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sábado, 20 de febrero de 2021

Evangelio del día

 

ChristianArt 
 
Lucas 5, 27-32 No he venido a llamar a los virtuosos, sino a los pecadores al arrepentimiento
 
 

The Shankly Gates, Fotografía de Kevin Elias, Fotografiada en 2019,
Impresión en gelatina de plata en blanco y negro © Kevin Elias / Liverpool FC

En aquel tiempo, vio Jesús a un publicano, llamado Leví (Mateo), sentado en su despacho de recaudador de impuestos, y le dijo: “Sígueme”. Él, dejándolo todo, se levantó y lo siguió.

Leví ofreció en su casa un gran banquete en honor de Jesús, y estaban a la mesa, con ellos, un gran número de publicanos y otras personas. Los fariseos y los escribas criticaban por eso a los discípulos, diciéndoles: “¿Por qué comen y beben con publicanos y pecadores?” Jesús les respondió: “No son los sanos los que necesitan al médico, sino los enfermos. No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores, para que se conviertan”.

Comentario

San Alfonso María de Ligorio (1696-1787)
obispo y doctor de la Iglesia
Del trato familiar con Dios, (“Manière de converser avec Dieu”, Le Laurier, 1988), trad. sc©evangelizo.org


¡Vuelvan a mí y vivirán!

¿Quieren dar a Dios, que los ama, una marca de extrema confianza con la que será conmovido? Cuando cometen una falta, no duden en correr enseguida y postrarse a sus pies para pedirle perdón.
Comprendan bien, Dios está tan inclinado a perdonar, que si los pecadores se obstinan en vivir lejos de él privados de su gracia, gime sobre su perdición y les hace escuchar los llamados de su ternura: "¿Por qué quieres morir, casa de Israel? Yo no deseo la muerte de nadie –oráculo del Señor–. Conviértanse, entonces, y vivirán" (cf. Ez 18,31-32). Dios promete recibir al alma fugitiva, en cuanto viene a tirarse en sus brazos: "Vuelvan a mí y yo volveré a ustedes" (cf. Za 1,3).
¡Si los pobres pecadores comprendieran con qué bondad Nuestro Señor los espera para perdonarlos! "A pesar de todo, el Señor espera para apiadarse de ustedes" (cf. Is 30,18). ¡Si comprendieran qué prisa tiene, no de castigarlos sino verlos convertidos para abrazarlos y estrecharlos contra su corazón! Escuchemos su solemne declaración: "Juro por mi vida –oráculo del Señor– que yo no deseo la muerte del malvado, sino que se convierta de su mala conducta y viva" (Ez 33,11). (...) Cuando un alma se arrepiente por haberlo ofendido, declaró formalmente Dios que pierde hasta el recuerdo de sus pecados: "Ninguna de las ofensas que haya cometido le será recordada: a causa de la justicia que ha practicado, vivirá" (Ez 18,22).
Entonces, en cuanto caen en alguna falta, eleven los ojos hacia Dios, ofrézcanle un acto de amor y, confesando su pecado, cuenten firmemente con su perdón. (EDD)





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