Dale a tus hijos amor, cariño, educación, respeto y sabiduría, lo demás lo conseguirán por sí mismos”.
Y ahora llega el momento de ponerse manos a la obra: ¿a qué edad le voy a dar un celular al niño? ¿con qué gasto? ¿le concedo todo lo que reclama? ¿hasta dónde consiento sus caprichos por pereza o timidez? ¿Soy consciente de que un niño que lo tiene todo es un niño blando, al que luego es imposible pedirle que responda con fortaleza?
Es posible que los que reparan en el folio consideren que ha sido una suerte encontrarlo. Regresarán a casa con doble receta: la del médico y la del texto colgado del corcho.
Dolors Massot, Aleteia
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