¿Eres como Herodes, que sacrificó a los niños a su propio bienestar de adulto?
Eso sí, de forma civilizada: comprándole un videojuego
Eso sí, de forma civilizada: comprándole un videojuego
Durante las fiestas de Navidad se celebra el día de los santos inocentes. Según el evangelio de Mateo, los Magos de Oriente, que habían acordado avisar al rey Herodes dónde encontrar a aquel niño que le usurparía la corona, advertidos en sueños por un ángel pasaron de largo. Ante el engaño, Herodes mandó ejecutar a los niños menores de dos años de Belén. Como peligraba su mundo, cortó por lo sano. Herodes pasó a la Historia como el cruel capaz de todo por mantener su statu, su reinado.
En estas fiestas navideñas, hacemos un breve parón de nuestro ritmo laboral. Ansiamos descansar y hacer aquello que, de normal, no podemos realizar. Pero estimamos inadecuadamente nuestro tiempo. En primer lugar, porque dueños de nuestro tiempo pensamos que desempeñaremos nuestro ocio manteniendo el ritmo habitual en lugar relajarnos; y, en segundo lugar, porque perdemos de vista que nuestros hijos tienen también vacaciones y eso nos destrona de nuestros proyectos individuales. Si bien el ocio individual puede improvisarse, el familiar exige planificación y, por lo tanto, requiere de esfuerzo.
El hombre postmoderno y perennemente hiperconectado ha encontrado una vía de solución. Si el tiempo de ocio de nuestros hijos hace peligrar nuestro reinado sobre nuestro ocio, lo mejor es propiciarles un mundo alternativo, llamado videogames, y desterrarlos. Que nos dejen en paz. Sin esfuerzo, cada uno decide en su propia isla, tiene su propio ocio y es rey de su mundo. Voilà.
El estudio #juegaconellos de una empresa juguetera concluye que los padres juegan con sus hijos menos de dos horas a la semana. Hemos marginalizado el ocio. Relegamos el juego compartido a un segundo plano y olvidamos su valor fundamental para el desarrollo de nuestros hijos.
10 beneficios del juego en los niños
Si la escuela instruye el intelecto, el ocio familiar, y en especial el juego, permite el desarrollo de habilidades no cognitivas de los pequeños. Mediante el juego aprenden la socialización, la importancia de seguir reglas, la paciencia para obtener recompensas por el esfuerzo o la gestión de la frustración.
Cuando jugamos con nuestros hijos les ayudamos en su construcción afectiva y les ayudamos a gestionar sus emociones.
Pero en su lugar, les ofrecemos mundos paralelos online donde ocuparse sin molestarnos: Pantallas de mundos con bloques, matando zombies o enemigos online. Descubrimos que “Fornite” tiene nuevo baile al verlos con extrañeza convulsionar de forma sincronizada.
Hemos resuelto lo de Serrat de “Niño, deja ya de joder con la pelota” con “engánchate de una vez a la consola” para seguir reinando sobre nuestro tiempo y ocio individual. Y así los deterramos a un mundo personalizado e irreal.
En contraposición, los juegos de mesa obligan a socializar, gestionar la frustración, seguir reglas,… y hay más de 100.000 que pueden ayudarnos. Los hay de todo tipo, más allá de típicos tiradados, aburridos chorripreguntas o eternos compracalles. Hay una gran cantidad de juegos de mesa que nos permiten desarrollar habilidades no cognitivas, crecer y divertirnos en familia.
Quizá de esa manera usando buenos juegos de mesa, si somos conscientes de que el ocio en sí no debería ser marginalizado y que es una oportunidad para crecer en familia, dejemos de “matar” el desarrollo de nuestros niños, nuestros santos inocentes del siglo XXI.
César Nebot, Aleteia
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