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sábado, 25 de septiembre de 2021

Sacerdote con COVID-19: No se puede vivir una enfermedad sin la Eucaristía

 

A punto de morir, sacerdote enfrenta el COVID-19 de la mano de la Eucaristía…

Juan Carlos Romero nació en Niquinohomo, lleva 18 años como sacerdote y 10 años desde que llegó a su primera parroquia, que es la parroquia de Cristo Rey. Es sacerdote diocesano, de la arquidiócesis de Managua. Se hizo mundialmente famoso por una imagen celebrando la Eucaristía en el hospital, ingresado por Covid-19. Aleteia ha querido hablar con él para conocer su historia y su situación actual.

Padre Juan Carlos, ¿qué fue lo que pasó?, ¿quién le tomó la foto que se hizo viral por todos lados? Platíqueme un poco el contexto de por qué esa imagen.

Sí. Dentro de mi amor a la Eucaristía se me hace muy difícil no estar celebrando; y, en medio de lo que estaba pasando, sentí la necesidad de celebrar la Misa, también porque durante ese momento, ese intervalo, ese lapso de tiempo de esos días bastante grave, falleció mi abuelita, falleció mi hermana y ayer falleció un primo hermano mío también.

Me sentía, pues, en la necesidad de celebrar la Misa, acompañar a mi familia y unirme también a la intención que estamos teniendo por la salud del cardenal Leopoldo Brenes, por monseñor Mata, por tantos sacerdotes que también “estamos pegados”, como decimos los nicaragüense, y por mis fieles; también lo estaba haciendo por mis fieles que están sufriendo el látigo de este virus.

Unido en el dolor a la Virgen María

¿Cuándo se contagió, cómo se contagió y cuando se enteró? ¿Cómo ha sido esa noche oscura para usted de contagiarse del covid-19?

Yo creo que la palabra “noche oscura” es clave, porque en el fondo no supe cómo me contagié; simplemente estaba con mis fieles y en mis tareas de dar clase y de hacer mis mandados de un lado para otro; pero de pronto apareció la tos, después la fiebre. Y un gran amigo mío, don Donald McGregor, me dijo: “Padre, estos síntomas no están bien; quiero que vayas a chequearte porque no estás bien”.

Ya después me fui a chequear, me dio positivo y avisé a mis superiores de que estaba dando positivo. No quise ser irresponsable de continuar así con mis fieles y dándomela de Supermán. Quise ser muy responsable y decirle a los fieles: “Estoy pegado y necesito entrar en el proceso de recuperación, en el proceso de medicación”. Y eso es lo que hoy estoy haciendo. Cuando puedo y me siento con un poco más de fuerza estoy celebrando la Misa; pero, desde luego, siempre pido autorización.

¿Cuáles fueron los síntomas de esta enfermedad? ¿Qué información nos puede dar, ya que ha padecido en carne propia este contagio? ¿Cómo se sufre?

Yo considero que hay varias cosas muy importantes. Primero, que místicamente uno tiene que unir este dolor, este sufrimiento al sufrimiento de Cristo, a los sufrimientos de la Virgen María.

Creo que fue una gracia para mí llegar, vivirlo en dos días muy especiales: uno, en el día de la Santa Cruz, la exaltación de la Santa Cruz y, dos, vivirlo el día de la Virgen Dolorosa. Fueron dos días muy plenos que los quise ofrecer místicamente a los dolores del Calvario.

Segundo, es una enfermedad en la que se hace pasar la película de tu vida, tu antes y después; es saber que estás en las manos de Dios, ante el recurso farmacéutico que muchas veces no hay; estamos en un momento bastante difícil en la cuestión del oxígeno, y los médicos se están saturando y el medicamento se está escaseando.

Y, desde luego, los síntomas: tos, fiebre, desánimo, falta de apetito, dolores de cabeza…; y eso va creciendo conforme el tiempo va pasando: los días clave son entre el 9, 10 y 11, cuando la saturación la mantienes o se te baja, y ahí es donde entra la necesidad de oxígeno, del cual ahorita estamos bastante escasos.

El Señor me lo dio, el Señor me lo quitó

¿Usted en algún momento pensó en la muerte o ha estado pensando en la muerte?

Sí. No te quiero negar que una cosa es hablar de la muerte desde el púlpito. Es fácil hablar de la muerte en una clase, es fácil hablar de la muerte cuando estás en Misa; pero hablar con la muerte es otra cosa.

Hablar con la muerte es saber que hay proyectos de por medio; que hay familia: tu mamá, tu papá, tus hermanos; que hay proyectos que tienes que dejar en tu parroquia… Todo aquello que nosotros podemos ver material. Y puede haber un momento en que la muerte se te convierta en una tristeza, en un miedo, en un terror.

Yo todavía estoy viviendo la secuela de pesadillas de sueño que me están dando a pesar del avance que estoy teniendo. Pero también, en algún momento clave, uno tiene que estar muy consciente: “El Señor me lo dio, el Señor me lo quitó”; muy conscientes de que sólo somos unos turistas en esta vida y que en un momento va a llegar el tren a su destino y tenemos que bajarnos de ese tren y tenemos que saber qué es lo que llevamos en nuestra mano, qué hicimos en nuestra vida, cuál es el sentido que vimos en ese viaje en esta vida.

Es muy importante que nosotros, poco a poco, estemos preparados; porque, si no, creo que podemos enamorarnos mucho de las cosas materiales, y enamorarnos de las cosas materiales nos puede hacer muy difícil la agonía; creo que el Señor nos dio y que el Señor nos tiene que quitar las cosas.

No dejen solos a los enfermos

¿El contagio de covid ha sido lo más difícil de su vida, o ha habido otros momentos más complicados? ¿Hubo un momento de su niñez, de su infancia, adolescencia o del sacerdocio que haya sido tan complicado como éste? ¿Y considera que esto ha sido un momento de purificación ante los ojos de Dios?

Hay dos cosas que me ha tocado vivir en estos últimos 2 o 3 años. Primero, toda la etapa del 18 de abril..

¿Qué pasó el 18 de abril?

La parte política y social que vivimos un momento, en zonas donde había francotiradores, donde había miedo a un secuestro, miedo a una matanza. Eso fue el 18 de abril del 2018.

La segunda cosa que me ha tocado vivir además de esta enfermedad han sido acontecimientos más bien secundarios y que con la fe lo hemos superado; por ejemplo, nosotros tenemos como familia algo que nos pasa: que cuando muere un familiar de nosotros, va en cadena todo. Hace ya como 6 años se nos murieron 14 familiares, de muerte natural.

Pero aquí ha ido ya mezclado: familiares con covid, con enfermedades particulares, o vejez; pero creo que las pruebas siempre han estado ahí muy duras; creo que, cuando uno es amigo de Dios, hay que estar preparado porque Dios te prueba muy fuerte para ser un buen amigo. Dios es mi Amigo.

¿Cuál es su mensaje para aquellos que están pasando el trance tan difícil de estar intubados, de estar en cama padeciendo la enfermedad del covid, con dolores y falta de respiración? ¿Qué mensaje les da usted a partir de su experiencia? ¿Cómo pasar este este pasaje tan difícil para cada uno de los que están en cama?

Muy importante tu pregunta porque, en primer lugar, es una de las mayores crisis, una de las mayores crisis que uno pasa.

Hay que pedir a los familiares que no lo dejen solo a uno; la enfermedad te lleva una crisis muy grande y fuerte, y uno se siente solo. Por eso pido a los familiares que siempre estén con uno.

Segundo, como sacerdotes debemos de tener a una segunda persona a quién ser obedientes, y esa persona es el médico. Hay que ser obedientes al médico; no dejarse conceptualizar porque soy el líder, porque soy el sacerdote, porque yo mando; eso sería antipedagógico, antiético. Necesitamos ser obedientes a los médicos; una vez un médico me dijo que el peor paciente que puede tener un médico es un sacerdote, porque dice que los sacerdotes no obedecemos. Necesitamos obedecer y cuidarnos mucho aunque ya la oxigenación esté bien.

Y pedirle a la gente, a nuestros fieles, que, por favor, oren mucho por nosotros. ¡Oren mucho por nosotros! Necesitamos, a través de la oración, fortalecer el misterio de la Cruz desde la enfermedad.

Pedirle a nuestros fieles que sean más conscientes, más prudentes. Estamos muriendo, la humanidad está muriendo. No podemos andar sin mascarilla, no podemos nosotros andar sin mascarilla en zonas donde podemos contaminarnos o podemos contaminar; pero, ante todo, todos lo vamos a lograr si somos obedientes y ponemos nuestra fe.

Es hora de que el que es evangélico pueda orar; que el que es católico pueda rezar de rodillas; que el que tenga otro credo lo pueda hacer. Es unir todas nuestra fuerzas, nuestras creencias, nuestras esperanzas a un único Dios, y decirle al Señor: “Aquí estamos”; y que esto nos lleve al arrepentimiento.
Esta enfermedad, Chucho, no es solamente por tenerla; creo que el mundo necesita nacer de nuevo. Necesita nacer de nuevo, y lo vamos a hacer nosotros.

Necesitaba estar con mi Amigo

¿Por qué fue tan importante para usted celebrar la Eucaristía a pesar de sus fiebres, de su dolor, de su tos, de lo que padecía? ¿Por qué se sentaba usted al pie de la cama a celebrar? ¿Qué importancia o relevancia tenía para usted el sacramento de la Eucaristía?

No se puede vivir una enfermedad o una crisis humana sin la Eucaristía. Necesitaba estar con mi Amigo. Porque sé que mi Amigo estaba ahí. No sólo es creer en la Eucaristía, sino que es hacer presente a la Eucaristía.

No fue una foto con motivos de hacer propaganda; fue una foto normal, que se tomó para poder decirle a mi familia y a mis amistades que estaba ofreciendo la Misa también por sus dolores y enfermedades.

Fue sin ninguna intención de hacerla propaganda. Pero si eso sirvió para alentar y motivar a tantos hermanos del covid, pues qué bueno. Si eso fue por ego, no lo creo, pero pido perdón por eso. Aferrémonos a la Eucaristía; que esto nos lleve a saber que sin Cristo nosotros no somos nada, que Él es el Pan vivo.

¿Hay un antes y un después ante esta enfermedad que ha padecido? ¿Algo ha cambiado en usted?

Es tener una vida nueva. Se me ha pasado mucho la pregunta: “Señor; ¿qué quieres de mí?”.

Es como nacer de nuevo. Yo tenía mis proyectos: soy capellán del Hospital Metropolitano; celebro 8 Misas; los días 24 y 31 de diciembre hacemos jornadas para regalar juguetes en las montañas de Nicaragua; hacemos jornadas para dar comida, víveres, a los de la tercera edad… ¡Muchísimos proyectos! ¡Muchos, muchos proyectos!

Pero ya le hice la pregunta a Dios: “Dios, ¿qué quieres más de mí?”. Y, bueno, no me ha contestado, pero ya me lo irá diciendo en el camino. A Dios siempre hay que preguntarle.

Una bendición muy especial

Padre Juan Carlos, quisiera, para despedirnos, que nos diera una bendición especial para todos aquellos que están en riesgo de contagio o que ya están contagiados de covid 19; para que, a través de esta entrevista, les llegue esta bendición a todos.

Claro.

En el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén. Padre, te damos gracias por la vida, por la existencia; gracias por lo que somos, Señor; por los sacramentos, por la fe.

En tus manos quiero poner a aquellos hermanos: mujeres, hombres, niños, jóvenes, adultos; a aquellos que creen y a los que no creen; te los pongo en tus manos para que Tú puedas sanar, para que Tú puedas liberar; para que Tú, Señor, puedas manifestarte, dar más oxígeno; para que pueda disminuir la inflamación de sus pulmones; para que su sangre no se esté coagulando.

Te pido, Señor, para que, ante todo, puedan mantenerse firmes en la fe; que se puedan mantener, Señor, al lado de sus familiares; que el calor humano no les falte; que la oración nuestra sea para ellos la fuerza, la fortaleza en medio de sus debilidades.

Bendice a estos hermanos que están haciendo este programa; te pido para que los protejas de todo contagio, que protejas a su familia; bendice a sus hijos, a su esposa; bendice, Señor, su trabajo. Y te pedimos que tu bendición se manifieste. Bendícelos a ellos en el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

Jesús V. Picón, Aleteia

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