Cuántas personas hay en la Iglesia que dicen: «¿Yo, santo? no, eso es para otros, no para mí». Como si no creyeran que Dios todo lo puede hacer nuevo, que para Él nada es imposible. Si pudo entrar en la mente y el corazón de san Agustín y de san Francisco, también podrá entrar en tu interior.
Solo tienes que creerle a Él cuanto te dice que puedes ser santo, que está preparado un lugar en el cielo para ti. Y la pregunta que viene ahora, es ¿cómo puedo ser santo en lo cotidiano?, ¿qué tengo que hacer?, ¿cuál es la fórmula? Pues no es que haya una fórmula única, ya que la santidad es personal, es decir, tu santidad no es igual a la mía ni a la de otros.
Tu llamada de santidad es única y debes descubrirla. Aquí te quiero dejar siete acciones que puedes llevar a cabo durante el día para acercarte más a la santidad. Son siete acciones concretas que, si las pones en práctica, pueden encaminarte hacia Dios de manera veloz. Pon atención.
1. Controla y domina tus sentidos
Hay sentidos internos y externos. Los internos son la conciencia, imaginación, memoria y estimativa, los externos son vista, olfato, tacto, gusto, audición. Con ellos podemos conocer el mundo que nos rodea y darnos una imagen mental de él. Recordamos el pasado, nos imaginamos el futuro, tenemos conciencia de nuestras ideas y valoramos las situaciones.
Pero a veces es fácil que nuestros sentidos vayan por su lado, como caballos desbocados, sin que nadie los dirija. Para ser santos es necesario tomar las riendas de nuestra vida y nuestros sentidos. Hay sonidos que no nos
ayudan, los dejamos. Hay imágenes que no nos dejan en paz, las dejamos. Comer mucho nos lleva a la gula, dejamos algo de comida, y así.
Igual con los internos: a veces nos imaginamos muchas cosas sobre los demás, creamos castillos en el aire que no son verdad y podemos perder el sentido de la realidad. Por ello si dominas tus sentidos y los controlas podrás enfocarte en lo necesario, en lo importante.
Deja que Dios permee tu vida y guíe tus sentidos hacia Él, a la vez que te esfuerzas por evitar el contacto con lo que daña tu alma y te arrebata la paz del corazón. «Nadie puede decir que no se sacia el ojo de ver ni se harta el oído de escuchar» (Eclesiastés 1:8). «Tanto si comen, como si beben, o hacen cualquier cosa, háganlo todo para gloria de Dios» (1 Corintios 10:31).
2. Examínate constantemente
Esto significa mirarse a sí mismo, mis reacciones, pensamientos, conductas, ideas, acciones, etc. Saber si voy por el buen camino o no. Si lo que hago ayuda a los demás a ser santos o les retrasa el camino. Debemos vivir con una actitud de constante examen, saber cómo estamos, dónde estamos, hacia dónde vamos, por qué hacemos las cosas, etc.
Para ello es necesario darse el tiempo, tener unos minutos a solas para pensar en la propia vida. Puede ser caminando, o sentado en un lugar tranquilo. Si te examinas podrás conocerte mejor y de esta forma serás capaz de saber qué tienes que mejorar y/o cambiar.
Esto puede ser un pequeño paso para el hombre, pero un gran salto para la santidad. Los griegos pusieron en el templo una frase muy sabia: «Conócete a ti mismo», ya que pensaban que la sabiduría máxima se encontraba en cumplir con esta tarea. Si te conoces a ti mismo podrás anticipar muchas cosas y sabrás cómo reaccionar ante dificultades y problemas con fortaleza y ánimo de corazón.
Te invito a leer el salmo 139 (138), te ayudará a entrar en ambiente de examen. «Señor, Tú me examinas y me conoces… Examíname, Dios mío, y conoce mi corazón, ponme a prueba y conoce mis pensamientos. Mira si voy por el mal camino y guíame por el camino eterno» (Salmo 139:1.23-24).
3. Busca y construye paz a tu alrededor
Puedes ser un agente de paz allí donde estás: en tu trabajo, en tu círculo de amigos, en tu familia, siendo siempre un vínculo de unidad y de paz para los demás. Ayudar a resolver conflictos con el diálogo y con serenidad de espíritu. Esto es muy importante, es una de las bienaventuranzas: «Bienaventurados los pacíficos, porque serán llamados hijos de Dios» (Mateo 5:9).
Ser constructor de paz te dará paz, pero una paz no como la da el mundo, sino la paz que solo Dios te puede dar. Hay millones de situaciones en las que puedes construir la paz: conflictos familiares, disputas temporales, discusiones acaloradas, problemas de trabajo, diferencia de opiniones, etc.
Incluso en las redes sociales puedes ser un gran constructor de paz, y es muy necesario que haya personas así en el ambiente digital. Si quieres ser santo busca tu propia paz interior, haz lo correcto en todo momento, vive de cara a Dios, no tengas miedo y confía en que el fruto de este esfuerzo será la paz que viene de Dios, una paz duradera. «La paz les dejo, mi paz les doy, no se las doy como la da el mundo. No se turbe su corazón ni se acobarde» (Juan 14:27).
4. Cuida tus palabras
Piensa lo que vas a decir antes de hablar o escribir. A veces podemos herir profundamente a alguien con solo digitar unos botones del teclado, puedes evitarlo pensando bien lo que vas a escribir. Este problema se extiende en las redes sociales, donde la susceptibilidad es muy grande y a veces no hay espacios de diálogo sincero.
Por ello cuida que todo lo que digas sea edificante para los demás, que ayude a tu prójimo. Si vas a decir tonterías, mejor callarlas. Si vas a usar tu boca para maldecir, mejor silenciarla y no desencadenar una ola de insultos. Al cuidar nuestras palabras podremos crecer en virtud y en santidad, eso te lo aseguro.
Es bueno que aprendas a controlar sobre todo la lengua, de donde sale bendición y maldición dependiendo de la ocasión. Con ella herimos y animamos. Tú eliges cuál camino tomar, ser santo no es fácil pero no imposible.
«Todo género de fieras, aves, reptiles y animales marinos puede domarse… sin embargo, ningún hombre es capaz de domar su lengua… Con ella bendecimos a quien es Señor y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, hechos a la semejanza de Dios» (Santiago 3:7-9)
5. Anima a los demás
Esto es fuente de riqueza espiritual. Cuando animamos a los demás nos animamos a nosotros mismos. Y es que nos ayuda a ver el peso real de las dificultades de la vida. A veces decimos: «sigue adelante, ya pasará», «no te preocupes, déjalo en las manos de Dios», pero ¿de verdad crees en ello?, ¿de verdad crees que todo pasará y que Dios se ocupará de tu dificultad?
Quizá el ejercicio de animar a otros te ayude a acrecentar tu propia fe y a creer en las promesas de Dios. Escribe san Pablo a los cristianos de Tesalónica: «Los exhortamos también, hermanos, a que corrijan a los indisciplinados, alienten a los pusilánimes, sostengan a los débiles y tengan paciencia con todos» (1 Tesalonicenses 5:14).
Los hermanos se ayudan entre sí, cuánto más si todos somos hijos de Dios. Te aseguro que si animas a los demás, levantas a los débiles con la fuerza de Jesús y tienes siempre palabras de aliento con el que sufre, irás directo a la santidad de vida. Inténtalo y verás, puedes ser santo con detalles pequeños como este.
«Nosotros, los fuertes, debemos sobrellevar las flaquezas de los débiles, y no complacernos a nosotros mismos. Que cada uno agrade a su prójimo buscando su bien y su edificación. Pues, tampoco Cristo buscó su complacencia» (Romanos 15:1-3)
6. Vive en la alegría
Es la alegría del Resucitado. Puede el mundo desmoronarse a nuestro alrededor, pero la alegría que viene de Dios siempre permanecerá. Es una alegría profunda, no es fruto del momento sino de la vida misma. Esta alegría debe animarnos a conquistar las altas cumbres de la vida espiritual, a subir las escarpadas montañas de la santidad.
La alegría de Jesús es contagiosa, se propaga más rápido que cualquier virus. Y lo mejor de todo es que es gratis, te la da Dios, no la puedes comprar. ¿Cómo obtenerla? Viviendo en la verdad, en la sinceridad de los hijos de Dios, sabiendo tus defectos y talentos.
Ponte frente a Dios tal cual eres y preséntale tus pecados, que Él con su amor misericordioso los perdonará y te dará la alegría del alma y el corazón. No tengas miedo a la alegría de Dios. Santo Tomás Moro decía: «Nada puede pasarme que Dios no quiera. Y todo lo que Él quiere, por muy malo que nos parezca, es en realidad lo mejor».
Aquí está la verdadera alegría, saberme amado y guiado por Dios. Para llegar a ser santo también debes trabajar por tu felicidad. «Alégrense siempre en el Señor, se los repito, alégrense… Y la paz de Dios que supera todo entendimiento custodiará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús» (Filipenses 4:4.7).
7. Acuérdate de Jesucristo
Ten a Jesús en tus pensamientos, palabras y obras. Que sea quien guíe tu vida, tu soporte, tu fortaleza, tu fuente de ánimo. Si lo pones en medio de tus actividades podrás estar tranquilo, porque Él está contigo. Si lo dejas fuera de tu vida, será muy difícil que encuentres la paz interior que tanto anhelas.
Por eso te aconsejo que vayas cambiando algunos hábitos. Puedes buscar música católica en Spotify y escucharla a menudo, seguir a influencers católicos, quizá ver canales de televisión o programas online católicos, o películas de santos, esta lista puede ayudarte. Y poco a poco te irás configurando con las cosas de Dios.
Poco a poco irás entrando en oración, en profundidad con Dios, irás acrecentando tu unión con Él. Pero es necesario que vayas «cristianizando» tu vida, esto se lo aconsejo a todos los que quieren acercarse más a Dios ya que, si modificas tu ambiente habitual y lo haces más cristiano, será más fácil para ti gustar de las cosas de Dios.
Ánimo, ser santo es posible, puedes hacer algunos ajustes en tu día a día y transformarlo para Dios. «Acuérdate de Jesucristo resucitado de entre los muertos… Si morimos con Él, también viviremos con Él. Si perseveramos, también reinaremos con Él, si lo negamos, también Él nos negará. Si no somos fieles, Él permanece fiel, pues no puede negarse a sí mismo» (2 Timoteo 2:8.11-13).
¡Ánimo, hoy puedes empezar a ser santo!
Espero que estas siete acciones que puedes realizar en tu día a día te ayuden a ser cada vez más santo. Estoy seguro de que si cristianizas tu vida irás por buen camino. Hay muchas cosas que cambiar, preséntalas a Dios y te ayudará. Lo importante es que te decidas a ser santo, que también esto es para ti.
Dios quiere que seas santo en tu vida, en tu trabajo, en tu familia, en tu círculo social, allí quiere Dios que lo pongas en medio y que lo dejes transformarlo todo. Ánimo, que tienes a muchos hermanos orando por ti para que puedas encontrarlo a Él. ¡Dios te bendiga y te acompañe!
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