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sábado, 11 de septiembre de 2021

Evangelio del día

 

Lucas 6:43-49
La crecida del río no pudo sacudir la casa


Jesús dijo a sus discípulos

No hay árbol sano que dé frutos podridos, ni árbol podrido que dé frutos sanos. Porque cada árbol se distingue por su propio fruto: no se cogen higos de las espinas, ni se recogen uvas de las zarzas. El hombre bueno saca lo bueno de la reserva de bondad de su corazón; el hombre malo saca lo malo de la reserva de maldad. Porque las palabras de un hombre salen de lo que llena su corazón.

¿Por qué me llamáis "Señor, Señor" y no hacéis lo que digo?

Todo el que viene a mí y escucha mis palabras y las pone en práctica, os mostraré cómo es. Es como el hombre que, cuando construyó su casa, cavó y cavó profundamente, y puso los cimientos sobre la roca; cuando el río se desbordó, se abatió sobre aquella casa, pero no pudo sacudirla, pues estaba tan bien construida. Pero el que escucha y no hace nada es como el hombre que construyó su casa sobre la tierra, sin cimientos: en cuanto el río la arrastró, se derrumbó; ¡y qué ruina quedó esa casa!".

Comentario


Bulle

San Ireneo de Lyon (c. 130-c. 208)
obispo, teólogo y mártir
Contra las herejías III, 24, 1-2


Poner sobre roca los fundamentos

     La predicación de la Iglesia presenta, desde todos los puntos de vista, una inquebrantable solidez; permanece idéntica a sí misma y se beneficia del testimonio de los profetas, de los apóstoles y de todos sus discípulos, testimonio que engloba «el principio, el entremedio y el fin», la totalidad del designio de Dios ordenado infaliblemente a la salvación de los hombres y siendo el fundamento de nuestra fe. Desde entonces, esta fe que hemos recibido de la Iglesia, la conservamos con sumo cuidado. (...) Es a esta Iglesia a la que se le ha confiado el «don de Dios» (Jn 4,10) — como el aliento que había sido confiado a la primera obra que Dios había modelado, Adán (Gn 2,7) — a fin de que todos los miembros de la Iglesia puedan participar de ella y por ella ser vivificados. Es en ella que ha sido depositada la comunión con Cristo, es decir, el Espíritu Santo, arras del don de incorruptibilidad, confirmación de nuestra fe y escalera de nuestra ascensión a Dios: «En la Iglesia, escribe san Pablo, Dios ha colocado a los apóstoles, a los profetas, a los que tienen encargo de enseñar» y a todo el resto, por la acción del Espíritu (1C 12, 28.11).
     Porque donde está la Iglesia, allí está el Espíritu de Dios; y donde está el Espíritu de Dios, allí está la Iglesia y toda gracia. Y el Espíritu es Verdad (1Jn 5,6). Por eso los que se excluyen de él ya no se nutren más de los pechos de su Madre para recibir la vida y ya no participan de la fuente límpida que mana del cuerpo de Cristo (Jn 7,37), sino que «se hacen cisternas, cisternas agrietadas, que el agua no retienen» (Jr 2,13). (...) Llegados a ser extraños a la verdad, es fatal que sigan rodando en el error y sean bamboleados por él, que (...) no tengan doctrina firmemente establecida, puesto que prefieren ser razonadores de palabras antes que discípulos de la verdad. Porque no están fundamentados sobre la Roca única, sino sobre arena. (EDD)

Oración

Oh Dios, fuente y origen de nuestra salvación, haz que, mientras dura nuestra vida aquí en la tierra, te alabemos incesantemente y podamos así participar un día en la alabanza eterna del cielo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.


























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