Ingrid d'Ussel es la iniciadora de esta red de círculos que fomentan el acceso frecuente de
los niños al sacramento de la Penitencia.
El ostensorio o custodia es el objeto litúrgico más precioso del templo: contiene el Cuerpo de Cristo durante la Adoración Eucarística, y por eso se buscan en él las mejores calidades en el material (oro) y la mayor belleza artística. Así que el símbolo escogido para esta iniciativa tiene un sentido claro: "Escogí ese nombre porque la absolución recibida en el sacramento de la Penitencia nos permite ir a la ciudad de los hombres para ser portadores de Cristo. De esta forma el resplandor de Cristo a través de nosotros no es atenuado por el velo de gris de nuestra negrura interior.
Preocupándonos por ser el más hermoso ostensorio posible de Cristo, servimos mejor a la misión de anunciar a Jesucristo. Y los círculos de confesión frecuente para niños tienen precisamente como finalidad transformarles en ostensorios del Señor lo más bellos posibles", explica a InfoCatho.
Los niños como ostensorios de Jesucristo: es la idea que sintetiza el logo de esta iniciativa.
Porque eso son Los Pequeños Ostensorios: círculos de confesión frecuente para niños organizados por sus mamás. Ingrid empezó en la catedral de San Luis en Versalles y ya se ha contagiado la idea a otros lugares del noroeste (Dinard, Rambouillet, Mans) e incluso a Estados Unidos, en Los Álamos (Nuevo México). En su página web es posible contactar para empezar uno.
Es esencial la regularidad
Son pequeños grupos de niños de 4 a 14 años que se reúnen una vez al mes para confesarse y rezar por la confesión de los otros. Eligen la fecha del encuentro en coordinación con el párroco y se invita a las madres a preparar la confesión con sus hijos la víspera o esa misma mañana, y a acompañarles.
Un vídeo en el que se presenta con humor la iniciativa de Los Pequeños Ostensorios
y la implicación de las madres en ella.
A lo largo de aproximadamente una hora los niños leen textos breves, cantan, guardan silencio en otros momentos, "pero sobre todo es muy importante que recen por la confesión de los otros", insiste Ingrid.
Cada círculo se organiza autónomamente con su párroco para escoger el mejor día y hora según las circunstancias, pero ella aconseja a quien quiera empezar un círculo que reserve fechas con el sacerdote para todo el año con objeto de fomentar la regularidad, que es la clave de la iniciativa: "Los niños le cogen el gusto y ese rato se convierte en imprescindible", explica.
La recomendación del cardenal Sarah
Ingrid acaba de publicar un librito como instrumento para la difusión de la iniciativa: S'il te plaît, Maman, emmène-moi mois me confesser [Por favor, mamá, llévame a confesarme], al que ha puesto prólogo el cardenal Robert Sarah, prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos.
"Esta petición, es más, esta súplica, que el niño dirige a su madre (y también a su padre)", dice el cardenal Sarah en relación al título del libro, "es la de la conciencia humana en busca de su Creador y Redentor, el deseo de un encuentro único e inefable con Jesús, que es El Que Es (Éx 3, 14; Jn 8, 58), Dios mismo, y por tanto no le decepcionará. En realidad, como explica bien Ingrid d'Ussel, puede decirse que lo que el niño desea por la confesión de sus pecados es la experiencia personal decisiva y vital de la Bondad del Padre".
Y los frutos no son sólo para los más pequeños. Como concluye Ingrid: "¡Recibimos tantas palabras de ánimo y tantos comentarios positivos que nos sentimos confortados y confirmados en esta urgencia de difundir la Misericordia divina desde la edad más temprana! Pasan cosas preciosas, también las madres empiezan a confesarse de nuevo y para los sacerdotes resultan edificantes las confesiones infantiles, que van más allá de las habituales lamentaciones de los adultos".
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