Invitamos a los matrimonios y a personas interesadas en una familia feliz, a leer y asimilar pasajes de la Exhortación pontifical 'Amoris laetitia' del Papa Francisco.
Un sendero de sufrimiento y de sangre
19.
El idilio que manifiesta el Salmo 128 no niega una realidad amarga que marca
todas las Sagradas Escrituras. Es la presencia del dolor, del mal, de la
violencia que rompen la vida de la familia y su íntima comunión de vida y de
amor. Por algo el discurso de Cristo sobre el matrimonio (cf. Mt 19,3-9)
está inserto dentro de una disputa sobre el divorcio. La Palabra de Dios es
testimonio constante de esta dimensión oscura que se abre ya en los inicios
cuando, con el pecado, la relación de amor y de pureza entre el varón y la
mujer se transforma en un dominio: «Tendrás ansia de tu marido, y él te
dominará» (Gn 3,16).
20.
Es un sendero de sufrimiento y de sangre que atraviesa muchas páginas de la
Biblia, a partir de la violencia fratricida de Caín sobre Abel y de los
distintos litigios entre los hijos y entre las esposas de los patriarcas
Abraham, Isaac y Jacob, llegando luego a las tragedias que llenan de sangre a
la familia de David, hasta las múltiples dificultades familiares que surcan la
narración de Tobías o la amarga confesión de Job abandonado: «Ha alejado de mí
a mis parientes, mis conocidos me tienen por extraño [...] Hasta mi vida
repugna a mi esposa, doy asco a mis propios hermanos» (Jb 19,13.17).
21.
Jesús mismo nace en una familia modesta que pronto debe huir a una tierra
extranjera. Él entra en la casa de Pedro donde su suegra está enferma (Mc 1,30-31),
se deja involucrar en el drama de la muerte en la casa de Jairo o en el hogar
de Lázaro (cf. Mc 5,22-24.35-43); escucha el grito desesperado
de la viuda de Naín ante su hijo muerto (cf. Lc 7,11-15),
atiende el clamor del padre del epiléptico en un pequeño pueblo del campo
(cf. Mt 9,9-13; Lc 19,1-10. Encuentra a
publicanos como Mateo o Zaqueo en sus propias casas, y también a pecadoras,
como la mujer que irrumpe en la casa del fariseo (cf. Lc 7,36-50).
Conoce las ansias y las tensiones de las familias incorporándolas en sus
parábolas: desde los hijos que dejan sus casas para intentar alguna aventura
(cf. Lc 15,11-32) hasta los hijos difíciles con
comportamientos inexplicables (cf. Mt 21,28-31) o víctimas de
la violencia (cf. Mc 12,1-9). Y se interesa incluso por las
bodas que corren el riesgo de resultar bochornosas por la ausencia de vino
(cf. Jn 2,1-10) o por falta de asistencia de los invitados
(cf. Mt 22,1-10), así como conoce la pesadilla por la pérdida
de una moneda en una familia pobre (cf. Lc 15,8-10).
22.
En este breve recorrido podemos comprobar que la Palabra de Dios no se muestra
como una secuencia de tesis abstractas, sino como una compañera de viaje
también para las familias que están en crisis o en medio de algún dolor, y les
muestra la meta del camino, cuando Dios «enjugará las lágrimas de sus ojos. Ya
no habrá muerte, ni luto, ni llanto, ni dolor» (Ap 21,4).
De la Exhortación ‘Sobre el Amor en la
Familia (Capítulo primero)
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