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sábado, 24 de julio de 2021

Evangelio del día

 

Mateo 13:24-30
Dejemos que ambos crezcan hasta la cosecha

Campo de trigo con un segador, pintado por Vincent van Gogh (1853 - 1890),
impreso en Saint-Rémy-de-Provence, septiembre de 1889 Óleo sobre lienzo
© Van Gogh Museum, Amsterdam (Vincent van Gogh Foundation)
 

Jesús expuso otra parábola ante la multitud: "El reino de los cielos
 puede compararse a un hombre que sembró buena semilla en su
 campo. Mientras todo el mundo dormía, vino su enemigo, sembró
cizaña entre el trigo y se largó. Cuando el trigo nuevo brotó y
maduró, apareció también la cizaña. Los criados del dueño fueron
a verle y le dijeron: "Señor, ¿no era buena la semilla que sembraste
en tu campo? Si es así, ¿de dónde viene la cizaña?" "Algún enemigo
lo ha hecho", respondió él. Y los criados le dijeron: "¿Quieres
que vayamos a desbrozarla?". Pero él dijo: "No, porque al quitar la
 cizaña podríais arrancar el trigo con ella. Dejad que ambos crezcan
hasta la cosecha; y al tiempo de la cosecha diré a los
segadores: Recoged primero la cizaña y atadla en manojos
 para quemarla, y luego recoged el trigo en mi granero".

Comentario


Bulle

Venerable Pio XII (1876-1958)
papa 1939-1958
Encíclica “El cuerpo Místico de Cristo”, 1943


“Dejadlos crecer juntos hasta la siega”

Que nadie imagine que el Cuerpo de la Iglesia, teniendo el honor de llevar el nombre de Cristo, no se compone, desde el inicio de su peregrinar sobre la tierra, más que de miembros eminentes en santidad, o no está formado más que por el grupo de los que están predestinados por Dios a una felicidad eterna. En efecto, es necesario admitir que la infinita misericordia de nuestro Salvador no rechaza ahora que se dé un lugar en su Cuerpo místico a aquellos que, en otro tiempo, no rechazó que participaran en su banquete (cf Mt 9,11). Porque toda falta, aunque sea un pecado grave, de sí no da como resultado –como el cisma, la herejía o la apostasía-  separar al hombre del Cuerpo de la Iglesia. La vida no desaparece de aquellos que, habiendo perdido por el pecado la caridad y la gracia santificante y, por consiguiente, llegan a ser incapaces de todo mérito sobrenatural; conservan, sin embargo, la fe y la esperanza cristianas y, a la luz de la gracia divina, bajo las inspiraciones interiores y el impulso del Santo Espíritu, son estimulados hacia un temor saludable y movidos por Dios a la oración y al arrepentimiento de sus faltas.
Que todos, pues, tengan horror al pecado que ensucia a los miembros místicos del Redentor, pero que el pecador caído y que, por su obstinación, no se ha vuelto indigno de la comunión de los fieles, sea acogido con mucho amor, que nadie, con ferviente caridad, no vea en él más que un miembro enfermo de Jesucristo. Porque, tal como lo señala san Agustín, es mejor “ser curado en el Cuerpo de la Iglesia que ser arrancado de este Cuerpo como un miembro incurable”; “mientras el miembro está todavía ligado al cuerpo, no se puede desesperar de su salud; pero si es arrancado, ya  no puede ni ser cuidado ni ser curado”.

Oración

Dios todopoderoso y eterno, luz esplendente y día sin ocaso, al volver a comenzar un nuevo día te pedimos que nos visites con el esplendor de tu luz y disipes así las tinieblas de nuestros pecados. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.





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