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viernes, 26 de julio de 2024

Evangelio del día


Santos Joaquín y Ana ayudando a los pobres en el templo
Su memoria celebramos hoy

 

Libro de Jeremías 3,14-17.

¡Vuelvan, hijos apóstatas -oráculo del Señor- porque yo soy el dueño de ustedes! Yo los tomaré, a uno de una ciudad y a dos de una familia, y los conduciré a Sión.
Después les daré pastores según mi corazón, que los apacentarán con ciencia y prudencia.
Y cuando ustedes se hayan multiplicado y fructificado en el país, en aquellos días -oráculo del Señor- ya no se hablará más del Arca de la Alianza del Señor, ni se pensará más en ella; no se la recordará, ni se la echará de menos, ni se la volverá a fabricar.
En aquel tiempo, se llamará a Jerusalén "Trono del Señor"; todas las naciones se reunirán en ella, y ya no seguirán más los impulsos de su corazón obstinado y perverso.


Libro de Jeremías 31,10.11-12ab.13.

¡Escuchen, naciones, la palabra del Señor,
anúncienla en las costas más lejanas!
Digan: «El que dispersó a Israel lo reunirá,
y lo cuidará como un pastor a su rebaño.»

Porque el Señor ha rescatado a Jacob,
lo redimió de una mano más fuerte que él.
Llegarán gritando de alegría a la altura de Sión,
afluirán hacia los bienes del Señor.

Entonces la joven danzará alegremente,
los jóvenes y los viejos se regocijarán;
yo cambiaré su duelo en alegría,
los alegraré y los consolaré de su aflicción.


Evangelio según San Mateo 13,18-23.

Escuchen, entonces, lo que significa la parábola del sembrador.
Cuando alguien oye la Palabra del Reino y no la comprende, viene el Maligno y arrebata lo que había sido sembrado en su corazón: este es el que recibió la semilla al borde del camino.
El que la recibe en terreno pedregoso es el hombre que, al escuchar la Palabra, la acepta en seguida con alegría,
pero no la deja echar raíces, porque es inconstante: en cuanto sobreviene una tribulación o una persecución a causa de la Palabra, inmediatamente sucumbe.
El que recibe la semilla entre espinas es el hombre que escucha la Palabra, pero las preocupaciones del mundo y la seducción de las riquezas la ahogan, y no puede dar fruto.
Y el que la recibe en tierra fértil es el hombre que escucha la Palabra y la comprende. Este produce fruto, ya sea cien, ya sesenta, ya treinta por uno".


Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.


Bulle

Beato Guerrico de Igny (c. 1080-1157)
abad cisterciense
2º Sermón para la Anunciación (SC 202. Sermons, II, Cerf 1973), trad. sc©evangelizo.org


María, la buena tierra que porta fruto

“El Verbo, la Palabra de Dios, se hizo carne y habitó entre nosotros”. En el seno de la Virgen, la Sabiduría de Dios empezó a construir la morada de un cuerpo como el nuestro (…). Sin la cooperación de un hombre, tomó del cuerpo de la Virgen la carne destinada a nuestra redención. Después de ese día, el “Señor de los ejércitos está con nosotros”, el Dios de Jacob es nuestro sostén, ya que el Señor asume nuestra condición humana “para que la gloria habite sobre nuestra tierra”.
Sí, Señor, haz “bendecido tu tierra”, la tierra “bendita entre todas las mujeres”. Haz esparcido la gracia del Espíritu Santo para que nuestra tierra diera el “fruto bendito de su seno” y que del rocío descendido del Cielo en un seno virginal, germinara el Salvador. Esta tierra había sido maldecida por causa del Mentiroso: mismo si la trabajaban, zarzas y espinas crecían en ella, para los herederos de la maldición. En nuestros días, la tierra ha sido bendecida por la venida del Redentor. Para todos produce la remisión del pecado y da el fruto de la vida, borrando para los hijos de Adán la tara de la maldición original.
Sí, es bendita esta tierra totalmente virgen que sin haber estado tocada, ni arada, ni sembrada, sólo del rocío del Cielo hace germinar el Salvador y procura a los mortales el pan de los ángeles, alimento de vida eterna. Esta tierra no cultivada parecía estar vacía, pero tenía escondida en ella una cosecha abundante. Parecía ser un desierto deshabitado, era un paraíso de delicias. Si, ese lugar solitario era el jardín en el que Dios encontraba su alegría.
(Referencias bíblicas: Jn 1,14; 1Cor 1,24; Prov 9,1; Sal 45,8; Sal 84,10.2; Lc 1,28; Sal 84,13 y Lc 1,42; Is 45,8; Gn 3,17-18; Jn 8,44; Sal 77,25) (EDD)

Oración

Oh, Señor, hazme un instrumento de Tu Paz.
Donde hay odio, que lleve yo el Amor.
Donde haya ofensa, que lleve yo el Perdón.
Donde haya discordia, que lleve yo la Unión.
Donde haya duda, que lleve yo la Fe.
Donde haya error, que lleve yo la Verdad.
Donde haya desesperación, que lleve yo la Alegría.
Donde haya tinieblas, que lleve yo la Luz.
Oh, Maestro, haced que yo no busque tanto ser consolado, sino consolar;
ser comprendido, sino comprender;
ser amado, como amar.

Porque es: dando, que se recibe; perdonando, que se es perdonado; muriendo, que se resucita a la Vida Eterna.
Amén.

(San Francisco)













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