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domingo, 18 de abril de 2021

Evangelio del día

Cuando no se participa en la Santa Misa  sería bueno celebrar en Familia con los textos, el compartir y las oraciones. Si no se puede por lo menos presencia con la Familia una transmisión de la Eucaristía Dominical en las redes sociales.

ChristianArt 
 
Lucas 24, 35-48 Tóquenme y véanlo ustedes mismos
 
 

Cristo resucitado en Emaús, Pintura de Ladislav Záborský (1921-2016), Pintado en 1996, Óleo sobre lienzo
 © Ladislav Záborský artist

Cuando los dos discípulos regresaron de Emaús y llegaron al sitio donde estaban reunidos los apóstoles, les contaron lo que les había pasado en el camino y cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan.

Mientras hablaban de esas cosas, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: “La paz esté con ustedes”. Ellos, desconcertados y llenos de temor, creían ver un fantasma. Pero él les dijo: “No teman; soy yo. ¿Por qué se espantan? ¿Por qué surgen dudas en su interior? Miren mis manos y mis pies. Soy yo en persona. Tóquenme y convénzanse: un fantasma no tiene ni carne ni huesos, como ven que tengo yo”. Y les mostró las manos y los pies. Pero como ellos no acababan de creer de pura alegría y seguían atónitos, les dijo: “¿Tienen aquí algo de comer?” Le ofrecieron un trozo de pescado asado; él lo tomó y se puso a comer delante de ellos.

Después les dijo: “Lo que ha sucedido es aquello de que les hablaba yo, cuando aún estaba con ustedes: que tenía que cumplirse todo lo que estaba escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos”.

Entonces les abrió el entendimiento para que comprendieran las Escrituras y les dijo: “Está escrito que el Mesías tenía que padecer y había de resucitar de entre los muertos al tercer día, y que en su nombre se había de predicar a todas las naciones, comenzando por Jerusalén, la necesidad de volverse a Dios para el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de esto”.

Comentario


Bulle

San Gregorio Magno (c. 540-604)
papa y doctor de la Iglesia
Homilías sobre los evangelios, nº 26; PL 76,1197


«¡Soy yo en persona! Palpadme»

¿Cómo es que el cuerpo del Señor, después de resucitado, siguió siendo un cuerpo verdadero, siendo así que pudo entrar donde estaban los discípulos a pesar de estar cerradas las puertas? Debemos saber que la acción divina no sería admirable si la razón humana la pudiera comprender, y que la fe no tendría ningún mérito si la razón la proveyese de pruebas experimentales. Las obras de nuestro Redentor que por ellas mismas son absolutamente incomprensibles, las debemos meditar a la luz de sus demás acciones, de tal manera que seamos inducidos a creer estos hechos maravillosos a través de otros que lo son todavía más. Porque este cuerpo del Señor que iba al encuentro de los discípulos a pesar de estar cerradas las puertas, es el mismo que por su Natividad se hizo visible a los hombres cuando salió del seno también cerrado de la Virgen. No debemos extrañarnos que nuestro Redentor, después de resucitar para vivir para siempre, entrara a pesar de estar cerradas las puertas, puesto que, habiendo venido a este mundo para morir, salió del seno de la Virgen sin abrirlo.
Y ya que la fe de los que miraban este cuerpo visible seguía dudando, el Señor les ofreció que tocaran esta carne que él mismo había hecho pasar a través de las puertas cerradas... Ahora bien, lo que se toca necesariamente se corrompe, y lo que no se corrompe no puede ser tocado. Pero de una manera maravillosa e incomprensible, nuestro Redentor nos hizo el don de ver, después de su resurrección, un cuerpo incorruptible y, al mismo tiempo, palpable. Mostrándolo incorruptible, nos invitaba a la recompensa; dejándonoslo a tocar, nos confirmaba en la fe. Así pues, se hizo ver al mismo tiempo incorruptible y palpable, para mejor manifestar que después de su resurrección su cuerpo seguía siendo de la misma naturaleza, pero que estaba elevado a una gloria del todo  diferente. (EDD)

Oración

Señor, que tu pueblo se regocije siempre al verse
renovado y rejuvenecido por la resurrección de Jesu-
Cristo, y que la alegría de haber recobrado la digni-
dad de la adopción filial le dé la firme esperanza de
resucitar gloriosamente como Jesucristo. Que vive y
reina contigo.




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