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martes, 27 de julio de 2021

Evangelio del día

 

Mateo 13:36-43
El campo es el mundo

Wheatfield - A Confrontation Installation de Agnes Denes (nacida en 1931),
Wheatfield en el vertedero de Battery Park, centro de Manhattan, proyecto de arte público realizado en 1982
© Agnes Denes, cortesía de Leslie Tonkonow Artworks + Projects
 

Dejando a la gente, Jesús se fue a su casa.
 Sus discípulos se acercaron y le dijeron:
 "Explícanos la parábola de la cizaña en el
campo". Él respondió: "El sembrador de
la buena semilla es el Hijo del Hombre. El
campo es el mundo; la buena semilla
son los súbditos del reino; la cizaña, los
súbditos del maligno; el enemigo que la
sembró, el diablo; la cosecha es el fin del
mundo; los segadores son los ángeles.
Pues bien, así como la cizaña es
recogida y quemada en el fuego, así será al
final de los tiempos. El Hijo del Hombre
enviará a sus ángeles y recogerán de su
reino a todos los que provocan ofensas y a
todos los que hacen el mal, y los arrojarán al
horno de fuego, donde habrá llanto y rechinar
de dientes. Entonces los virtuosos brillarán como
el sol en el reino de su Padre. Escucha, el que
tenga oídos".

Comentario

Bulle

Santa Teresa de Calcuta (1910-1997)
fundadora de las Hermanas Misioneras de la Caridad
Un camino muy sencillo (A simple path)


“La buena semilla son los hijos del Reino”

No hay dos mundos, el mundo físico y el mundo espiritual. No hay más que uno: el Reino de Dios “en la tierra como en el cielo” (Mt 6,10)
Muchos entre nosotros dicen cuando oramos: “Padre nuestro que estás en el cielo” (cf Mt 6,10) Piensan que Dios está ahí arriba, lo que nos hace creer que hay una separación entre los dos mundos. Muchos occidentales quieren distinguir la materia del espíritu. Pero toda verdad es una y la realidad también es una. Desde el momento en que aceptamos la encarnación de Dios, que para los cristianos se realiza en la persona de Jesucristo, empezamos a tomar las cosas en serio.



Oración

Te damos gracias, Señor Dios todopoderoso, porque has permitido que lleguemos a esta noche; te pedimos aceptes con agrado el alzar de nuestras manos como ofrenda de la tarde. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.




































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