Tus hijos como brotes de olivo
14.
Retomemos el canto del Salmista. Allí aparecen, dentro de la casa donde el
hombre y su esposa están sentados a la mesa, los hijos que los acompañan «como
brotes de olivo» (Sal 128,3), es decir, llenos de energía y de
vitalidad. Si los padres son como los fundamentos de la casa, los hijos son
como las «piedras vivas» de la familia (cf. 1 P 2,5). Es
significativo que en el Antiguo Testamento la palabra que aparece más veces
después de la divina (yhwh, el «Señor») es «hijo» (ben), un
vocablo que remite al verbo hebreo que significa «construir» (banah).
Por eso, en el Salmo 127 se exalta el don de los hijos con imágenes que se
refieren tanto a la edificación de una casa, como a la vida social y comercial
que se desarrollaba en la puerta de la ciudad: «Si el Señor no construye la
casa, en vano se cansan los albañiles; la herencia que da el Señor son los
hijos; su salario, el fruto del vientre: son saetas en mano de un guerrero los
hijos de la juventud; dichoso el hombre que llena con ellas su aljaba: no
quedará derrotado cuando litigue con su adversario en la plaza» (vv. 1.3-5). Es
verdad que estas imágenes reflejan la cultura de una sociedad antigua, pero la
presencia de los hijos es de todos modos un signo de plenitud de la familia en
la continuidad de la misma historia de salvación, de generación en generación.
15.
Bajo esta luz podemos recoger otra dimensión de la familia. Sabemos que en el
Nuevo Testamento se habla de «la iglesia que se reúne en la casa» (cf. 1
Co 16,19; Rm 16,5; Col 4,15; Flm 2).
El espacio vital de una familia se podía transformar en iglesia doméstica, en
sede de la Eucaristía, de la presencia de Cristo sentado a la misma mesa. Es
inolvidable la escena pintada en el Apocalipsis: «Estoy a la puerta llamando:
si alguien oye y me abre, entraré y comeremos juntos» (3,20). Así se delinea
una casa que lleva en su interior la presencia de Dios, la oración común y, por
tanto, la bendición del Señor. Es lo que se afirma en el Salmo 128 que tomamos
como base: «Que el Señor te bendiga desde Sión» (v. 5).
De la Exhortación ‘Sobre el Amor en la
Familia (Capítulo primero)
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