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sábado, 10 de abril de 2021

Vía Lucis: El Camino de la Luz para contemplar a Cristo resucitado



Catorce estaciones, ilustradas por grandes artistas de todos los tiempos, que recogen momentos evangélicos culminantes de Jesús tras la Resurrección

Catorce estaciones como las del Vía Crucis. Catorce estaciones para contemplar momentos destacados de los evangelios tras la Resurrección de Jesús: en esto consisten las Estaciones de la Resurrección, conocidas comúnmente por su nombre en latín “Via lucis” («Camino de la Luz»).

El “Via Lucis” constituye una práctica reciente de  contemplación, reconocida oficialmente por la Iglesia católica en el Directorio sobre la piedad popular y la liturgia  (n.153, 17 de diciembre de 2001).

“Durante siglos, el Vía Crucis ha mediado la participación de los fieles en el primer momento del evento pascual – la Pasión – y ha contribuido a fijar sus contenidos en la conciencia del pueblo. De modo análogo, en nuestros días, el Vía Lucis, siempre que se realice con fidelidad al texto evangélico, puede ser un medio para que los fieles comprendan vitalmente el segundo momento de la Pascua del Señor: la Resurrección”, explica la Santa Sede en ese documento oficial.

“El Vía Lucis, además, puede convertirse en una óptima pedagogía de la fe, porque, como se suele decir, ‘per crucem ad lucem’ (por la cruz hacia la luz). Con la metáfora del camino, el Vía Lucis lleva desde la constatación de la realidad del dolor, que en plan de Dios no constituye el fin de la vida, a la esperanza de alcanzar la verdadera meta del hombre: la liberación, la alegría, la paz, que son valores esencialmente pascuales”.

Ofrecemos aquí los pasajes evangélicos de las catorce estaciones del “Via Lucis”, ilustrados por algunos de los artistas más grandes de todos los tiempos.

Anastasis, iglesia de San Salvador de Cora (Turquía), comienzos del siglo XIV.

Primera Estación

Jesús resucita de la muerte

Del Evangelio según Mateo (Mt 28, 1-7)

En la madrugada del sábado, al alborear del primer día de la semana, fueron María Magdalena y la otra María a ver el sepulcro. Y de pronto tembló fuertemente la tierra, pues un ángel del Señor, bajando del cielo y acercándose, corrió la piedra y se sentó encima. Su aspecto era de relámpago y su vestido blanco como la nieve; los centinelas temblaron de miedo y quedaron como muertos. El ángel habló a las mujeres: «Vosotras, no temáis. Ya sé que buscáis a Jesús, el crucificado. No está aquí. Ha resucitado, como había dicho. Venid a ver el sitio donde yacía e id a prisa a decir a sus discípulos: «Ha resucitado de entre los muertos y va por delante de vosotros a Galilea; allí lo veréis». Mirad, os lo he anunciado.

Eugène Burnand. Juan y Pedro corren al sepulcro en la mañana de la Resurrección (1898)

Segunda Estación

Los discípulos encontraron el sepulcro vacío

Del Evangelio según San Juan (Jn 20, 1-9)

El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Echó a correr y fue a donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús tanto quería, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto». Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos; pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; y, asomándose, vio las vendas en el suelo y el sudario con el que le habían cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte.  Entonces entró también el otro, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.

La Resurrección y "Noli me tangere" (No me toques), Giotto, Capilla de los Scrovegni, Padua, 1303-1305

Tercera Estación

El Resucitado se manifiesta a la Magdalena

Del Evangelio según San Juan(Jn 20,11-18)

Fuera, junto al sepulcro, estaba María Magdalena, llorando. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados, uno a la cabecera y otro a los pies, donde había estado el cuerpo de Jesús. Ellos le preguntan: «Mujer, ¿por qué lloras?» Ella les contesta: «Porque se han llevado a mis Señor y no sé dónde lo han puesto». Dicho esto, da media vuelta y ve a Jesús de pie, pero no sabía que era Jesús. Jesús le dice: «Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?» Ella, tomándolo por el hortelano, le contesta: Señor, si tú te los has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré.» Jesús le dice: «¡María!» Ella se vuelve y le dice: «¡Rabboni!», que significa «¡Maestro!». Jesús le dice: «Suéltame, que todavía no he subido al Padre. Anda, ve a mis hermanos y diles: «Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro». María Magdalena fue y anunció a los discípulos: «He visto al Señor y ha dicho esto».

Duccio di Buoninsegna, Camino hacia Emaús, (1308-1311), Museo de la Catedral de Siena.

Cuarta Estación

El Resucitado en el camino de Emaús

Del Evangelio según San Lucas (Lc 24, 13-19. 25-27)

Dos discípulos de Jesús iban andando aquel mismo día, el primero de la semana, a una aldea llamada Emaús, distante una dos leguas de Jerusalén. Iban comentando todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo. Él les dijo: ¿qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino? Ellos se detuvieron preocupados. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le replicó: «¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que nos sabe lo que ha pasado allí estos días?» El les preguntó: «¿Qué»? Ellos contestaron: «lo de Jesús, el Nazareno, que fue un Profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo» (…) Entonces Jesús les dijo: «¡Qué necios y torpes sois para creer lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria?» Y, comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas, les explicó lo que se refería a él en toda la Escritura.

La cena en Emaús (1648), de Rembrandt (Museo del Louvre).

Quinta Estación

El Resucitado se manifiesta al partir el pan

Del Evangelio según San Lucas(Lc 24, 28-35)

Ya cerca de la aldea donde iban, Él hizo ademán de seguir adelante; pero ellos le apremiaron diciendo: «Quédate con nosotros porque atardece y el día va de caída» Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero Él desapareció. Ellos comentaron: «¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?» Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo: «Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón» Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

Cristo resucitado en el cenáculo. ca.1670. Obra de Mattia PrettiÓleo sobre lienzo, 149 x 203 cmMuseo de Bellas Artes, Sevilla. España

Sexta Estación

El Resucitado se presenta vivo ante los discípulos

Del Evangelio según San Lucas(Lc 24, 36-43)

Estaban hablando de estas cosas, cuando se presenta Jesús en medio de ellos y les dice: «Paz a vosotros». Llenos de miedo por la sorpresa, creían ver un fantasma. Él les dijo: «¿Por qué os alarmáis?, ¿Por qué surgen dudas en vuestro interior? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un fantasma no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo». Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Y como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo: «¿tenéis ahí algo de comer?» Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos.

Aparición de Cristo en el círculo de sus apóstoles de Duccio di Buoninsegna (1308-1311), Museo de la Catedral de Siena

Séptima Estación

El Resucitado da el poder de perdonar los pecados

Del Evangelio según San Juan(Jn 20, 19-23)

Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros». Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo». Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados, a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.»

La incredulidad de santo Tomás, Caravaggio (1600-1601 ), Bildergalerie de Potsdam.

Octava Estación

El resucitado confirma la fe de Tomás

Del Evangelio según San Juan(Jn 20, 24-29)

Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor» Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo». A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: «Paz a vosotros». Luego dijo a Tomás: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente». Contestó Tomás: «¡Señor mío y Dios Mío!». Jesús le dijo: «¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto.»

Cristo en el lago Tiberíades de Tintoretto (1575-1580), Galería Nacional de Arte, de Washington D. C.

Novena estación

El Resucitado encuentra a los suyos en el lago de Tiberíades

Del Evangelio según San Juan (Jn  21, 1-9.13)

Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al algo de Tiberíades. Y se apareció de esta manera: estaban juntos Simón Pedro, Tomás apodado el Mellizo, Natanael el de Caná de Galilea, los Zebedeos y otros dos discípulos suyos. Simón Pedro les dice: «Me voy a pescar». Ellos contestan: «Vamos también nosotros contigo». Salieron y se embarcaron; aquella noche no pescaron nada. Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús. Jesús les dice: «¿Muchachos, tenéis pescado?». Ellos contestaron: «No». Él les dice: «Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis». La echaron, y no tenían fuerzas para sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo que Jesús tanto quería le dice a Pedro: «Es el Señor». Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque no distaban de tierra más que unos cien metros, remolcando la red llena de peces. Al saltar a tierra ve unas brasas con un pescado puesto encima y pan (…). Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado.

Entrega de las llaves a Pedro, Pietro Perugino (1481-1482), Capilla Sixtina, Vaticano.

Décima Estación

El Resucitado confiere el primado a Pedro

Del Evangelio según San Juan(Jn 21, 15-17)

Después de comer, dice Jesús a Simón Pedro: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?». Él le contestó: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero». Jesús le dice: «Apacienta mis corderos». Por segunda vez le pregunta: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?». Él le contesta: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero». Él le dice: «Pastorea mis ovejas». Por tercera vez le pregunta: «Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?». Se entristeció Pedro de que le preguntara por tercera vez si lo quería y le contestó:  «Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero». Jesús le dice: «Apacienta mis ovejas.»

Duccio di Buoninsegna, Aparición de Cristo en el Monte de Galilea, Museo de la Catedral de Siena

Undécima Estación

El Resucitado le confía a los discípulos la misión universal

Del Evangelio según San Mateo(Mt 28,16-20)

Los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Al verlo, ellos se postraron, pero algunos vacilaban. Acercándose a ellos, Jesús les dijo: «Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.»

La Ascensión de Giotto (1303-1305), capilla de los Scrovegni, Padua.

Duodécima Estación

El Resucitado sube al cielo

De los Hechos de los Apóstoles(Hechos 1, 6-11)

Ellos lo rodearon preguntándole: Señor, «¿Es ahora cuando vas a restaurar el reino de Israel?». Jesús contestó: «No os toca a vosotros conocer los tiempos y las fechas que el Padre ha establecido con su autoridad. Cuando el Espíritu Santo descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza para ser mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los confines del mundo». Dicho esto lo vieron levantarse, hasta que una nube se lo quitó de la vista. Mientras miraban fijos al cielo, viéndolo irse, se le presentaron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron: «Galileos, ¿Qué hacéis ahí plantados mirando al cielo?. El mismo Jesús que os ha dejado para subir al cielo volverá como lo habéis visto marcharse.»

Pentecostés, Misal del siglo XIV, realizado con pergamino de Anglia Oriental (hoy Este de Inglaterra)

Decimotercera Estación

Con María, a la espera del Espíritu

De los Hechos de los Apóstoles(Hechos 1, 12-14)

Después de subir Jesús al cielo, los apóstoles se volvieron a Jerusalén, desde el monte que llaman de los Olivos, que dista de Jerusalén lo que se permite caminar en sábado. Llegados a casa, subieron a la sala, donde se alojaban: Pedro, Juan, Santiago, Andrés, Felipe, Tomás, Bartolomé, Mateo, Santiago el de Alfeo, Simón el Celotes y Judas el de Santiago. Todos ellos se dedicaban a la oración en común, junto con algunas mujeres, entre ellas María, la madre de Jesús, y con sus hermanos.

Pentecostés de El Greco (1597-1600), Museo Nacional del Prado, Madrid.

Decimocuarta Estación

El resucitado envía a los discípulos el Espíritu Santo Prometido

De los Hechos de los Apóstoles(Hechos 2, 1-6)

Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. De repente, un ruido del cielo, como de viento recio, resonó en toda la casa donde se encontraban. Vieron aparecer lenguas, como llamaradas, que se repartían, posándose encima de cada uno. Se llenaron todos del Espíritu Santo y empezaron a hablar en lenguas extranjeras, cada uno en la lengua que el Espíritu le sugería. Se encontraban entonces en Jerusalén judíos devotos de todas las naciones de la tierra. Al oír el  ruido, acudieron en masa y quedaron desconcertados, porque cada uno los oía hablar en su propio idioma.

Jesús Colina, Aleteia





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