Francisco, en el encuentro en Budapest con el mundo de la universidad y de la cultura, donde advirtió de los males inherentes a una 'libertad sin frenos'
Probablemente el libro más citado por Francisco a lo largo de su pontificado sea Señor del Mundo, una distopía escrita en 1907 por el sacerdote Robert Hugh Benson (1871-1914) y a la que nuestro mundo se parece cada vez más.
Señor del mundo... de nuestro mundo
Así, al menos lo entiende el Papa, quien hizo alusión de nuevo a esa novela en su último acto en Hungría, el encuentro con el mundo universitario y de la cultura en la Facultad de Informática y Ciencias Biónicas de la Universidad Católica Péter Pázmány, de Budapest: "En este libro, en cierto sentido 'profético', se describe un futuro dominado por la técnica y en el cual todo, en nombre del progreso, es uniformizado. Por todas partes se predica un nuevo 'humanitarismo' que anula las diferencias, borrando la vida de los pueblos y aboliendo las religiones. Aboliendo todas las diferencias. Las ideologías opuestas convergen en una homologación que coloniza ideológicamente".
"Éste es el drama, la colonización ideológica", continuó Francisco: "El hombre, en contacto con las máquinas, se aplana cada vez más, mientras que la vida común se entristece y enrarece. En ese mundo avanzado pero sombrío que describe Benson, donde todos parecen insensibles y anestesiados, parece evidente descartar a los enfermos y aplicar la eutanasia, así como abolir las lenguas y las culturas nacionales para alcanzar la paz universal, que en realidad se transforma en una persecución fundada sobre la imposición del consenso".
Francisco también citó a Romano Guardini (1885-1968), "gran intelectual y hombre de fe", que "no demoniza la técnica", porque "permite vivir mejor", pero "advierte del riesgo de que se convierta en reguladora de la vida, si no en su dominadora".
Los peligros de la técnica
Veía en ello "un gran peligro" porque -dijo citando al filósofo y sacerdote alemán nacido en Italia- "el hombre pierde todos los vínculos interiores que le procuran un sentido orgánico de la medida y de las formas de expresión en armonía con la naturaleza".
La cuestión de la "falta de límites", de la "lógica del 'se puede hacer, luego es lícito'", fue el objeto de la reflexión del Papa ante los universitarios. Denunció "la voluntad de poner en el centro de todo no la persona y sus relaciones, sino el individuo centrado sobre sus propias necesidades, ávido de ganancia y voraz de apoderarse de la realidad. Pensemos, en consecuencia, en la erosión de los vínculos comunitarios, de donde proceden la soledad y el miedo" que lleva a quienes los padecen a recurrir aún más a la técnica "de modo frenético".
"No quiero con esto generar pesimismo, que sería contrario a la fe que tengo la alegría de profesar", advirtió, pero sí recordar que "el paradigma tecnocrático" exaspera "la arrogancia del ser y del tener", "con un cierto uso de los algoritmos que puede representar un ulterior riesgo de desestabilización del hombre".
La admiración y la humildad, principio del saber
Frente a estos riesgos, Francisco reivindicó que "el principio de la filosofía es la admiración" y por eso "los grandes intelectuales son humildes": "Así entendida, la cultura supone la salvaguarda de lo humano, se sumerge en la contemplación y se plasma en personas que no están al albur de las modas del momento, sino bien radicadas en la realidad de las cosas".
El Papa, ante los representantes universitarios y de la cultura.
"La cultura nos acompaña a conocernos a nosotros mismos", dijo el Papa, quien afirmó querer dejar como conclusión a los presentes el célebre oráculo de Delfos: "Conócete a ti mismo". Pero eso ¿qué significa? "Quiere decir saber reconocer los propios límites y, en consecuencia, frenar la propia presunción de autosuficiencia... Es reconociéndonos criaturas como somos creativos".
Frente al "pensamiento tecnocrático", y su "progreso que no admite límites", "el hombre real está hecho también de fragilidad", y así es como comprende "que es dependiente de Dios y que está conectado a los demás y a lo creado". Hay, pues, que "partir de la humildad del límite", descubriendo "las maravillosas potencialidades propias, que van mucho más allá de las de la técnica".
Comunismo y consumismo
Por último, Francisco, partiendo de la sentencia de Jesucristo "la verdad os hará libres" (Jn 8, 32), recordó que "Hungría ha visto el sucederse de ideologías que se imponían como verdad, pero no daban libertad, y hoy ese riesgo no ha desaparecido": "Pienso", dijo, "En el paso del comunismo al consumismo. Lo que une ambos 'ismos' es una falsa idea de libertad. La del comunismo era una 'libertad' constreñida, limitada desde fuera, decidida por otros; la del consumismo es una 'libertad' libertina, hedonista, aplastada sobre sí misma, que hace esclavos del consumo y de las cosas. ¡Qué facil es pasar de los límites impuestos al pensar, como en el comunismo, al pensar sin límites, como en el consumismo! De una libertad refrenada a una libertad sin frenos".
Frente a todo ello, "Jesús ofrece una vía de salida, al decir que es verdad lo que libera al hombre de sus dependencias y de sus clausuras". Y "la clave para acceder a esa verdad es un conocimiento nunca desligado del amor, relacional, humilde y abierto, concreto y comunitario, valiente y constructivo", cuyo cultivo reclamó a la Universidad como su labor propia.
Jesús M.C., ReL
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