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jueves, 12 de diciembre de 2019

¿Por qué no puede el cristianismo ser más fácil?

Ya que en la vida material encontramos soluciones para hacer todo más cómodo,
¿no podría ser lo mismo en la vida espiritual?
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Ser cristiano no es fácil. Las exigencias del Señor no siempre son fáciles de seguir. Sobre el tema del matrimonio, de la verdad, de la vida en sociedad, el Señor no escatima. Siempre pide más esfuerzos. Él espera muchos de sus discípulos.
El camino del cristiano está plagado de misterios de fe y de prácticas difíciles de explicar, y aún más de explicarlas a los demás. Empezar a seguir a Cristo y continuar siguiéndole requiere una gran perseverancia.
¿Cómo es posible que no podamos obtener más fácilmente resultados en el plano espiritual, cuando lo logramos en otros?
¿No es un poco anticuado mantener el cristianismo tan complejo cuando existen métodos que facilitan el uso de tantas cosas con complejos programas informáticos? ¿Por qué no hacer lo mismo en materia de fe?
Y no hablemos de moralidad: ¿no es ya tiempo de adaptarse a la época? Como todo se hace fácil, facilitemos la vida cristiana. ¿La desafección de muchas personas con respecto al cristianismo acaso no proviene del esfuerzo que debe hacerse?

¿Debemos mantener el listón muy alto?


RÓŻANIEC
felipequeiroz | Shutterstock

¿Cómo quejarse entonces si nadie sigue, o casi nadie?
Imagínate que estas ideas son menos modernas de lo que parecen. En todas las épocas ha habido personas que ofrecían versiones más sencillas del cristianismo, una práctica del Evangelio más asequible y una vida cristiana simplificada.
Nunca han faltado buenas almas para proponer atajos, un “cristianismo sin esfuerzo”.
El cristiano de nuestro tiempo, si es un poco reflexivo y acepta entrar en la lógica del Señor, se da cuenta de que aunque su vida material sea más fácil, su vida de fe, su esperanza en la vida eterna y su práctica de la caridad siempre serán terriblemente exigentes.
No se trata tanto de buscar la dificultad por ella misma (lo que sería una debilidad psicológica), sino de atravesar los caminos inevitables que conducen a una verdadera unión con Dios.
En la vida espiritual, nada se logrará tomando el camino de la facilidad. El objetivo no está separado del esfuerzo para alcanzarlo.
Para hacer una comparación: en las montañas, hay muchas maneras de alcanzar la cima. Se puede llegar a pie haciendo el esfuerzo de vencer la fatiga y las dificultades del camino. También se puede acceder en helicóptero, depositándose en la cima. ¿Lograremos el mismo objetivo?
¿Los que han llegado a pie y los que han sido depositados, los que ascienden de la tierra y los que descienden del cielo, viven las mismas experiencias humanas y espirituales?

¡Cuidado con los atajos!

De todos modos, no hay helicóptero para ponernos en presencia del Señor en la oración. Siempre tendrás que tomar la ruta, pagar tú el precio, marchar en la noche de la fe, perseverar en el esfuerzo, soportar las pruebas, aceptar los fracasos, no parar, levantarte si te caes, conseguir ayuda del que es más fuerte que tú, y ayudar a su vez aquel más débil que tú.
Los que proponen vidas espirituales fáciles son mentirosos o aficionados. Aquellos que proponen atajos, exenciones, subterfugios o resúmenes, no merecen que le hagamos confianza. Uno no se hace cristiano burlándose de ello.
Las etapas que llevan a los adultos al bautismo (el catecumenado) son numerosas y requieren tiempo. No por el placer de acumular los obstáculos, lo que puede parecer un elemento disuasorio, sino porque está en la naturaleza de las cosas.
El Señor Jesús mismo no facilitó la ruta de sus primeros discípulos. Les dijo claramente que ellos, como Él, debían tomar su cruz y seguirlo.
Les dijo que debían servir y no ser servidos. No les ocultaba que para acceder a la resurrección tendrían que pasar por la agonía, la pasión y la muerte.
No es de la noche a la mañana como uno se convierte en un hombre de Dios. Se necesita tiempo. Debemos aceptar las etapas, las progresiones, las lentitudes, los momentos de desánimo, los fracasos, las obscuridades, las ilusiones … No buscamos lo difícil por sí mismo. Pero hay dificultades que son parte integrante de la realidad espiritual.

Para entrar al Reino de los Cielos, demos de nosotros mismos

Esa es nuestra situación. Vivimos en un mundo que tiene como objetivo facilitar todo, y vivimos una fe que nunca será fácil.
Algunos nos repiten hasta la saciedad excelentes métodos para obtener el mejor resultado sin tener que pagar el precio. Pero sabemos que no entraremos en la intimidad de Dios sin pagar por nosotros mismos.
Pero, después de todo, ¿no es este un buen desafío? ¿No nos llama a lo mejor de nosotros? ¿No seremos felices cuando ocupemos el lugar reservado para nosotros en el banquete del Reino para escuchar al Señor decirnos:
Muy bien, buen y fiel servidor, has sido fiel por pocas cosas, te confiaré muchas otras; entra en el gozo de tu Señor”(Mt 25:21)?
Olvidaremos entonces nuestras penas. Estaremos alegres de haber nacido en el esfuerzo.
La mujer que da a luz sufre porque ha llegado su hora. Pero cuando el niño nace, ya no recuerda su sufrimiento, feliz de que un ser humano haya venido al mundo“(Juan 16:21).
Por el Hermano Alain Quilici, Edifa Aleteia


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