Muchos creen que la única forma de socializar con sus amigos tras la pandemia es salir a la calle y beber, pero no es cierto
Después de los últimos meses en los que todos hemos vivido de “puertas para adentro”, sin apenas relacionarnos ni compartir momentos, en una parte del mundo estamos viviendo un verano sin demasiadas restricciones y con una confianza ciega en que la vacuna contra el coronavirus nos protege de todo daño.
Quizá nos comportamos con exceso de seguridad y pensemos: “Lo peor ya ha pasado”. “Ya nada puede salir mal”. Y si los adultos creemos esto, ¿qué pensarán los jóvenes, tan llenos de vida y con tantos planes por hacer?
Ganas de salir
La pandemia ha generado en muchos adolescentes y jóvenes un deseo irreprimible de salir a la calle con amigos. Hasta aquí todo correcto. Pero el tema se complica cuando lo hacen sin mascarilla, ni distancia de seguridad y además utilizan la bebida como la excusa principal para salir y relacionarse.
Este fenómeno, llamado “botellón”, nació en España durante los años 90 y consiste en la concentración de jóvenes en calles, plazas y espacios públicos, para estar con amigos y pasar el rato bebiendo, generalmente por las noches.
Identifican diversión con alcohol
Es decir, esta costumbre no ha nacido ahora, tras la pandemia, sino que la pandemia no ha hecho más que consolidar y normalizar esta costumbre. Los adolescentes asocian diversión y ocio con consumo de alcohol y otras sustancias. Salir con los amigos es igual a beber en compañía.
Problemática del “botellón”
El consumo de alcohol se ha convertido en uno de los principales problemas de salud pública a escala mundial. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) aproximadamente seis de cada diez adolescentes de 15 años han consumido alcohol en alguna ocasión, según los datos de la última publicación de la Health Behaviour in School-Aged Children (HBSC).
En Europa, la media de estudiantes que han bebido alcohol al menos una vez en su vida asciende al 80%, tal y como revela el European School Survey Project on Alcohol and Other Drugs (ESPAD). Y si nos centramos en España, a pesar de que se sitúa justo por debajo de la media europea (78%), los datos son igual de preocupantes.
Efectos negativos del “botellón”
El problema del “botellón” afecta a varios aspectos de nuestra vida diaria y así lo vemos día sí, día también en las noticias.
- A la salud pública, ya que las consecuencias del consumo del alcohol y otras sustancias entre los jóvenes afectan negativamente a su salud, física y mental. Además, debido a la situación pandémica, los contagios de COVID-19 crecen rapidísimo por la concentración de gente en un espacio relativamente pequeño.
- Al orden público, porque la aglomeración de gente en la calle produce ruidos y malestar entre los vecinos de la zona.
- A la limpieza y salubridad del área en la que se producen las reuniones: las botellas y vasos, u otros objetos se acumulan. Por no hablar de los vómitos o la orina de los participantes en la fiesta.
- A la falta de seguridad debido a las peleas, robos o vandalismo derivados del estado de embriaguez en el que se encuentran los jóvenes.
- Por último, a las familias, que viven angustiadas cada noche en la que alguno de los hijos sale con los amigos.
¿Qué pueden hacer las familias?
Así que, ante esta realidad que preocupa a las instituciones públicas, a las fuerzas del orden, pero principalmente a las familias, os podemos dar unos consejos para conseguir que vuestros hijos y sus amigos dediquen su tiempo libre a consumir alimento para su cuerpo, su mente y su alma.
1LABRARSE LA CONFIANZA DEL HIJO.
En primer lugar, el trabajo de labrarse la confianza con un hijo adolescente debe realizarse cuanto antes mejor.
Desde que el niño empieza a hablar, entablar conversación con él. Cuando da sus primeros pasos, cogerle de la mano.
Crear ese ambiente de familiaridad y seguridad entre los padres y los hijos ayuda a la confidencia y a la intimidad.
Si conseguimos crear ese ambiente distendido, nuestros adolescentes serán capaces de pedirnos consejo y se moverán con libertad.
2CONOCER A LOS AMIGOS DE NUESTROS HIJOS.
En segundo lugar, conocer a los amigos de nuestros hijos. No se trata de meterse en sus planes como si fuéramos uno más del grupo. Si desde pequeños hemos intentado organizar sus juegos y momentos de descanso, y también su trabajo, en compañía de sus amigos, podremos percibir cómo son.
3HABLARLES CLARO Y ORIENTARLES.
Con la confianza que nos hemos ganado a lo largo de la infancia de nuestros hijos y sus amistades, es el momento de orientar. Y hablarles claro. Presentarles las situaciones cara a cara. Ahora ya son mayores y no hay que azucarar la realidad. Solo con un buen criterio formado sabrán distinguir lo mejor para ellos, y podrán ayudar también a los demás, incluido a sus amigos.
4ANIMARLES A PARTICIPAR EN UN VOLUNTARIADO.
Para ir acabando y rematar, quizás sería muy positivo invitarles a participar en un voluntariado social. Los adolescentes y jóvenes tienen un gran corazón y se entregan. Además, con esta experiencia, pueden ver de primera mano la realidad de muchas personas que viven en situaciones de marginalidad. Algunas de ellas, probablemente, han llegado allí por culpa del alcohol o las drogas.
5REZAR Y CONTAR CON EL PODER DE LA ORACIÓN.
Por último, una vez llegados a este punto, juntar las manos y rezar. Rezar para que nuestros hijos sepan moverse por la vida con buen criterio, con decisión y sepan orientar siempre sus acciones hacia el bien.
Por supuesto, las instituciones públicas, los ayuntamientos, los centros de enseñanza o cualquier otra administración deben facilitar la formación de los jóvenes. También combatir con todos los medios a su alcance el hecho de que los jóvenes salgan a la calle y consuman alcohol.
En definitiva, se pueden promover y organizar campañas de salud, de bienestar, habilitar centros juveniles, cederles espacios urbanos para realizar actividades,… pero son las familias las que deben realizar este acompañamiento a los jóvenes, educarles para que aprendan a controlarse y tengan un consumo responsable.
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