Invitamos a los matrimonios y a personas interesadas en una familia feliz, a leer y asimilar pasajes de la Exhortación pontifical 'Amoris laetitia' del Papa Francisco.
La fatiga de tus manos
23.
Al comienzo del Salmo 128, el padre es presentado como un trabajador, quien con
la obra de sus manos puede sostener el bienestar físico y la serenidad de su
familia: «Comerás del trabajo de tus manos, serás dichoso, te irá bien» (v. 2).
Que el trabajo sea una parte fundamental de la dignidad de la vida humana se
deduce de las primeras páginas de la Biblia, cuando se declara que «Dios tomó
al hombre y lo colocó en el jardín de Edén, para que lo guardara y lo
cultivara» (Gn 2,15). Es la representación del trabajador que
transforma la materia y aprovecha las energías de lo creado, dando luz al «pan
de vuestros sudores» (Sal 127,2), además de cultivarse a sí mismo.
24.
El trabajo hace posible al mismo tiempo el desarrollo de la sociedad, el
sostenimiento de la familia y también su estabilidad y su fecundidad: «Que veas
la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu vida; que veas a los hijos de
tus hijos» (Sal 128,5-6). En el libro de los Proverbios también se
hace presente la tarea de la madre de familia, cuyo trabajo se describe en
todas sus particularidades cotidianas, atrayendo la alabanza del esposo y de
los hijos (cf. 31,10-31). El mismo Apóstol Pablo se mostraba orgulloso de haber
vivido sin ser un peso para los demás, porque trabajó con sus manos y así se
aseguró el sustento (cf. Hch 18,3; 1 Co 4,12;
9,12). Tan convencido estaba de la necesidad del trabajo, que estableció una
férrea norma para sus comunidades: «Si alguno no quiere trabajar, que no coma»
(2 Ts 3,10; cf. 1 Ts 4,11).
25.
Dicho esto, se comprende que la desocupación y la precariedad laboral se transformen
en sufrimiento, como se hace notar en el librito de Rut y como recuerda Jesús
en la parábola de los trabajadores sentados, en un ocio forzado, en la plaza
del pueblo (cf. Mt 20,1-16), o cómo él lo experimenta en el
mismo hecho de estar muchas veces rodeado de menesterosos y hambrientos. Es lo
que la sociedad está viviendo trágicamente en muchos países, y esta ausencia de
fuentes de trabajo afecta de diferentes maneras a la serenidad de las familias.
26.
Tampoco podemos olvidar la degeneración que el pecado introduce en la sociedad
cuando el ser humano se comporta como tirano ante la naturaleza, devastándola,
usándola de modo egoísta y hasta brutal. Las consecuencias son al mismo tiempo
la desertificación del suelo (cf. Gn 3,17-19) y los
desequilibrios económicos y sociales, contra los cuales se levanta con claridad
la voz de los profetas, desde Elías (cf. 1 R 21) hasta llegar
a las palabras que el mismo Jesús pronuncia contra la injusticia (cf. Lc 12,13-21;
16,1-31).
De la Exhortación ‘Sobre el Amor en la
Familia (Capítulo primero)
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