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sábado, 15 de enero de 2022

Evangelio del día


Evangelio según San Marcos 2,13-17.

Jesús salió nuevamente a la orilla del mar; toda la gente acudía allí, y él les enseñaba.
Al pasar vio a Leví, hijo de Alfeo, sentado a la mesa de recaudación de impuestos, y le dijo: "Sígueme". El se levantó y lo siguió.
Mientras Jesús estaba comiendo en su casa, muchos publicanos y pecadores se sentaron a comer con él y sus discípulos; porque eran muchos los que lo seguían.
Los escribas del grupo de los fariseos, al ver que comía con pecadores y publicanos, decían a los discípulos: "¿Por qué come con publicanos y pecadores?".
Jesús, que había oído, les dijo: "No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos. Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores".


Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.


Bulle

San Pedro Crisólogo (c. 406-450)
obispo de Ravenna, doctor de la Iglesia
Sermón 30; CCL 24, 173; PL 52, 284


“El hombre se levantó y lo siguió”

    Este desdichado publicano sentado en el mostrador de impuestos, estaba en peor situación que el paralítico del cual os hablé el otro día, el que yacía en su camilla (Mc 2,1s). Éste sufría parálisis en su cuerpo, aquel en su alma. El primero tenía deformados todos sus miembros; el segundo, era el conjunto de su persona que estaba a la desbandada. El primero yacía, prisionero de su carne; el otro estaba sentado, cautivo de alma y cuerpo. Era a pesar suyo que el paralítico sucumbía a causa de sus sufrimientos; el publicano, muy a su gusto estaba esclavo del mal y del pecado. Este último, que a sus propios ojos se tenía por inocente, estaba acusado de avaricia por los demás; el primero, en sus heridas, se sabía pecador. El uno acumulaba ganancia sobre ganancia efecto de sus pecados; el otro escondía sus pecados con el gemido de sus dolores. Es por ello que eran justas las palabras dirigidas al paralítico: “Ánimo, hijo, tus pecados quedan perdonados”, porque con sus sufrimientos quedaban compensadas sus faltas. Pero el publicano, escuchó estas palabras: “Sígueme. “, es decir: “Tú que te has perdido siguiendo al dinero, siguiéndome repararás tu pecado”.
    Alguno dirá: ¿por qué el publicano, pareciendo más culpable, recibe un don más elevado? Él llega enseguida a ser apóstol... Él mismo ha recibido el perdón, y concede a los demás la remisión de sus pecados; ilumina la tierra entera con el esplendor de la predicación del Evangelio. En cambio el paralítico apenas es juzgado digno de recibir tan sólo el perdón. ¿Quieres saber por qué el publicano obtuvo más gracias? Es porque, según la palabra del apóstol Pablo: “Donde se ha multiplicado el pecado, la gracia ha sido más abundante” (Rm 5,20). (EDD)

Oración

Pensaba que todo podía 

que yo me bastaba, 

que siempre acertaba, 

que en cada momento 

vivía a tu modo y así me salvaba. 

Rezaba con gesto obediente en primera fila, 

Y una retahíla de méritos huecos 

era solo el eco 

de un yo prepotente.

Creía que solo mi forma

de seguir tus pasos

era la acertada.

Miraba a los otros con distancia fría

porque no cumplían tu ley y tus normas.

Me veía distinto, y te agradecía

ser mejor que ellos.


Hasta que un buen día

tropecé en el barro,

caí de mi altura,

me sentí pequeño

descubrí que aquello

que pensaba logros

era calderilla.

Descubrí la celda,

donde estaba aislado

de tantos hermanos

por falsos galones.

Me supe encerrado

en el laberinto

de la altanería.

Me supe tan frágil…

y al mirar adentro

tú estabas conmigo.


y al mirar afuera,

comprendí a mi hermano,

Supe que sus lágrimas

sus luchas, y errores

sus caídas, y anhelos,

eran también míos.

Tan solo ese día

mi oración cambió.

Ten compasión, Señor,

que soy un pecador.


José María R. Olaizola, sj
























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