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sábado, 12 de junio de 2021

Evangelio del día

 

ChristianArt 
 
Lucas 2:41-51 Lo encontraron en el Templo, sentado entre los doctores
 
 

Cristo entre los doctores, Pintado por el Maestro de los Reyes Católicos, Pintado entre 1495 y 1497,
Óleo sobre tabla © National Gallery of Art, Washington

Todos los años, los padres de Jesús iban a Jerusalén para la fiesta
de la Pascua. Cuando él tenía doce años, subieron a la fiesta
como de costumbre. Cuando volvían a casa después de la fiesta,
el niño Jesús se quedó en Jerusalén sin que sus padres lo supieran.
Suponían que estaba con la caravana, y sólo después de un día de
viaje fueron a buscarlo entre sus parientes y conocidos. Al no
encontrarlo, volvieron a Jerusalén buscándolo por todas partes.

Tres días más tarde, lo encontraron en el Templo, sentado en
medio de los doctores, escuchándolos y haciéndoles preguntas; y
todos los que lo escucharon se quedaron asombrados de su inteligencia
y de sus respuestas. Al verle, se sobrecogieron, y su madre le
dijo: "Hijo mío, ¿por qué nos has hecho esto? Mira que tu padre y
yo hemos estado preocupados buscándote'.

¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que debía estar ocupado
con los asuntos de mi padre? Pero ellos no entendieron lo que quería
decir.

Entonces bajó con ellos, vino a Nazaret y vivió bajo su autoridad.
Su madre guardaba todas estas cosas en su corazón.

Comentario


Bulle

San Amadeo de Lausanne (1108-1159)
monje cisterciense, obispo
Homilía mariana 4, (Mariale III, coll. Pain de Cîteaux 7, Abbaye de Chambarand, 1960), trad. sc©evangelizo.org


“Su madre conservaba estas cosas en su corazón” (Lc 2,51)

Frecuentemente, olvidando comer y beber, María velaba para pensar en Cristo, para ver a Cristo en su propia carne. Ardía de amor por él, amaba apasionadamente servirlo. Frecuentemente hacía lo que canta el Cantar de los Cantares: “Duermo pero mi corazón vela” (Ct 5,2). Durante su reposo, seguía soñando con el que había llenado sus pensamientos durante todo el día. Ya sea que velara o reposara en la paz, vivía siempre en él, ocupándose de él.
Dónde estaba su tesoro, ahí también estaba su corazón. Dónde estaba su gloria, también estaba su espíritu. Con todo su corazón, todo su espíritu, todas sus fuerzas, amaba a su Señor y su Hijo (Mt 22,37). Veía con sus ojos y tocaba con sus manos al Verbo de Vida (1Jn 1,1). ¡Feliz, María, a la que fue dado de abrazar al que abraza y alimenta todo!¡Feliz la que ha llevado al que lleva al universo (Hb 1,3), que ha amamantado un Hijo que la hace vivir, un Hijo que la alimenta a ella y a todos los seres del mundo (Sal 144,15)!
Se suspendió de su cuello el que es la Sabiduría del Padre, estuvo en sus brazos el que es la Fuerza que pone todo en movimiento. Reposó en su seno materno el que es el reposo de las almas (Mt 11,29). ¡Con que ternura la tomaba de la mano, la miraba calmamente, el que los ángeles desean contemplar (1 Pe 1,12)! El que cada ser invoca en toda carencia, la llamaba tiernamente. Llena del Espíritu Santo, ella lo apretaba contra su corazón (…) y no se cansaba de ver y escuchar al que “muchos profetas y reyes quisieron ver y no vieron, oír y no oyeron” (cf. Lc 10,24). María crecía cada vez más en el amor y su espíritu se centraba sin cesar en la contemplación divina (Lc 2,41-51). (EDD)


Oración

Oh, Dios, que has preparado una digna morada al Espíritu Santo en el Corazón de la Virgen María, concédenos en tu bondad, por su intercesión, que merezcamos ser templo de tu gloria. Por nuestro Señor Jesucristo.




















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