Evangelio según San Marcos 6,1-6a.
Jesús salió de allí y se dirigió a su pueblo, seguido de sus discípulos. |
Cuando llegó el sábado, comenzó a enseñar en la sinagoga, y la multitud que lo escuchaba estaba asombrada y decía: "¿De dónde saca todo esto? ¿Qué sabiduría es esa que le ha sido dada y esos grandes milagros que se realizan por sus manos? |
¿No es acaso el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago, de José, de Judas y de Simón? ¿Y sus hermanas no viven aquí entre nosotros?". Y Jesús era para ellos un motivo de tropiezo. |
Por eso les dijo: "Un profeta es despreciado solamente en su pueblo, en su familia y en su casa". |
Y no pudo hacer allí ningún milagro, fuera de curar a unos pocos enfermos, imponiéndoles las manos. |
Y él se asombraba de su falta de fe. Jesús recorría las poblaciones de los alrededores, enseñando a la gente. |
Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.
San Juan XXIII (1881-1963) |
«¿De dónde saca éste esa sabiduría...? ¿No es el hijo del carpintero?»
Cada vez que vuelvo de nuevo sobre el gran misterio de la vida escondida y humilde de Jesús durante sus primeros treinta años, mi espíritu se siente más confundido y no encuentro las palabras. ¡Ah! es la misma evidencia: frente a una lección tan luminosa, no sólo los juicios del mundo sino los juicios y las formas de pensar de muchos eclesiásticos parecen completamente falsos y, verdaderamente, opuestos. |
Por mi parte, confieso no haber llegado todavía a hacerme una idea. Según lo que me conozco me parece que sólo poseo la apariencia de humildad, pero no su verdadero espíritu, que no conozco más que de nombre este «amor a pasar desapercibido» de Jesucristo en Nazaret; no lo conozco más que de nombre. ¡Y decir que Jesús ha pasado treinta años de vida escondida, y que era Dios, y que era «el esplendor de la sustancia del Padre» (He 1,3), y que vino para salvar al mundo, y que ha hecho todo esto tan sólo para enseñarnos cuan necesaria es la humildad y como es preciso practicarla! Y yo, que soy un tan grande y miserable pecador, no pienso más que en complacerme en mí mismo, en complacerme en éxitos que me valen un poco de honor terrestre; no puedo ni tan sólo concebir el pensamiento más santo sin que se deslice la preocupación por mi reputación cerca de los otros... A fin de cuentas no me sé acostumbrar, si no es con un esfuerzo muy grande, a esta idea de pasar, verdaderamente, desapercibido tal como Jesús la ha practicado y tal como me la ha enseñado. |
Oración
Oh Dios, que por medio de la humillación de tu Hijo levantaste a la humanidad caída, conserva a tus fieles en continua alegría y concede los gozos del cielo a quienes has librado de la muerte eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén
Amén
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