24. Hoy
(Evangelio)
En la sinagoga de Nazaret están celebrando el shabad. La sala está ocupada
hasta el último asiento. Jesús de Nazaret ha vuelto a su tierra. Todos lo
conocen. Por treinta años ha sido su conciudadano. Como siempre ocupa su lugar
entre los hombres. Se cantan los salmos. Entonces el presidente de la sinagoga
envía a su empleado: que Jesús proclame la lectura. Esto es un honor. Con mucho
gusto se ofrecía este servicio honroso a huéspedes de quienes se esperaba que
tenían conocimiento de la Escritura. Seguramente el presidente de la sinagoga
quería honrar al conciudadano quien como muchacho había ofrecido sus servicios
en las celebraciones de la sinagoga.
Frente a la sala está el arca de la Torá con los rollos de los libros de la
Sagrada Escritura. El empleado saca el rollo del profeta Isaías y se lo entrega
a Jesús. Este coge el rollo en uno de los cabos y deja que se desenrolle. Luego
con la otra mano coge el rollo donde ha quedado abierto. Comienza a leer:
"El espíritu del Señor está sobre mí y me han ungido para llevar la buena
noticia a los pobres, me ha enviado a curar a los de corazón arrepentido, dar
la libertad a los presos, la vista a los ciegos, dar libertad a los oprimidos y
anunciar un año de gracia del Señor y un día de recompensa".
Enrolla nuevamente la Escritura, la devuelve al empleado y se sienta. Todos los
ojos en la sinagoga están fijos en él. Entonces comienza a explicarles:
"Hoy se cumple esta escritura que han escuchado." La comunidad
reunida aplaude. Todos admiraban las palabras sabias que salían de su boca.
La escena de Nazaret está detrás de toda proclamación del Evangelio en la Santa
Misa. Cristo está en medio de nosotros, humilde, escondido. Toma el libro - ya
no la profecía del Antigua Alianza sino el libro del Evangelio. Él proclama las
santas palabras que están escritas allí. Con ello ya comienza su explicación:
"Hoy se cumple la Escritura que han escuchado".
La Misa solemne nos recuerda esto con la procesión del Evangelio. Las velas
encendidas dicen: "Aquí está la luz del mundo". El incienso dice:
"Aquí viene el Señor del universo". El libro del Evangelio no puede
ser demasiado precioso. El beso del libro dice: "A la Palabra de Dios
debemos todo nuestro amor".
"Hoy", esta palabra se nos aclara en las melodías cuando se cantan
las vísperas de las grandes fiestas: "Hoy ha aparecido Cristo - Hoy ha
subido a los cielos". Vemos que no debe indicar una fecha fija sino
expresar más bien la alegría infinita de la cercanía de Jesucristo.
"Hoy". En la historia del rey David se cuenta: El profeta Natán le
presenta al rey una parábola. Cuenta de un rico que ha robado a un pobre para
agasajar a una visita. Cuando el airado David amenaza al pecador con severos
castigos, Natán le dice: "Tú eres este hombre".
Quien escucha el evangelio, debe sentirse aludido. El Evangelio no habla de
alguien de lejanos tiempos pasados. Habla de ti, vale hoy.
Por eso escuchamos el evangelio de pie. Esto sucede para honrar a Jesucristo
que nos habla. Sucede también porque estamos dispuestos a ponernos en camino
enseguida para hacer lo que Jesús nos dice.
Antonio, que iba ser más tarde el padre del monaquismo lo ha hecho en su país
de Egipto. Era un hombre muy rico. Cuando participaba como de costumbre en la
Misa dominical escuchó el Evangelio: "Dejar todo y seguir a
Jesucristo". En este mismo momento salió de la Misa, fue a su casa y
comenzó a vender todos sus bienes. Luego se fue al desierto y vivía solamente
para Cristo. El evangelio le había tocado el corazón hoy, ahora. Algo de esto
debería realizarse también en ti.
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