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sábado, 4 de septiembre de 2021

Evangelio del día


Lucas 6:1-5
¿Por qué haces algo que está prohibido en el día de reposo?


Un sábado, Jesús paseaba por los campos de maíz, y sus discípulos recogían espigas, las frotaban en sus manos y las comían. Algunos fariseos le dijeron: "¿Por qué hacéis algo que está prohibido en sábado? Jesús les contestó: "¿No habéis leído lo que hizo David cuando él y sus seguidores tenían hambre, cómo entró en la casa de Dios, tomó los panes de la ofrenda, los comió y se los dio a sus seguidores, panes que sólo pueden comer los sacerdotes? Y les dijo: 'El Hijo del Hombre es dueño del sábado'.

Comentario

Bulle

San Agustín (354-430)
obispo de Hipona (África del Norte), doctor de la Iglesia
Comentario sobre el libro del Génesis


“Guardarás el sábado como recuerdo, como un día sagrado.” (cf Ex 20,8)

    Ahora que estamos en el tiempo de la gracia que nos ha sido revelada, la observancia del sábado, antiguamente simbolizada por el reposo de un solo día, ha sido abolida para los fieles. En efecto, en este tiempo de gracia, el cristiano observa un sábado perpetuo si hace todas las obras buenas con la esperanza del reposo futuro y no se gloría de sus obras como si fueran un bien propio y no un don recibido.
    Así, recibiendo y comprendiendo el sacramento del bautismo como un sábado, es decir, como el reposo del Señor en el sepulcro (cf Rm 6,4) el cristiano reposa de sus obras antiguas para caminar, desde ahora en una vida nueva, reconociendo que Dios obra en él. Dios es quien, a la vez, actúa y reposa, reconociendo  a su criatura la actividad que le es propia y también el gozo de un reposo  perenne en Dios.
    Dios ni se cansó al crear el mundo, ni ha recobrado sus fuerzas después de la creación, sino que ha querido invitarnos con estas palabras de la Escritura: “Dios descansó el día séptimo...” (Gen 2,2) a desear su reposo dándonos el precepto de santificar este día. (cf Ex 20,8)

Oración

Que nuestra voz, Señor, nuestro espíritu y toda nuestra vida sean una continua alabanza en tu honor, y ya que toda nuestra existencia es un don gratuito de tu liberalidad, haz que también cada una de nuestras acciones te esté plenamente dedicada. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.


















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