A menudo se cuestiona si el hecho de que los abusos sexuales a menores en la Iglesia tiene relación con que los sacerdotes no se casen. ¿Qué dicen las cifras reales? Habla una experta
Hablar de abusos sexuales a menores, es doloroso pero necesario. ¿Por qué se producen? ¿Cómo prevenirlos? ¿Cómo ayudar a las víctimas? ¿cómo ver el problema desde su punto de vista?
Hemos contado con la ayuda de Beatriz Ruiz Pereda, autora de Protección de menores. Guía para formadores (Ed. Nueva Eva), en una serie de artículos publicados en Aleteia sobre esta cuestión. En ellos se aborda la comprensión de lo que el abuso supone desde el punto de vista del abusado, y que esperamos puedan ayudar a nuestros lectores. Los ofrecemos de nuevo al final de esta entrevista.
Cuando estas situaciones se producen en la Iglesia, sobre todo perpetradas por miembros del clero, el escándalo es inmenso y el dolor para los creyentes, enorme. En la búsqueda de explicaciones sobre cómo ha podido suceder algo así, muchos cuestionan si la ley del celibato puede ser la causa; la «represión» sexual llevaría a «desahogos» antinaturales. Pero ¿corroboran los hechos esta explicación?
«Antes de comenzar a responder las preguntas quiero precisar cuál es la competencia personal desde la que me permito expresar impresiones y opiniones. No manejo más datos porcentuales sobre abusos sexuales en la Iglesia de los que cualquier persona interesada pueda conocer. Si me atrevo a responder determinadas preguntas es porque llevo trabajando más de 20 años dando cursos de educación afectivo sexual – desde la antropología y enseñanza católica – en el ámbito de la escuela concertada y en diócesis tanto de España como de Hispanoamérica. En el curso de mi experiencia profesional he conocido y acompañado a muchas personas víctimas de abusos; y también he tenido la oportunidad de conocer varios casos de sacerdotes con los que después de tener un trato de cercanía he sabido que había resultado probada su implicación y responsabilidad en casos de abusos».
Así comienza Ruiz Pereda esta entrevista, que ofrecemos a continuación.
– ¿Es cierta la acusación de que el celibato sacerdotal es la causa de los abusos sexuales en la Iglesia?
No lo creo, en ese caso habría una relación directa y exclusiva entre abusos y celibato. Todos sabemos que los abusos sexuales se realizan también, y no en menor medida, por parte de personas que no han abrazado el celibato como opción de vida.
Lo que choca es que alguien que libremente ha decidido renunciar a la dimensión genital del amor, no solo no respete sus votos sino que llegue a usar el engaño y la simulación para conseguir una intimidad sexual en la que no hay verdadero consentimiento. Entiendo que la sorpresa y escándalo ante personas consagradas a Dios que actúan de esa forma, sea mayor. Pero ningún estudio demuestra que el celibato sea un factor de riesgo. Apuntar algo así no tiene ningún respaldo en base a datos objetivos.
[N.d.E. Hans Zollner, profesor de la Universidad Gregoriana y miembro de la Pontificia Comisión para la protección de menores, abundaba en las causas de los abusos a menores perpetrados por parte del clero, en el link que ofrecemos a continuación]
– ¿Acabarían los abusos si se aboliera el celibato?
Creo que respondo en la pregunta anterior. Es evidente que no. Los abusos sexuales no empiezan en la historia humana con el celibato. Entiendo que cause sorpresa ya que se supone que, si libremente renuncias a algo bueno, no vas a consentir fácilmente vivir esa dimensión de forma mezquina.
Es como decir: «renuncio pública y libremente a tener propiedades», y se descubre que no solo las tengo, sino que además las he robado. Es normal que alguien diga, «quizá te vendría bien tener un sueldo…» Entiendo la pregunta, pero la solución no consiste en eliminar el celibato, porque no es la causa del problema.
– ¿Hay más abusos en el entorno eclesial que en otros? Dicho de otra manera ¿es la Iglesia un “lugar peligroso” para los niños?
Cualquier estudio serio que consultes termina concluyendo que no existe evidencia de una prevalencia mayor de los abusos sexuales en la Iglesia en comparación con otros contextos institucionales que se relacionan con menores.
También te dicen que los abusos se han producido a lo largo de los años, pero en mayor medida en épocas pasadas, cuando la influencia de la Iglesia era mayor, la conciencia social menor y no se habían empezado a denunciar los casos.
Creo que hoy la Iglesia es un espacio social más seguro que otros porque el hecho de que se hayan publicado y se sigan denunciando hechos así, ha permitido establecer nuevos protocolos, hacernos todos conscientes del peligro, ser más sensibles y vigilantes.
– ¿Por qué en la Iglesia se han gestionado tan mal, incluso ocultado, algunos casos de abusos?
Aquí hay mucho que decir. Más que una entrevista se necesitaría un tratado. Hay muchas razones por las que la respuesta desde la jerarquía fue de negación y encubrimiento en un inicio… demasiado prolongado.
En primer lugar habría que decir que ha habido reticencia para creer a las personas que denunciaban el abuso. Ellas, en su mayoría, habían abandonado instituciones y práctica religiosa y acusaban, normalmente, a otras que seguían dentro ocupando posiciones de prestigio y poder.
Otra razón es el miedo al escándalo. Pensar que al ocultar los hechos se estaba protegiendo el buen nombre de la Iglesia institución y que eso era un deber sagrado; pues es obvio que el descrédito en el que ha caído la Iglesia dificulta su misión que es anunciar al mundo el Evangelio.
Otra causa es el juicio equivocado acerca de lo que es el abuso sexual. Muchas personas pensaron y aun hoy hay quien se obstina en creer que la persona que abusa tiene un problema con el sexto y el noveno mandamiento. Como que fuera un pecado de pureza. Se confiesa y vuelta a empezar.
No se ha entendido que abusar sexualmente de un menor es un crimen, por lo tanto la solución no es reprimenda y confesión… como si la persona fuera dueña de sí misma y bastara con hacer propósito de enmienda para cambiar.
Y cuidado, porque la complejidad del asunto radica en que un abusador puede ser alguien aparentemente sociable, funcional; y ciertamente, puede no ser un enfermo mental clínico… sin embargo algo muy importante y muy profundo no funciona. Hay dinamismos sexuales que no domina, sin embargo el atajo sencillo puede ser negar y llevar doble vida.
¿Por qué en la Iglesia se ha gestionado mal? Hay más razones… como no hay vocaciones y se siguen queriendo mantener estructuras propias de tiempos pasados, quien tiene que discernir a los nuevos candidatos a veces no ve lo que cualquiera ve venir.
Más razones… lo propio de una persona que quiere llevar vida espiritual es abrir su conciencia a alguien que lo acompaña. De alguna manera es un desnudarse el alma y como resulta que somos una unidad – cuerpo y alma – cualquier situación de intimidad nos hace vulnerables. Si tú eres una figura paterna y se supone que tu misión es acoger la vulnerabilidad de quien viene a ti buscando misericordia… y tú tienes graves problemas personales para gestionar tu propia vulnerabilidad…
Otra más… hay espacios eclesiales en los que se ha insistido en que la conciencia hay que abrirla de modo completo a un superior y respecto de los iguales callar, porque de lo contrario se estaría murmurando. El resultado ha sido el aislamiento. Si la persona en la que vuelcas tu conciencia abusa a cualquier nivel estás perdido… esto se ha dado mucho. Los abusos han comenzado en edades tempranas y cuando los menores han crecido estas estructuras han prevalecido porque estaban sustentadas en una visión de la vida espiritual que gozaba de un prestigio incuestionado… podría seguir, pero entonces escribo el tratado y no es plan.
– ¿Qué crees que tiene que cambiar en la Iglesia?
Te agradezco mucho esta pregunta porque me parece vital. A ver si consigo responder adecuadamente. Hay cosas que ya han cambiado. Se escucha más a las víctimas, los protocolos ponen en marcha un mecanismo que permite protegerlas mejor…
Sin embargo hay algo que no cambia y es la reticencia para entender y educar la dimensión afectiva y sexual de la persona. Esto me parece grave en general… por ejemplo, que no se aprovechen las catequesis de comunión para dar una visión profunda de la sexualidad que además sirva para prevenir las aproximaciones inadecuadas.
La preparación para el sacerdocio o la vida consagrada no puede limitarse a dar breves reseñas de lo que implica abrazar el celibato. A partir de ahí la sexualidad se trata como una esfera que hay que controlar… si tienes problemas ducha fría, deporte, oración, confesión y muuuucha voluntad. Camisa de fuerza, que no se descontrole.
Una vida ordenada y ascética, el recurso a la vida interior y los sacramentos, me parecen algo básico, conveniente y necesario pero no suficiente… y a los hechos me remito. ¿Cuántas personas con vida de oración, sacramentos y ascesis terminan viviendo la doble vida propia del abusador? Las hay. No tengo encuestas, pero sé que las hay.
La esfera afectivo-sexual hay que conocerla en profundidad, el barniz ligero no funciona y muchas veces pasa por descubrir las heridas emocionales de la infancia y su presencia e implicación en la vida adulta. Hay una tarea grande por hacer en ese sentido.
– ¿Cómo crees que puede ayudarse desde la Iglesia de manera más afectiva a las víctimas de abusos?
La jerarquía tendrá que seguir asumiendo responsabilidades cuando toque y reparando de la manera que sea necesaria. Todos podemos acercarnos y descubrir la realidad que vive una víctima, aunque no conozcamos ninguna en nuestro entorno cercano. Si alguien tiene la oportunidad de conocer alguna, mi propuesta es “escúchala, mírala a los ojos, acoge, intenta entender y acompañar…
Yo estoy convencida de que la mejor prevención es hablar de amor y sexualidad desde edades tempranas.
Voy a poner un símil a ver si me explico. Ahora que estamos en tiempos de pandemia sabemos que el coronavirus – al principio, cuando no había vacuna – era un virus que en el 95% de los casos se pasaba como enfermedad asintomática o leve; pero en el 5% de los casos provocaba complicaciones que podían exigir hospitalización; y de ese tanto por cierto unos pocos acababan en la UCI e incluso muriendo.
Yo creo que la dimensión afectivo-sexual es una esfera que seguimos sin entender ni vivir adecuadamente y esta enfermedad nos afecta a casi todos; pero hay un tanto por ciento pequeño en el que se complica mucho hasta el punto de que puede llegar a provocar la comisión de un delito civil.
Creo que todos nos tenemos que vacunar… el problema está en que hay más «antivacunas» a la hora de entender la importancia de una adecuada educación afectivo sexual, de los que hay en la cuestión del coronavirus….
Inma Álvarez - Begoña Ruiz Pereda, Aleteia
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