Desengaños, traiciones, resentimientos, faltas de amor, faltas de perdón, ausencias, decepciones,... La sanación es un proceso
Hay tantas heridas que no se pueden sanar fácilmente: desengaños, traiciones, resentimientos, faltas de amor, faltas de perdón, ausencias; esas situaciones en las que no entiendes bien por qué te sientes herido.
Cuando alguien te decepciona, cuando esperabas algo más de una persona, cuando te cuesta mucho perdonar, cuando no puedes cumplir las expectativas de los demás, cuando te cuesta mucho superar algún problema…
Cosas que parecen insignificantes pero que nos hacen sufrir y que buscamos remediar (no siempre de la mejor manera).
En numerosas ocasiones banalizamos o fingimos que no pasó nada, o en otras, nos quedamos en las heridas y seguimos metiendo el dedo dentro.
¿Conoces las 3 fases de una herida espiritual antes de sanar? Saber cómo te afectan y el proceso que suelen seguir ayuda a curar.
1LA PODA
No hay vida sin heridas. Pensemos en una planta: en ella se podan los brotes que dan fruto, precisamente porque son fructíferos.
La poda es siempre un corte, un tajo que deja una herida, una incisión que no se queda ahí, sino que, se dispone a dar vida.
«La condición humana es la mutilación- ningún ser humano pasa mucho tiempo sin que se le venga a los suelos alguno de sus sueños. Y hay circunstancias en que parece que la crueldad se ciñera sobre nosotros y nos cortara hoy una mano, mañana una esperanza, pasado uno de los pilares en los que se apoyaba –o parecía apoyarse- nuestra misma existencia.
Pero la otra gran lección de la vida es que el ser humano tiene siempre al menos el doble de capacidad de resistencia de la que creía tener. Si le cortan un ala, aprende a volar con la otra. Si le cortan las dos, camina. Si se queda sin piernas, se arrastra. Si no puede arrastrarse, sonríe. Si no tiene fuerzas para sonreír, aún le queda la capacidad de soñar, que es una nueva forma de volar en esperanza».
Martín Descalzo
2EL PARCHE
Siempre podemos poner un parche, buscar un remedio, algo que nos ayude a estar mejor. Siempre podemos aprender y levantarnos. Pero no todas las reparaciones son efectivas.
Si es una como la que nos ofrece el mundo (curita temporal), tarde o temprano se desgastará, la herida volverá a quedar expuesta y demorará en sanar.
Pero, si el que nos pone el “parche” es un experto, alguien que posee una mano amorosa y paciente, una mano que nos ama siempre; la herida quedará bien cubierta y sanará mejor.
Una herida puede ser sanada cuando le permitimos ver, al que quiere curarla, cuán grave es. A veces es necesaria una protección especial.
Dejarnos amar cuando estamos heridos no es tener miedo de mostrar nuestros golpes y solo esperar ser consolados temporalmente.
Dejarnos amar verdaderamente es ir a quien nos ama y dejarnos cuidar y curar paciente y amorosamente mientras aprendemos de nuevo a tener esperanza.
3LA TRANSFORMACIÓN DEL DOLOR
El dolor nunca podrá amordazar nuestra alma y cuando sufrimos estamos también resucitando.
El que nos cura no se avergüenza de sus manos heridas. Él, al hacerse uno de nosotros, ha hecho suyo nuestro dolor y nos ha enseñado a comprender que el llanto y el dolor son compatibles con la resurrección.
El discurso de Jesús no es ilusorio ni endulzado. Sus palabras y su vida nos ponen honestamente frente al cansancio y a las pruebas de nuestra vida para desde ellas volver a florecer:
«Jesús nos invita a mirar sus llagas, nos invita a tocarlas, como a Tomás, para sanar nuestra incredulidad.
Nos invita, sobre todo, a entrar en el misterio de sus llagas, que es el misterio de su amor misericordioso. A través de ellas, como por una brecha luminosa, podemos ver todo el misterio de Cristo y de Dios: su Pasión, su vida terrena –llena de compasión por los más pequeños y los enfermos–, su encarnación en el seno de María.
Por eso, ante mis pecados o ante las grandes tragedias del mundo, me remorderá mi conciencia, pero no perderé la paz, porque me acordaré de las llagas del Señor«.
Papa Francisco
Luisa Restrepo, Aleteia
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