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viernes, 29 de diciembre de 2023

Evangelio del día


 

Epístola I de San Juan 2,3-11.

Queridos hermanos:
La señal de que lo conocemos, es que cumplimos sus mandamientos.
El que dice: "Yo lo conozco", y no cumple sus mandamientos, es un mentiroso, y la verdad no está en él.
Pero en aquel que cumple su palabra, el amor de Dios ha llegado verdaderamente a su plenitud. Esta es la señal de que vivimos en él.
El que dice que permanece en él, debe proceder como él.
Queridos míos, no les doy un mandamiento nuevo, sino un mandamiento antiguo, el que aprendieron desde el principio: este mandamiento antiguo es la palabra que ustedes oyeron.
sin embargo, el mandamiento que les doy es nuevo. Y esto es verdad tanto en él como en ustedes, porque se disipan las tinieblas y ya brilla la verdadera luz.
El que dice que está en la luz y no ama a su hermano, está todavía en las tinieblas.
El que ama a su hermano permanece en la luz y nada lo hace tropezar.
Pero el que no ama a su hermano, está en las tinieblas y camina en ellas, sin saber a dónde va, porque las tinieblas lo han enceguecido.


Salmo 96(95),1-2a.2b-3.5b-6.

Canten al Señor un canto nuevo,
cante al Señor toda la tierra;
canten al Señor, bendigan su Nombre.

Día tras día, proclamen su victoria.
Anuncien su gloria entre las naciones,
y sus maravillas entre los pueblos.

No son más que apariencia,
en su presencia hay esplendor y majestad,
en su Santuario, poder y hermosura.


Evangelio según San Lucas 2,22-35.

Cuando llegó el día fijado por la Ley de Moisés para la purificación, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor,
como está escrito en la Ley: Todo varón primogénito será consagrado al Señor.
También debían ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o de pichones de paloma, como ordena la Ley del Señor.
Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, que era justo y piadoso, y esperaba el consuelo de Israel. El Espíritu Santo estaba en él
y le había revelado que no moriría antes de ver al Mesías del Señor.
Conducido por el mismo Espíritu, fue al Templo, y cuando los padres de Jesús llevaron al niño para cumplir con él las prescripciones de la Ley,
Simeón lo tomó en sus brazos y alabó a Dios, diciendo:
"Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera en paz, como lo has prometido,
porque mis ojos han visto la salvación
que preparaste delante de todos los pueblos:
luz para iluminar a las naciones paganas y gloria de tu pueblo Israel".
Su padre y su madre estaban admirados por lo que oían decir de él.
Simeón, después de bendecirlos, dijo a María, la madre: "Este niño será causa de caída y de elevación para muchos en Israel; será signo de contradicción,
y a ti misma una espada te atravesará el corazón. Así se manifestarán claramente los pensamientos íntimos de muchos".


Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.

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Bulle

Orígenes (c. 185-253)
presbítero y teólogo
Homilía 15 sobre el evangelio de San Lucas; PG 13, 1838-1839)


“Irse en paz”

Simeón sabía que nadie nos puede hacer salir de la cárcel de nuestro cuerpo con la esperanza de la vida futura, fuera de aquel que él tenía en sus brazos. Por esto dice: “Ahora, Señor, puedes dejar a tu siervo irse en paz...” (Lc 2,29) porque, mientras no cogía en brazos a Cristo, estaba como encarcelado y no me podía desligarse de sus cadenas. Es de notar que esto no vale únicamente para Simeón sino para todos los humanos. Si alguien sale de este mundo y quiere entrar en el Reino que tome a Jesús en sus manos, que lo estreche entre sus brazos, contra su pecho y entonces se puede ir, lleno de alegría, a donde desea...
“Los que se dejan guiar por el Espíritu de Dios ésos son hijos de Dios” (Rm 8,14). El Espíritu Santo mismo lleva a Simeón al templo. Si tú quieres tener en tus brazos a Jesús y ser digno de salir de tu prisión, esfuérzate por dejarte conducir por el Espíritu Santo hasta llegar al templo de Dios. Ya estás en el templo del Señor Jesús, es decir, en su Iglesia, “el templo construido con piedras vivas” (cf 1P 2,5)...
Si llegas, pues, movido por el Espíritu Santo hasta el templo, encontrarás al Niño Jesús, lo tomarás en tus brazos y dirás: “Ahora, Señor, según tu palabra, puedes dejar a tu siervo irse en paz.” Esta liberación y esta partida se realizan en la paz... ¿Quién es el que muere en paz sino aquel que posee la paz de Dios que sobrepasa toda inteligencia y guarda el corazón de los que la poseen? (Flp 4,7) ¿Quién es aquel que sale de este mundo en paz, sino aquel que comprende que Dios ha venido en Cristo a reconciliar el mundo consigo? (EDD)


Oración

(La de Simeón)



















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