28. No contenía amor.
(Actitud del Ofertorio)
Fue justo un día antes de Navidad. Hacía una visita al asilo de ancianos. Iba de cuarto en cuarto. Cuando toqué la puerta de un anciano no me admiré porque no contestaba enseguida. Es que acababan de traer el correo. Yo pensaba: "Estará ocupado con los paquetes de Navidad". En efecto, cuando por fin escuché: "Adelante", nada más entrando, vi al señor revisando un gran paquete.
A primera vista uno se daba cuenta que era un paquete rico. Más tarde escuché que era de la hija del anciano, dueña de varios negocios. En aquel entonces toda la gente sufría necesidad. Era el tiempo de hambre después de la segunda guerra mundial. Pero en este paquete había puros, coñac, dulces, vino tinto, zapatos forrados de piel, todo lo que uno podía desear en su corazón.
Pero el anciano tenía un aspecto de descontento. Ni una chispa de alegría. "Señor García, le dije, ¿cómo es que pone una cara tan triste cuando recibe tantas cosas por Navidad? ¡Ahí tiene todo lo que necesita!" El señor me miró y dijo: "No hay amor en este paquete".
Y se puso a contar de su hija tan rica. Había hecho que sus empleados preparen el paquete. Luego en una postal de Navidad barata había escrito nada más que: "De parte de tu hija y de tu hijo político". Nada más. No había un deseo personal, no había visita, no había invitación: "Ven a pasar la fiesta con nosotros". Y cada uno de los regalos de Navidad, primorosamente elegidos, llevaban la etiqueta con el precio para que el padre se diera cuenta cuánto se había gastado para él. Pero tenía razón: "No había amor en ese paquete". Los regalos más hermosos y ricos no valen nada y no pueden dar alegría cuando no hay amor en ellos.
Es el momento del ofertorio en la Santa Misa. Le regalamos a Dios el pan como signo del trabajo humano y de su esfuerzo; es símbolo de la existencia humana. Ofrecemos como regalo al mundo entero. Es un regalo muy rico. Pero cuando falta el amor entonces no tiene corazón y no tiene vida. Son ofrendas inútiles, fríos y sin sentido, aunque estuvieran allí todos los tesoros del mundo entero.
Le damos a Dios el vino, que se mezcla con una gotita de agua. Dice en la Biblia: "El vino alegra el corazón del hombre". Por eso el vino es parte de la fiesta. Forma parte de la fiesta del matrimonio. En las bodas de Cana Jesús ha contribuido el mejor vino por medio de un milagro. El vino es signo de todas las alegrías y todas las fiestas del mundo. Las regalamos a Dios. Pero cuando en esta alegría no hay amor ni bondad, entonces este regalo de alegría no tiene sentido. Le falta el corazón.
También la gotita de agua en el vino forma parte de la ofrenda. En los tiempos antiguos no se bebía vino sin mezclarlo. Pero la gotita de agua comienza a contar: "Si se secan las fuentes, los riachuelos, los ríos y lagos y pozos entonces mueren las hierbas y los árboles. Mueren de sed todos los animales, enloquecen de sed todos los hombres". Cuando llevamos el vino con al agua para presentarlo a Dios, entonces queremos decir: "Oh Dios, tú nos das el agua para la vida de plantas, animales y hombres. Te la ofrecemos y te damos gracias." Pero aunque traigamos el agua en una jarra de plata y cristal, con incrustaciones de piedras preciosas, debe haber amor, amor agradecido a Dios Creador.
Lo mismo vale del incienso, de la música, de las flores. El edificio más bello del mundo, la celebración más solemne no valen nada cuando no hay amor en él. Dios no quiere nada cuando no está acompañado de amor. Dios no ama al orgulloso. Él está en busca del que viene para alabarlo y para darle gracias. Cuando no hay amor los regalos más hermosos no sirven. Porque Dios no necesita de nuestras ofrendas. ¡A Dios todo le pertenece! Sin embargo, Él espera nuestro amor significado en nuestros regalos.
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