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domingo, 26 de septiembre de 2021

Cincuenta expertos alertan del daño que se está haciendo a los niños trans con la «reasignación»

Hablan de un «secuestro de la infancia» en nombre de un dogmatismo ideológico

A Keira Bell le inyectaron testosterona y le hicieron una doble mastectomía cuando era menor de edad. Cuando se arrepintió ya era tarde. Su demanda contra el centro Tavistock ha logrado que la justicia británica supervise las intervenciones quirúrgicas y hormonales sobre niños, que hasta ahora se realizaban sin ningún tipo de consideración al bien del menor.

 

En asociación con el Observatorio de los Discursos Ideológicos sobre la Infancia y la Adolescencia, un grupo de profesionales de la infancia e investigadores (médicos, psiquiatras, psicoanalistas, abogados, jueces, profesores del sistema educativo nacional francés, filósofos, sociólogos, etc.), en total una cincuentena de personalidades, protestan contra el discurso de la "autodeterminación" de los niños, que, según ellos, legitima un fuerte aumento de las solicitudes de reasignación de sexo, especialmente entre los adolescentes.

Éste es el  manifiesto que han publicado  en L'Express:

Cambio de sexo en niños: "No podemos seguir callando ante esta grave deriva".

No podemos seguir callando ante lo que nos parece una grave deriva cometida en nombre de la emancipación del "niño transgénero" (aquel que declara no haber nacido en el "cuerpo correcto"). Los discursos radicales legitiman las solicitudes de cambio de sexo basándose únicamente en los sentimientos, que se erigen como la verdad. Pero esto es a costa de un tratamiento médico de por vida o incluso quirúrgico (extirpación de pechos o testículos) en el cuerpo de los niños o adolescentes. Lo que nos preocupa es este fenómeno y su gran repercusión mediática, no las decisiones de los adultos transgénero. 

El gobierno escocés, pensando tal vez que podría proporcionar una respuesta, publicó el 12 de agosto nuevas directrices de inclusión LGBT según las cuales, los niños a partir de la edad de entrada en la escuela primaria, podrán cambiar su nombre y género en la escuela sin el consentimiento de sus padres. Sin su consentimiento e incluso sin que sus padres sean informados si el niño así lo solicita. 

A los niños se les hace creer que una niña puede convertirse en un niño y viceversa porque así lo han decidido sin el consejo de los adultos, y esto ocurre a una edad cada vez más temprana.  

Lo que está ocurriendo en nuestros países vecinos podría suceder muy rápidamente en Francia: la difusión proteiforme de estas creencias ha dado lugar, en los últimos años, a un considerable aumento de cambio de sexo entre los niños y, más concretamente, entre las adolescentes. Según Jean Chambry, psiquiatra infantil responsable del CIAPA (Centro Intersectorial de Acogida del Adolescente de París), hace diez años había unas diez solicitudes al año; en 2020 hubo diez solicitudes al mes (solo en la región de Isla de Francia). Chambry habla de una preocupante aceleración de las respuestas médicas a estas peticiones de transición. 

Un discurso trivializado afirma que podríamos prescindir de la realidad biológica, de la diferencia sexual entre hombres y mujeres, en favor de singularidades elegidas basadas únicamente en los "sentimientos". Estos discursos ideológicos engañosos se transmiten en las redes sociales, donde muchos adolescentes con problemas de identidad acuden a buscar soluciones a su malestar. En nombre de la "autodeterminación" -un eslogan que atrae a todos los progresistas- se convence a los niños y adolescentes de que pueden cambiar de sexo con la ayuda de tratamientos hormonales o incluso de una cirugía mutiladora. Esta retórica, difundida por activistas en muchos países occidentales, utiliza falacias destinadas a engañar.

Secuestro de la infancia

¿Cómo hemos llegado hasta aquí? ¿Y tenemos (todavía) derecho a reaccionar sin ser insultados o amenazados? ¿Cómo pueden estos derechos de autodeterminación ser un progreso satisfactorio? Este fenómeno, el "niño transgénero", es en realidad una mistificación contemporánea que debe ser denunciada enérgicamente porque se trata de un adiestramiento ideológico. Nos quieren hacer creer que, en nombre del bienestar y la libertad de cada individuo, un niño, liberado del acuerdo de sus padres "reaccionarios", podría "elegir" su supuesta identidad de género. 

Pero el niño es un ser en construcción, su desarrollo está en constante evolución antes de alcanzar la etapa de madurez. Los neurocientíficos, los expertos en desarrollo, los psicoanalistas, los psiquiatras infantiles, los pediatras y todos los especialistas en la primera infancia son unánimes al respecto.  

Piernas de niños.

Engañar a un menor sugiriéndole que puede cambiar su sexo mercantiliza su cuerpo de por vida. Foto (contextual): Ben Wicks / Unsplash.

Se somete al niño, y aún más el adolescente, a un control que le lleva a la desestabilización mental, a la ruptura con su familia si esta no le apoya y con todos aquellos que se niegan a compartir su punto de vista. Este control genera un discurso antisocial y acusador e impone además un lenguaje específico o incluso una neolengua a los que les rodean. El discurso de estos jóvenes es a menudo estereotipado, como si hubieran perdido el pensamiento crítico (que es una característica del control).

Denunciamos este secuestro de la infancia. Es urgente informar al mayor número posible de ciudadanos, de todas las profesiones, de todos los bandos, de todas las edades, sobre lo que bien podría considerarse en un futuro como uno de los mayores escándalos sanitarios y éticos, que habríamos visto llegar sin decir una palabra: la mercantilización del cuerpo de los niños. Porque al persuadir a estos niños de que se les ha "asignado" un sexo al nacer y que pueden cambiarlo libremente, se les convierte en pacientes de por vida: consumidores de por vida de productos químicos hormonales comercializados por las empresas farmacéuticas, consumidores recurrentes de operaciones quirúrgicas a la búsqueda del sueño quimérico de un cuerpo de fantasía. En la actualidad, los países que estaban a favor de la transición médica antes de la mayoría de edad están prohibiendo los tratamientos hormonales a los menores (Suecia, Reino Unido y algunos estados de Estados Unidos). 

Este dogmatismo implica una gran confusión para que nadie sepa cómo actuar y alzar la voz, a menudo por miedo a ciertas asociaciones LGBTQI+. Pero estas siglas abarcan a personas muy diferentes, algunas de las cuales, como nosotros, están preocupadas por los excesos actuales. Algunas están sometidas a la ley del silencio que reina en ese ambiente. El documental sueco "Trans train" muestra a jóvenes adultos que, abandonados a su suerte y amenazados por haberse manifestado públicamente, han sido presionados por su comunidad trans si han expresado dudas o han "detransicionado" (es el proceso que sufren jóvenes que lamentan el proceso de transición social y/o médica que ven como una respuesta equivocada a sus preguntas o a su malestar).  

Reina la confusión, mantenida en gran medida para manipular a la humanidad en su sustrato más profundo: su evolución, su temporalidad, su errancia y sus dudas. En nombre del rechazo a una supuesta asignación de sexo, asistimos avergonzados, sin entender nada, a una asignación de identidad. Así, Jorgina de Los cinco [serie de libros de Enid Blyton en los que una de los protagonistas, Jorgina, se hace llamar Jorge], antes descrita como un marimacho, es presentada actualmente como transgénero. Podríamos reírnos de ello si no fuera sintomático de nuestra época, atacada por radicalismos políticos que se adelantan a todo debate.  

¡No, en nombre de la protección de los niños no podemos seguir callando! Nos negamos a aceptar que, en nombre de los "derechos humanos", se cuestione esta base común -el universalismo de los derechos- que constituye el fundamento de la humanidad.  

Firmas 

Nicole Athéa (endocrinóloga y ginecóloga), Elisabeth Badinter (filósofa), Anne-Laure Boch (neurocirujana, Hospital de la Salpêtrière), Thierry Baranger (magistrado honorario, antiguo presidente de los tribunales para la infancia de París y Bobigny), Marie-Jo Bonnet (historiadora, escritora), Jean-François Braunstein (filósofo, profesor de la Universidad Panteón Sorbona), Anna Cognet (psicóloga clínica), Alain Cornec (abogado), Laurence Croix (profesor, universidad de Nanterre), Chantal Delsol (filósofa, miembro de la Academia de Ciencias Morales y Políticas), Bernard Devauchelle (profesor de medicina y jefe de servicio de Cirugía Maxilofacial del CHU de Amiens), Marie Josèphe Devillers (militante lesbiana feminista), Christine Le Doaré (jurista, militante feminista), Catherine Dolto (haptoterapeuta), Corinne Ehrenberg (psicoanalista), Caroline Eliacheff (psiquiatra infantil, psicoanalista), Xavier Emmanuelli (médico, presidente del Samu Social International), Nicole Farges (psicólogo, psicoanalista), Natalie Felzenszwalbe (abogada honoraria), Isabelle Ferrari (cofundadora de AMQG, Approche mesurée des questionnements de genre chez les jeunes, en Ginevra), Christian Flavigny (psiquiatra infantil, psicoanalista), Esther Fouchier (presidenta del Foro Mujeres del Mediterráneo), Pascale Fourcade (psiquiatra), René Frydman (profesor de medicina), Delphine Girard (profesora de letras clásicas de secundaria, militante laica), Bernard Golse (psiquiatra infantil, psicoanalista, APF, profesor emérito de psiquiatría del niño y el adolescente, Universidad de París), Julie Gosselin (informática, feminista), Nadia Guenet (directora del programa de radio "La révolution sera féministe"), Liliane Kandel (socióloga, feminista, miembro del comité de redacción de Temps modernes), Annick Karsenty (presidenta de la Asociación Mujeres Solidarias, de Marsella), Aaron Kimberly (Gender Dysphoria Alliance, Canadá), Frédérique Kuttenn (antiguo jefe de servicio de Endocrinología y de Medicina Reproductiva en el Hospital de la Pitié-Salpêtrière), Rhadija Lamrani Tissot (psicoanalista, lingüista), Jean-Pierre Lebrun (psiquiatra, psicoanalista), Manuel Maidenberg (pediatra), Danièle Manesse (lingüista, investigadora en didáctica de las lenguas, Universidad Sorbonne-Nouvelle), Céline Masson (profesora de universidad), Martine de Maximy (magistrada honoraria, antigua jueza del tribunal de la infancia), Isabelle de Mecquenem (profesora agregada de filosofía, miembro del consejos de los expertos en laicidad), Scott Newgent (TReVoices), Sylvie Quesemand Zucca (médico, psiquiatra), Gérard Rabinovitch (filósofo, sociólogo), Jean-Pierre Rosenczveig (antiguo presidente del Tribunal de la Infancia de Bobigny), Hana Rottman (pediatra, psiquiatra infantil), Olivia Sarton (jurista), Dominique Schnapper (socióloga, politóloga), Myriam Szejer (psiquiatra infantil), Sonia Timsit (psiquiatra, psicoanalista), Claire Squires (profesora, Universidad de París), Samuel Veissière (antropólogo y profesor de psiquiatría transcultural en la Universidad McGill de Montréal), Jean-Pierre Winter (psicoanalista), WHRC-France (Women Human Rights Campaign (Derechos de las mujeres basados en el sexo).

Traducido por Elena Faccia Serrano. ReL

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