Encuentro con el Pontífice en la Catedral de Tokio
El 25 de noviembre de 2019, el Papa Francisco se reunió con los jóvenes en la Catedral de Santa María, Tokio. Reproducimos a continuación los tres testimonios presentados por los jóvenes antes de que el Papa hablara: una joven católica, una joven budista y un joven migrante.
Testimonio de Miki Kobayashi, joven católica
Me siento muy honrada de tener la oportunidad de hablar en nombre de la juventud católica japonesa. Me gustaría hablar en inglés directamente con usted, pero al mismo tiempo, me gustaría que el público escuchara. Lo siento, pero hablaré en japonés.
La sociedad japonesa enfatiza la productividad, así que siento que Japón es un país muy ocupado. Desafortunadamente, en una sociedad así, hay pocas personas que piensan que es valioso tomarse un tiempo para reflexionar sobre sí mismos y simplemente orar. Sin embargo, creo que en la vida moderna es necesario hacer viajes de ida y vuelta entre la vida diaria y la separación, volviendo al Padre por un tiempo cada fin de semana para reflexionar sobre lo que pasó en la semana pasada, para rezar y luego obtener energía para vivir la nueva semana. Cuando fui a una escuela en Timor-Leste, los estudiantes iban a misa todas las noches. Rezaban en silencio y su canto se extendió por toda la iglesia. Sentí la belleza de sus vidas pasadas naturalmente con Dios. Este viaje de ida y vuelta entre la vida cotidiana y el tiempo libre enriquece la vida. Podemos hacer tiempo para pensar y actuar basados en Dios aunque el mundo que nos rodea cambie tan rápidamente.
Por un lado, la sociedad japonesa está bien desarrollada. No debemos temer el peligro para nuestras vidas, y muchos parecen ser capaces de vivir sin creer en algo. En un ambiente así, ¿cómo pueden los jóvenes encontrar a Dios? ¿Hay algún lugar donde puedan tener ese encuentro?
Debido a la falta de tiempo, los jóvenes pueden no ver las innumerables estrellas y perder la oportunidad de experimentar la grandeza de Dios y su propia debilidad y darse cuenta de que Dios está con ellos. Puede que no tengan amigos con quienes hablar y profundizar su fe. En Japón, sólo una minoría cree en Dios, y los jóvenes pueden no ser capaces de encontrar el significado de la fe si no ven a otras personas que viven por la fe. Es triste que no sea fácil encontrar los modelos o actitudes de fe viva que buscan los jóvenes.
Pienso también en los jornaleros de Kamagasaki, en Osaka, que son tratados como parias y privados de servicios sociales. O la forma en que los pasantes técnicos de otros países son a menudo explotados y luego descartados. Creo que la Iglesia puede desempeñar un papel en estas situaciones. La regla de medida de Dios es diferente de los estándares de la sociedad o de nuestros valores. Dios se preocupa por todos. ¿Acaso la Iglesia no cobraría vida si saliera de sí misma? Además, creo que nosotros, las personas que nos reunimos en la Iglesia, debemos vivir nuestra fe en la sociedad.
He dicho que Japón es un país rico, pero hay muchos problemas que resolver. La globalización está atrayendo cada vez a más personas de diferentes orígenes a vivir juntas. Me gustaría preguntar qué papel puede desempeñar la Iglesia y cómo los jóvenes pueden encontrar a Dios en la sociedad japonesa. Gracias.
Testimonio de Masako Kudo, joven budista
Muchas gracias por darme esta preciosa oportunidad hoy. Enseño salud y educación física en una escuela secundaria.
Cuando era profesora en práctica, para el día de deporte en nuestra escuela, 38 alumnos y yo participamos en una “carrera de ciempiés” en la que líneas de corredores sostienen los hombros con las piernas unidas por una banda. A través de esta experiencia, tuve la gran alegría de ser una con un equipo trabajando duro juntos. Los estudiantes y yo crecimos, y estaba decidida a ser maestra.
Sin embargo, convertirse en maestra no fue fácil. En ese momento, practiqué la recitación del sutra de la mañana y de la noche (oración) que no había podido hacer antes. Gracias al apoyo y aliento de otras personas, pude aprobar los exámenes y finalmente me convertí en maestra.
En Japón no cesan las noticias de intimidación y suicidio, y los estudiantes tienen problemas con sus amigos, y ansiedad por los maestros o la escuela. Además, con la propagación de los teléfonos móviles, los ordenadores, los dispositivos de juego, etc., muchos niños encuentran molesto comunicarse o competir con los demás y, por lo tanto, se retraen en sí mismos.
En mi escuela, hay estudiantes que se comparan con otros y tienen sentimientos de inferioridad o superioridad. No se gustan a sí mismos y tienen baja autoestima, pero al mismo tiempo, no pueden reconocer los esfuerzos o logros de los demás. Cuando hablo con estudiantes con caras sombrías, me responden: “Tuve una pelea con mis padres. Me tratan como una molestia” o “Mis padres me comparan con mis hermanos”. Tienden a ser agresivos con otros que hacen buen trabajo en la escuela, diciendo “Tiene un cerebro diferente por naturaleza”, y “Pone una buena cara para el maestro”.
Me he dado cuenta de que las actitudes de estos estudiantes son como las mías. Solía compararme con mi hermano mayor o mis amigos. Quería ser mejor que nadie y quería ser reconocida por los demás.
Estoy agradecida de poder entender los sentimientos de mis alumnos, pero al mismo tiempo, como profesora, me preocupo por lo que puedo hacer por ellos más allá de escucharlos. Sírvase guiarme, Su Santidad, en cuanto a los tipos de interacción que pueden ayudar a estos estudiantes a tomar conciencia de su bondad y valor.
Leonardo Cachuela, joven migrante
Mis padres son filipinos y yo nací en Filipinas. Nos mudamos a Japón cuando yo estaba en cuarto grado. Fue muy difícil para nosotros vivir en otro país. No podía hablar el idioma, y había diferencias de cultura y costumbres. El problema que más sufrí fue la intimidación.
Cuando yo era un estudiante de primaria y secundaria, fui intimidado por un chico de la misma clase. En voz baja, lo suficientemente alta para que yo la oiga, decía: “extranjero inútil”, “gordo”, “asqueroso”. Sólo por contacto visual me sentí ridiculizada y poco a poco no podía sonreír más y todos los días sólo quería desaparecer.
Cuando pensé que los demás hablaban a mis espaldas, me preocupaba cada vez más. Sentí que mi mera existencia estaba siendo negada. Nunca sufrí violencia física, pero las palabras, las miradas, las expresiones faciales y la presión que sentía no me oprimían. En la escuela, pasaba cada vez más tiempo solo, evitando a los demás. No tenía muchos amigos durante el tiempo libre, y cuando trataba de unirme a un grupo, todos me dejaban con la sensación de que me estaban evitando. Esto continuaba todos los días, y no me gustaba ir a la escuela. Hubo momentos en que no podía ir a la escuela durante una semana. Lo pasé mal todos los días, y varias veces pensé en suicidarme.
Sin embargo, fui salvado muchas veces por la gente en la iglesia y por escuchar las palabras de Jesús. Hubo momentos en que fui a la iglesia el domingo y me sentí muy cómoda. Suaves palabras de los sacerdotes, líderes y amigos, junto con lo que Jesús enseñó y las palabras de la Biblia: “No tengáis miedo, yo estoy con vosotros. No te sorprendas, yo soy tu Dios. Te fortaleceré, te ayudaré y te tendré en mi mano derecha victoriosa”, me animaron todos.
La intimidación es un gran problema no sólo en Japón, sino también en varios lugares del mundo. Además, los lugares donde se produce el acoso escolar se están expandiendo de entornos como las escuelas a Internet. Hay muchas personas que sólo quieren vivir felices pero no pueden sobrevivir.
Por favor, dígame, Santo Padre, ¿cómo debemos enfrentarnos a los problemas de discriminación e intimidación que se están extendiendo por todo el mundo?
© Librería Editorial Vaticano
Discurso del Papa Francisco
Queridos jóvenes:
Gracias por venir, gracias por estar aquí. Ver y escuchar vuestra energía y entusiasmo me da alegría y me da esperanza. Les estoy agradecido por esto. También agradezco a Leonardo, Miki y Masako sus palabras de testimonio. Se necesita gran coraje y valentía para compartir lo que se lleva en el corazón como ustedes lo hicieron. Estoy seguro de que sus voces fueron eco de muchos de sus compañeros aquí presentes. ¡Gracias! Sé que en medio de ustedes hay jóvenes de otras nacionalidades, algunos de ellos buscan refugio. Aprendamos a construir juntos la sociedad que queremos para mañana.
Cuando los miro, puedo ver la diversidad cultural y religiosa de los jóvenes que viven en el Japón hoy, y también algo de la belleza que vuestra generación ofrece al futuro. La amistad entre ustedes, su presencia aquí recuerda a todos que el futuro no es monocromático, sino que es posible si nos animamos a mirarlo en la variedad y en la diversidad de lo que cada uno puede aportar. Cuánto necesita aprender nuestra familia humana a vivir juntos en armonía y paz sin necesidad de que tengamos que ser todos igualitos. No nos hicieron a máquina, todos en serie. Cada uno viene del amor de sus padres y de su familia, por eso somos todos distintos, cada uno trae una historia para compartir. (Cuando yo digo algo que no está traducido, lo va a traducir él, ¿de acuerdo?) Necesitamos crecer en fraternidad, en preocupación por los demás, en respeto por las diferentes experiencias y puntos de vista. Este encuentro es una fiesta porque estamos diciendo que la cultura del encuentro es posible, que no es una utopía, y que ustedes, los jóvenes, tienen esa sensibilidad especial para llevarla adelante.
Me impresionaron las preguntas que hicieron, porque reflejan vuestras experiencias concretas, y también vuestras esperanzas y vuestros sueños para el futuro.
Gracias, Leonardo, por compartir la experiencia de bullying y discriminación que sufriste. Cada vez más los jóvenes encuentran el valor de hablar sobre experiencias como la tuya. En mi edad, cuando yo era joven, nunca se hablaba de cosas como las que dijo Leonardo. Lo más cruel del bullying, del acoso escolar, es que hiere nuestro espíritu y nuestra autoestima en el momento en que más necesitamos fortaleza para aceptarnos a nosotros mismos y poder encarar nuevos retos en la vida. En ocasiones, las víctimas de bullying incluso se culpan a sí mismas por haber sido blanco “fácil”. Pueden sentirse fracasados, débiles y sin valor, y llegar a situaciones altamente dramáticas: “Si tan solo yo fuera diferente…”. Sin embargo, paradójicamente, son los acosadores los que hacen el bullying, los verdaderamente débiles, porque piensan que pueden afirmar su propia identidad lastimando a los demás. Algunas veces atacan a cualquiera que consideran diferente, que representa algo que los amenaza. En el fondo, los acosadores, los que hacen el bullying tienen miedo, son miedosos que se cubren en la apariencia de fortaleza. Y en esto —presten atención—, cuando ustedes sientan, vean que alguno tiene necesidad de herir a otro, de hacer el bullying a otro, de acosarlo, ese es el débil, el acosado no es el débil, es el que acosa al débil porque necesita hacerse el grandecito, el fuerte para sentirse persona. Yo le dije a Leonardo recién: “Cuándo te digan que sos obeso, decíle, es peor ser flaco como vos”. Debemos unirnos todos contra esta cultura del “bulismo”, todos juntos contra esta cultura del “bulismo”, y aprender a decir: ¡Basta! Es una epidemia donde la mejor medicina la pueden poner entre ustedes mismos. No alcanza con que las Instituciones educativas o los adultos usen todos los recursos que están a su alcance para prevenir esta tragedia, sino que es necesario que entre ustedes, entre amigos, entre compañeros, puedan unirse para decir: ¡No! No al “bulismo”, no a la agresión al otro. Eso está mal. No hay mayor arma para defenderse de estas acciones que la de poder “levantarse” entre compañeros y amigos, y decir: Esto que estás haciendo, el “bulismo”, es grave.
El que hace “bulismo” es un miedoso, y el miedo siempre es enemigo del bien, por eso es enemigo del amor y de la paz. Las grandes religiones, todas las religiones que cada una de nosotros practica, enseñan tolerancia, enseñan armonía, enseñan misericordia; las religiones no enseñan miedo, división o conflicto. Para nosotros los cristianos, escuchamos a Jesús que constantemente les decía a sus seguidores que no tuvieran miedo. ¿Por qué? Porque si estamos con Dios y amamos con Dios y a nuestros hermanos ese amor expulsa el temor (cf. 1 Jn 4,18). Para muchos de nosotros, como bien nos lo recordaste Leonardo, mirar la vida de Jesús nos permite encontrar consuelo, porque Jesús mismo sabía lo que significaba ser despreciado y rechazado, incluso hasta el punto de ser crucificado. También sabía lo que era ser un extraño, un migrante, uno “diferente”. En cierto sentido —y acá estoy hablando a los cristianos y a los que no son cristianos, véanlo como modelo religioso—, Jesús fue el más “marginado”, un marginado lleno de Vida para dar. Leonardo, podemos siempre mirar todo lo que nos falta, pero también podemos descubrir la vida que somos capaces de dar y donar. El mundo te necesita, nunca te olvides de eso; el Señor te necesita, tiene necesidad de ti para que puedas darle el coraje a tantos que hoy piden una mano que los ayude a levantarse. Les quiero decir una cosa a todos, que les va a servir en la vida: mirar con desprecio, menosprecio a una persona es mirarla de arriba hacia abajo, es decir, yo soy superior y vos sos inferior, pero hay una sola manera que es lícita y que es justa de mirar a una persona de arriba hacia abajo, para ayudar a levantarla. Si alguno de nosotros, y me incluyo, mira a una persona de arriba hacia abajo con desprecio, es poca cosa; pero si alguno de nosotros mira a una persona de arriba hacia abajo para tenderle la mano y ayudarla a levantarse, ese hombre o esa mujer es un grande. Así que cuando miren a uno de arriba hacia abajo pregúntense: ¿Dónde está mi mano, está escondida o está ayudándolo a levantarse?; y van a ser felices. ¿De acuerdo? ¿De acuerdo o no?. Están todos mudos.
Y esto implica aprender a desarrollar una cualidad muy importante, pero devaluada: la capacidad de aprender a donar tiempo para los demás, a escucharlos, a compartir con ellos, comprenderlos; y sólo así vamos a abrir nuestras historias y nuestras heridas a un amor que nos va a transformar y comenzar a cambiar el mundo que nos rodea. Si no donamos, si no perdemos tiempo, ganamos tiempo” entre las personas, lo perderemos en muchas cosas que, al final del día, nos dejarán vacíos y aturdidos —en mi tierra natal dirían nos llenan de cosas hasta que nos empachan—. Así que, por favor, dediquen tiempo para su familia, dediquen tiempo a los amigos, y también para Dios, orando y meditando, cada uno según su propia creencia. Y, si les resulta difícil, rezar; no se rindan. Un sabio guía espiritual dijo una vez: la oración se trata principalmente de estar simplemente allí. Estate quieto, hacé espacio para que entre Dios, déjate mirar y Él te va a llenar de su paz.
Y esto es exactamente lo que Miki nos decía; preguntó cómo pueden los jóvenes hacer espacio para Dios en una sociedad frenética, enfocada en ser solamente competitiva y productiva. Es habitual ver que una persona, una comunidad o incluso una sociedad entera pueden estar altamente desarrolladas en su exterior, pero con una vida dentro pobre y encogida, con el alma y la vitalidad apagada, parecen muñequitos ya terminados que no tienen nada dentro. Todo les aburre, hay jóvenes que no sueñan, es terrible un joven que no sueña, un joven que no hace espacio para soñar, para que entre Dios, para que entren las ilusiones y sea fecundo en la vida. Hay hombres o mujeres que se olvidaron de reír, que no juegan, que no conocen el sentido de la admiración y la sorpresa. Hombres y mujeres que viven como zombis, su corazón dejó de latir. ¿Por qué? Por la incapacidad de celebrar la vida con los demás. Escuchen esto, ustedes van a ser felices, ustedes van a ser fecundos si mantienen la capacidad de celebrar la vida con los demás. ¡Cuánta gente en todo el mundo es materialmente rica, pero vive esclava de una soledad sin igual! Pienso aquí en la soledad que experimentan tantas personas, jóvenes y adultas, de nuestras sociedades prósperas, pero a menudo tan anónimas. La Madre Teresa, que trabajaba entre los más pobres de los pobres, dijo una vez algo que es profético, algo que es rico: «La soledad y la sensación de no ser amado es la pobreza más terrible». Quizás nos hace bien preguntarnos: Para mí, ¿cuál es la pobreza más terrible, cuál sería para mí el grado de pobreza mayor? Y si somos honestos nos vamos a dar cuenta que la pobreza más grande que podemos tener es la soledad y la sensación de no ser amado. ¿Entienden? Está demasiado aburrido el discurso o puedo seguir. ¿Está aburrido? [Jóvenes responden: No] Falta poco.
Combatir esta pobreza espiritual es una tarea a la que todos estamos llamados, y ustedes, los jóvenes tienen un papel especial que desempeñar, porque exige un cambio importante en nuestras prioridades, en nuestras opciones. Implica reconocer que lo más importante no radica en todas las cosas que tengo o puedo conquistar, sino a quién tengo para compartirlas. No es tan importante focalizarse y cuestionarse para qué vivo, sino para quién vivo. Aprendan a hacerse esa pregunta: No, para qué vivo; sino para quién vivo, con quién comparto la vida. Las cosas son importantes pero las personas son imprescindibles; sin ellas nos deshumanizamos, perdemos rostro, perdemos nombre, y nos volvemos un objeto más, quizás el mejor de todos, pero objetos, y no somos objetos, somos personas. El libro del Eclesiástico dice: «Un amigo fiel es un refugio seguro: el que lo encuentra encontró un tesoro» (6,14) . Por eso, es siempre importante preguntarse: «¿Para quién soy yo? Ciertamente para Dios, Pero Él quiso que seas también para los demás, y puso en ti muchas cualidades, inclinaciones, dones y carismas que no son para ti, sino para otros» (Exhort. ap. postsin. Christus vivit, 286), para compartir con otros, no sólo vivir la vida sino compartir la vida. Compartir la vida.
Y esto es algo hermoso que ustedes pueden ofrecer a nuestro mundo. Los jóvenes tienen que dar algo al mundo. ¡Sean testigos de que la amistad social, la amistad entre ustedes, es posible! Esperanza en un futuro basado en la cultura del encuentro, la aceptación, la fraternidad y el respeto a la dignidad de cada persona, especialmente hacia los más necesitados de amor y comprensión. Sin necesidad de agredir o despreciar, sino aprendiendo a reconocer la riqueza de los demás.
Un pensamiento que nos puede ayudar, para mantenernos vivos físicamente, tenemos que respirar, es una acción que realizamos sin darnos cuenta, todos respiramos automáticamente. Para mantenernos vivos en el sentido pleno y amplio de la palabra, necesitamos también aprender a respirar espiritualmente, a través de la oración, la meditación, en un movimiento interno, mediante el cual podemos escuchar a Dios, que nos habla en lo profundo de nuestro corazón. Y también necesitamos de un movimiento externo, por el que nos acercamos a los demás con actos de amor, con actos de servicio. Este doble movimiento nos permite crecer y descubrir no sólo que Dios nos ha amado, sino que nos confió a cada uno una misión, una vocación única y que la descubriremos en la medida en la que nos demos a los demás, a personas concretas.
Masako nos habló sobre estas cosas desde su propia experiencia como estudiante y maestra. Preguntó cómo se puede ayudar a los jóvenes a que se den cuenta de la propia bondad y valor. Una vez más, les quisiera decir que, para crecer, para descubrir nuestra propia identidad, la propia bondad y la propia belleza interior, no podemos mirarnos en el espejo. Se han inventado muchas cosas, pero gracias a Dios todavía no existen selfies del alma. Para ser felices, necesitamos pedirle ayuda a los demás, que la foto la saque otro, es decir, salir de nosotros mismos, ir hacia los demás, especialmente hacia los más necesitados (cf. ibíd., 171). Les quiero decir una cosa, no se miren demasiado a ustedes mismos, no se miren demasiado en el espejo de ustedes mismos, porque corren el riesgo de que de tanto mirarse se rompa el espejo. Y ya termino, ¡era hora! De modo particular, les pido que extiendan los brazos de la amistad y reciban a quienes vienen, a menudo después de un gran sufrimiento, a buscar refugio en su país. Con nosotros está aquí presente un pequeño grupo de refugiados; vuestra acogida testimoniará que para muchos pueden ser extraños, pero para ustedes pueden ser considerados hermanos y hermanas.
Un maestro sabio dijo una vez que la clave para crecer en sabiduría no era tanto encontrar las respuestas correctas, sino descubrir las preguntas correctas. Cada uno de ustedes piense:¿Yo sé responder a las cosas? ¿Y yo sé responder bien a las cosas, hacer las respuestas correctas. Si alguno dice que sí, te felicito, pero hacete la otra pregunta: “¿Yo sé hacer las preguntas correctas? Yo tengo el corazón inquieto que me lleva a preguntar continuamente a la vida, a mí mismo, a los demás, a Dios?”. Con las respuestas correctas ustedes pasan el examen, pero sin las preguntas correctas no pasan la vida. No todos ustedes son maestros como Masako, pero espero que puedan hacerse muy buenas preguntas, cuestionarse y ayudar a otros a hacerse buenas y cuestionadoras preguntas sobre el significado de la vida, de cómo podemos dar forma a un futuro mejor para quienes vendrán después de nosotros.
Queridos jóvenes: Gracias por vuestra amistosa atención, y gracias por la paciencia, por todo este tiempo que me regalaron y poder compartir un poco de vuestras vidas. No tapen los sueños, no aturdan sus sueños, den espacio a los sueños y anímense a mirar grandes horizontes, y anímense a mirar lo que les espera si se animan a construirlos juntos. Japón los necesita, el mundo los necesita despiertos, no dormidos, los necesita generosos, alegres y entusiastas, capaces de construir una casa para todos. Yo les prometo que voy a rezar por ustedes, para que crezcan en sabiduría espiritual, para que sepan hacer las preguntas correctas, para que se olviden del espejo y sepan mirar los ojos de los demás.
A todos ustedes, y a sus familias y amigos les hago llegar mis mejores deseos, mi bendición, y les pido que se acuerden también de mandarme buenos deseos y mandarme bendiciones.
Muchas gracias.
© Librería Editorial Vaticano
Traducción de zenit, Rosa Die Alcolea
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