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domingo, 28 de mayo de 2023

¿Qué puede una persona «normal» darle a Dios?

Syn tuli się do swojego ojca podczas spaceru po lesie


Una reflexión sobre el amor divino que se ofrece como un padre a un hijo, del escritor Claudio de Castro

«Devuelvan al Señor la gloria de su Nombre, adoren al Señor en solemne liturgia»

Salmo 29

¿Te ha pasado? A mí con frecuencia. Pienso en nuestra relación con Dios. Somos sus hijos, y Él es un Padre amoroso, consentidor.

Le agrada consentir, abrazar, hacernos sentir que está con nosotros. Cuando nos alejamos, espera impaciente que volvamos nuestros pasos hacia Él.

El hijo pródigo

La mejor analogía del amor de Dios, para mí, está en la parábola del hijo pródigo. ¿La has leído?

Es una historia edificante que vale la pena leer y meditar. La encuentras
en Lucas 15.

Un buen día el hijo se acerca a su padre, le pide su parte de la herencia y se marcha a malgastarla en la mala vida.

Su padre lo ama y lo extraña.

Es seguro que cada tarde salía para mirar el horizonte y ver si descubría a su hijo regresando al hogar.

Cuando esto pasó, su corazón de padre latió con fuerza y se llenó de gozo.

«Estando él todavía lejos, le vio su padre y, conmovido, corrió, se echó a su cuello y le besó efusivamente».

Así es el verdadero amor

Dios es igual. Espera ilusionado nuestro regreso, se conmueve y nos llena de abundantes gracias.

¿Por qué lo hace?

Porque nos ama y en ese amor nos ha dado el libre albedrío.

Dios no desea que lo amemos por obligación, sino que busca un amor espontáneo, que brote con naturalidad de nosotros, nos mueva a buscarlo y anhelemos estar con Él una eternidad a su lado.

Pienso en Dios a menudo. Es tan bueno. Me gusta mucho el salmo 63:

«Cuando estoy en mi cama pienso en ti
y durante la noche en ti medito,
pues tú fuiste un refugio para mí
y salto de gozo a la sombra de tus alas».

Agradecer

Me encanta pensarlo. Dios es amor. Y es nuestro Padre. Un Padre maravilloso, que ha hecho todo para que podamos salvarnos.

Sabiendo esto, me siento a reflexionar en la banca que tengo afuera de mi casa y piensomucho en cómo trato a Dios.

Y lo hago porque era de los que no podía ver más allá y solía quejarme constantemente con Dios.

Era de ese pequeño grupo poco agradecido, que cuestiona constantemente a Dios. «¿Por qué permites lo que me pasa?«.

Pedía muchas cosas y me quejaba más. «Dame esto, dame aquello». Pero en mi lenguaje no había cabida para la palabra: «GRACIAS«.

Ahora soy más reflexivo, comprendo poco en mi pobre humanidad, pero agradezco más, sobre todo, tanto amor inmerecido.

Los diez leprosos sanados

Me gusta pensar en los 10 leprosos que Jesús sanó y solo uno regresó para darle las gracias.

¿Sigues con tu Biblia a mano?

Leamos esta maravillosa historia. Abre la Biblia y busca: Lucas 17 pero antes imagina que estás allí, viendo la escena.

Son 10 leprosos que se acercan a Jesús y claman. Jesús les da instrucciones sencillas de lo que deben hacer.

«Mientras iban quedaron sanos. Uno de ellos, al verse sano, volvió de inmediato alabando a Dios en alta voz, y se echó a los pies de Jesús con el rostro en tierra, dándole las gracias. Era un samaritano».

Quiero ser como ese hombre que supo volver, se echó a los pies de Jesús y no se cansaba de darle las gracias.

Vuelve a Dios

Me pasa mucho durante el transcurso de la Eucaristía. Le doy gracias a Dios por cada sacerdote.

Veo al sacerdote celebrando la Eucaristía con tanta piedad. Comprendo el valor que tiene cada gesto suyo, cada palabra, la gracia que recibimos. Y me brota del alma la gratitud. Y rezo calladamente:

«Señor, gracias por este buen sacerdote». Y le pido: «santifícalo, bendícelo».

Miro a mi alrededor. Tantas personas orando, agradando a Dios con sus pensamientos y sus vidas de santidad.

Amable lector, ¿cómo va tu vida espiritual? ¿Cómo anda tu oración? ¿Y tu relación con Dios?

¿Agradeces los dones de la vida?

Si no lo haces, te sugiero cambiar. Te conviene.

Dios es un Padre muy bueno y generoso. Le encanta cuando volvemos la mirada a Él y le decimos desde el corazón con fervor:

«Padre Nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu nombre….«.

Dios quiere y merece ser amado.

Puedes pedirle como un hijo pide a su papá, pues tenemos muchas necesidades, y el mismo Jesús nos recomendó: «Pedid y se os dará«.

Pero también demuéstrale tu amor, como un pequeño que corre a su papá, lo abraza y le dice: «te quiero papito».

Ahora… ¡Ánimo!

¿Te gustaría escribirme y compartir tu búsqueda y experiencias con Dios? Te paso mi e-mail personal: cv2decastro@hotmail.com

¡El buen Dios te bendiga!

Claudio de Castro, Aleteia

Vea también    El Espíritu Santo y el carisma del discernimiento - P. Cantalamessa ofmCap



























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