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miércoles, 11 de diciembre de 2019

Para los que NO han ido a Misa el Domingo: Mire lo que perdió

Podemos ofrecer aquí sólo unos pocos aspectos de las maravillas de la Santa Misa


3. Hacer cosas grandes.
3. Hacer cosas grandes: El hombre quiere hacer cosas grandes por la humanidad; pero ¿dónde hará cosas más grandes que uniéndose a Cristo en la Eucaristía? Ofreciendo la Misa salva la humanidad y glorifica a Dios Padre en el acto más sublime que puede hacer el hombre. El sacerdote y los fieles son uno con Cristo, "por Cristo, con Él y en Él" ofrecemos y nos ofrecemos al Padre.
San Alberto Hurtado

2. Ser como Dios.
2. Ser como Dios: El hombre siempre ha aspirado a ser como Dios, a transformarse en Dios, la sublime aspiración que lo persigue desde el Paraíso. Y en la Eucaristía ese cambio se produce: el hombre se transforma en Dios, es asimilado por la divinidad que lo posee; puede con toda verdad decir como San Pablo: "ya no vivo yo, Cristo vive en mí" Gál 2, 20.
San Alberto Hurtado


1. La Felicidad.
1. La Felicidad: El hombre quiere la felicidad y la felicidad es la posesión de Dios. En la Eucaristía, Dios se nos da, sin reserva, sin medida; y al desaparecer los accidentes eucarísticos nos dejan en el alma a la Trinidad Santa, premio prometido sólo a los que coman su Cuerpo y beban su Sangre.
San Alberto Hurtado


Nos transubstanciamos espiritualmente con Jesucristo Víctima.
Al participar personalmente en el estado de víctima de Jesucristo, nos transformamos en la Víctima divina. Como el pan se transubstancia realmente en el cuerpo de Cristo, así todos los fieles nos transubstanciamos espiritualmente con Jesucristo Víctima. Con esto, nuestras inmolaciones personales son elevadas a ser inmolaciones eucarísticas de Jesucristo, quien, como Cabeza, asume y hace propias las inmolaciones de sus miembros.
San Alberto Hurtado

¡Escuchas sin palabras!
Jesús, en la Eucaristía escuchas sin palabras cuanto el corazón quiere decir.
Beata Laura Montoya

Empecé a considerar todas las cosas, también cualquier consolación y deleite, aun los espirituales, semejantes a un estiércol repugnante.
El confesor de Santa Catalina de Siena, que le había visto tan encendida de cara mientras le daba el Sacramento, le preguntó qué le había ocurrido, y ella le respondió: "Padre, cuando recibí de vuestras manos aquel inefable Sacramento, perdí la luz de los ojos y no vi nada más; más aún, lo que vi hizo tal presa en mí que empecé a considerar todas las cosas, no solamente las riquezas y los placeres del cuerpo, sino también cualquier consolación y deleite, aun los espirituales, semejantes a un estiércol repugnante. Por lo cual pedía y rogaba, a fin de que aquellos placeres también espirituales me fuesen quitados mientras pudiese conservar el amor de mi Dios. Le rogaba también que me quitase toda voluntad y me diera sólo la suya. Efectivamente, lo hizo así, porque me dio como respuesta: Aquí tienes, dulcísima hija mía, te doy mi voluntad"... Y así fue, porque, como lo vimos los que estábamos cerca de ella, a partir de aquel momento, en cualquier circunstancia, se contentó con todo y nunca se turbó.
Beato Raimundo de Capua
Santa Catalina de Siena, (Leyenda Mayor)



Apostolado de la Santa Misa Diaria


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