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domingo, 11 de abril de 2021

El niño perdido y hallado en pleno desierto que invita a reflexionar

 

MIGRANT


Un niño nicaragüense fue encontrado en el desierto cerca de McAllen Texas en la frontera con Tamaulipas, México. Abandonado, deambulando sin rumbo, sin sus padres, con lágrimas pidió auxilio al cielo y de la nada apareció un agente de migración que lo rescató, un "ángel de la guarda" que fue llevado a encontrarse con el grito desesperado de auxilio de este niño

Se ha convertido en viral un video de un niño que fue encontrado en pleno desierto.  Sucedió en el lugar llamado “La Grulla Texas” cerca de la ciudad de McAllen entre Estados Unidos y la frontera de Tamaulipas, México.

Un video desgarrador, donde el niño entre sollozos pide ayuda a un agente de migración de Estados Unidos se ha hecho viral. La imagen ha impactado al mundo entero.

¿Hasta dónde hemos llegado?

No juzgaremos a los papás del niño, no es el tema.  Lo impactante es cómo un niño puede sobrevivir ante la nada, puede sobrevivir al frío, al calor.  Lo aleccionador de este video y testimonio, nos invita a reflexionar.

¿Nosotros seríamos capaces de sobrevivir en un desierto infestado de víboras de cascabel, donde proliferan sicarios y narcotraficantes que violan y descuartizan personas? ¿Hasta dónde hemos llegado?

El drama de la migración de seres humanos desde Centroamérica que van en busca del sueño americano, es dantesco, de horror. Cada día son abandonados cientos de niños a su suerte en la frontera en el muro famoso que divide a sus naciones.

Como sociedad en general, este video, es una llamada. Es un grito para no solo cruzarnos de brazos y responsabilizar a los gobiernos de los países que tienen en una profunda miseria y pobreza a sus pueblos. Es tarea de todos el aplicar iniciativas en cada rincón del mundo para evitar que estos sucesos dejen de existir.

PATROL

Ponerse en acción

El cómo ayudar y aplicar estas acciones concretas, tienen que ser basadas en  la creatividad. Y el Espíritu Santo puede inspirar. Solo falta ponerse en acción. La tarea es abrumadora y titánica, pero algo se tiene que empezar a hacer desde la raíz de origen y en los lugares donde la migración se hace presente.

Cientos de religiosos, sacerdotes y voluntarios católicos están trabajando arduamente día y noche en los campos que albergan a miles de migrantes. Pero es insuficiente.

En este desierto son abandonados niños y también son abandonados bebés, como el otro caso documentado y evidenciado en redes sociales gracias a un video de la patrulla fronteriza de Estados Unidos. Bebés que fueron aventados por el muro fronterizo, dos niños no mayores a 5 años, es espeluznante ver cómo caen del otro lado de la frontera en plena tiniebla de la noche, los traumas psicológicos por el trauma de ser separados de los brazos y manos de sus papás,  quedarán para siempre en estos niños. 

Un cambio

Si nos aterra y nos indigna el aborto, tenemos que empezar a exigir que esto cambie, no pueden continuar aventando niños y  abandonarlos, solo para justificar que tendrán una vida mejor en tierra Norteamérica.

Si no quieren que mueran de hambre en sus países de origen o por la violencia eso se entiende y se comprende. Pero no deberían ser abandonados en el desierto estos niños, por que morirían por lo mismo que no quieran sus padres, exactamente  morirán de hambre o violentados en el desierto.  El mejor lugar para los niños y bebés siempre será al lado de sus padres.  A pesar de las carencias,  nada justifica el abandono y el riesgo de perder una vida humana. Esto con una agravante más al ser seres indefensos, niños y bebés.

Ciertamente ese desierto entre México y Estados Unidos es un cementerio lleno de fosas. Es el lugar donde han muerto miles de seres humanos, de lado de mexicano. Seres humanos ejecutados por los carteles de las drogas, algunos, enterrados vivos. Del lado de Estados Unidos seres humanos que han muerto por deshidratación, fallecidos por la picadura de una víbora de cascabel o que han muerto de hambre y frío por que se han perdido en un desierto sin fin.

El niño abandonado, pidiendo ayuda entre lágrimas, es el grito desesperado de una humanidad que no soporta más la miseria. Y la indiferencia de los gobiernos y la sociedad, que está inmersa muchas veces inmersa en un egoísmo consumista.

«El grito de Dios»

El niño extraviado en el desierto, llorando sin rumbo, es el «grito de Dios» que nos pide que actuemos ya, que dejemos de culpar de una vez y por todas, a los gobiernos, tenemos que salir a dar auxilio, es el momento donde tenemos que aplicar de nuevo las obras de misericordia. 

Dios nos está llamando con la imagen desgarradora de este niño abandonado. Dios nos está gritando a los oídos del alma, que es el momento de extender una mano a los migrantes, extender y acercar un pedazo de pan a nuestros hermanos que se mueren de hambre en la miseria o que son masacrados por la violencia en sus lugares de origen.

Ciertamente Dios no nos abandona pero tenemos que convertirnos en los brazos y en las manos de Dios, tenemos que salir al rescate de estos niños abandonados, es el momento de dar el pan y el trabajo a sus papás, que se ven motivados en la desesperación, al abandono de sus creaturas. 

«Ángeles de la guarda»

Muchas han sido las críticas a los agentes fronterizos de migración de Estados Unidos, pero hoy estos agentes, muchos de ellos de sangre o ascendencia hispana o mexicana, se están convirtiendo en verdaderos «ángeles de la guarda», convertidos en instrumentos de Dios, enfundados en sus uniformes, estás rescatando a miles de migrantes de las garras de los sicarios, coyotes, narcotraficantes.

Otros agentes fronterizos de migración de Estados Unidos están arriesgando sus propias vidas para salvar a los migrantes que cruzan nadando los ríos que dividen los territorios de México y Estados Unidos. Verdaderamente estos agentes de migración son ahora ángeles de la guarda que están rescatando a su propia gente, están rescatando a sus raíces. Que Dios bendiga a los cientos de miles de agentes de migración que están salvando a los seres humanos y cuidan las fronteras.

Salgamos en busca de Dios, que se nos presenta en este niño que vivió  el terror de estar  extraviado en el desierto de nuestra indiferencia.

Jesús V. Picón, Aleteia 

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